Tierra, Techo y Trabajo: un lema, un sujeto y un programa

Este itinerario de lucha, impulsado por los movimientos populares y apoyado por el Papa Francisco, es un programa de acción concreto que puede transformar la realidad de millones de personas

En la lucha por la justicia social, la consigna "Tierra, Techo y Trabajo" resuena como una bandera colectiva que sintetiza un espíritu y un propósito fundamental, simple, humano, realizable, que los movimientos populares del mundo han establecido en su diálogo con el Papa Francisco como horizonte común. Este tríptico de derechos sagrados pre-ideológicos simboliza las necesidades más esenciales del ser humano y, al mismo tiempo, se convierte en una declaración de lucha por aquellos que han sido históricamente excluidos.

El lema refleja tres dimensiones: el sujeto, las circunstancias y el propósito. Los excluidos del techo son aquellos que habitan en barrios populares sin acceso a servicios básicos, quienes viven en la calle, quienes tienen que dejar la mitad de su tiempo de trabajo para dormir en un apartamento minúsculo. Los excluidos del trabajo son los desempleados y aquellos que han sido relegados al trabajo informal o precario, los migrantes discriminados muchas veces reducidos a la servidumbre. Y los excluidos de la tierra son los campesinos y pueblos originarios, también los pequeños productores europeos, desplazados por el avance del agronegocio y las grandes corporaciones.

Los movimientos populares han desarrollado una agenda de reformas político-sociales que buscan corregir las injusticias

Estas situaciones de exclusión se agravan ante la crisis climática, los conflictos bélicos y la explotación económica, donde los más vulnerables son siempre los primeros afectados. Frente a estas realidades, los movimientos populares han desarrollado una agenda de reformas político-sociales que buscan corregir estas injusticias. Esta agenda se ha diseñado en cuatro encuentros con el Papa Francisco, donde se han establecido principios fundamentales para un cambio estructural.

Primero, la economía debe ponerse al servicio del pueblo, garantizando que ningún trabajador esté sin derechos. Esto podría implicar, por ejemplo, un salario básico universal y el fortalecimiento de la economía comunitaria en el marco de una economía combinada, siempre bajo el principio de justicia social.

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Segundo, la integración sociourbana debe asegurar que ninguna familia quede sin techo, respetando la diversidad cultural de nuestras ciudades y evitando la segregación urbana. Las obras en los barrios populares deben diseñarse con participación comunitaria, la vivienda social debe estar a disposición de todos, se debe abolir la servidumbre de los alquileres expoliatorios y los desahucios forzosos.

Tercero, una reforma agraria integral debe garantizar que ningún campesino quede sin tierra, que ningún pueblo originario sea despojado de su territorio y cambiar la relación entre el campo y la ciudad, promoviendo un desarrollo rural sustentable que detenga la devastación ambiental causada por el agronegocio y la explotación extractiva.

El Papa Francisco ha sido un aliado clave en esta lucha, proporcionando un marco ético y filosófico que ha inspirado a los movimientos populares

Este itinerario de lucha, impulsado por los movimientos populares y apoyado por el Papa Francisco, no es un mero conjunto de ideas. Es un programa de acción concreto que, si es implementado adecuadamente, puede transformar la realidad de millones de personas.

El Papa Francisco ha sido un aliado clave en esta lucha, proporcionando un marco ético y filosófico que ha inspirado a los movimientos populares. Sin embargo, como bien se destaca, los cambios sociales no dependen únicamente de él. Dependen de la capacidad de organización y movilización de los excluidos y de la voluntad política de los dirigentes.

En el décimo aniversario, la comisión organizadora pasó la posta a una nueva generación de dirigentes de los cinco continentes para continuar esta lucha, con la esperanza de consolidar una red internacional de movimientos por tierra, techo y trabajo, siempre en diálogo con el Papa. La misión es clara: no ocupar espacios, sino iniciar procesos que transformen la vida de los más vulnerables que se resisten a vivir en la miseria. Un sujeto colectivo y un programa de cambio profundo es un proceso que excede a cualquier dirigente.