Juegos Olímpicos

La geopolítica de los JJ.OO. y las inéditas Olimpiadas Populares de Barcelona que plantaron cara a la Alemania nazi

Desde Atenas 1896 hasta París 2024, las Olimpiadas han sido el escenario que refleja las relaciones geopolíticas del mundo: las tensiones, los conflictos o las interdependencias

zugasti-inna-olimpiadas-la-base-agosto

No es solo deporte. Nunca lo ha sido. Los Juegos Olímpicos, las Olimpiadas, esas que cada cuatro años rellenan la programación de verano de las televisiones y nos hacen mirar de nuevo a los mapas, ni son neutrales ni son apolíticas, pero sí son un excelente espejo en el que contemplar y analizar el mundo y las dinámicas de poder que lo atraviesan.

Los Juegos Olímpicos de París 2024 arrancaron en un contexto internacional convulso. Son los primeros juegos tras la pandemia —recordemos que los de Tokio 2020 tuvieron que aplazarse y pasaron prácticamente desapercibidos— y se celebran en la capital francesa, que repite como anfitriona por tercera vez y viene de una resaca electoral reciente fruto de una crisis política sin resolver. Prueba de ello, fueron las pitadas al presidente Emmanuel Macron durante el evento inaugural.

Estos Juegos de 2024 han permitido el ‘sportwashing’ de Israel ante el mundo, pudiendo competir como un estado más pese a que, mientras sus atletas pisan la pista, sus soldados siguen masacrando civiles en la Franja de Gaza

París, ya sabemos, esa ciudad de luces y sombras. Por ello, en esa inauguración pudimos ver cierto tufillo colonial en la puesta en escena y en la narración televisiva, aunque también pudimos disfrutar de una María Antonieta decapitada cantando heavy metal para espanto de los Borbones allí presentes, así como un bonito reconocimiento en forma de estatuas a feministas francesas como Simone de Beauvoir, Olympe de Gouges, Louise Michel o Paulette Nardal. También pudimos ver a Rafa Nadal, que siempre es un bajón…pero que el show y la fanfarria no nos desvíe de lo importante. 

Pese a los intentos de Francia de mostrarse al mundo como una nación de modernidad e inclusión, y pese a la insistencia del COI en que los Juegos son un lugar de concordia, de paz y convivencia que trascienden la política, esto no es así: las Olimpiadas no pueden entenderse sin la geopolítica.

Nada de esto sería posible sin suscriptores

Y es que estos Juegos de 2024 han permitido el ‘sportwashing’ de Israel ante el mundo, pudiendo competir como un estado más pese a que, mientras sus atletas pisan la pista, sus soldados siguen masacrando civiles en la Franja de Gaza. Es más, algunos de sus soldados son también atletas. La vara de medir es muy diversa a la hora de decirle a los países eso de “tú no juegas”. 

Desde Atenas 1896 —cuando arrancaron los JJ.OO. modernos— hasta París 2024, las olimpiadas han sido el escenario que refleja las relaciones geopolíticas del mundo, las tensiones, los conflictos o las interdependencias. Sepan que solo las dos guerras mundiales impidieron celebrar unas Olimpiadas —además de la pandemia de Covid-19— y que durante la Guerra Fría estas escenificaron algunos episodios míticos del espíritu de los tiempos: Nadia Comaneci flotando sobre la tarima, el ‘black power’ puño en alto de Tommie Smith y John Carlos en México 68 o los waterpolistas húngaros y soviéticos a puñetazo limpio en Melbourne 1956.

Las Olimpiadas Populares de Barcelona

En 1936, sucedió un inédito episodio olímpico en Barcelona: las Olimpiadas Populares. Impulsadas por el Comitè Català pro Esport Popular y la Internacional Deportiva Roja, estos juegos iban a celebrarse en la capital catalana del 19 al 26 de julio de aquel año. El objetivo era plantar cara a las Olimpiadas nazis que se disputaron en el Berlín de III Reich con el visto bueno del COI. Sin embargo, un día antes se inició el levantamiento militar franquista. 

El Gobierno de la II República Española auspiciaba estas Olimpiadas y Barcelona se eligió por ser una ciudad de tradición deportiva, pero también asociativa y obrera. En este sentido, el historiador del deporte Iker Ibarrondo-Merino señala que para comprender la importancia de estos juegos populares había que tener en cuenta cómo había calado el deporte obrero, vinculado al socialismo y a las clases populares, como una herramienta para la movilización política, para trascender fronteras y construir una respuesta unitaria a los fascismos en Europa.

Antecedentes como las Olimpiadas Obreras de Praga, Frankfurt, Moscú o Viena en la década de los años 20 se plantearon como alternativas desde los progresismos europeos al oficialismo del COI, ese que terminaría por dar su visto bueno y legitimar unos Juegos Olímpicos en pleno régimen nazi

El deporte popular tenía poco que ver con las lógicas individualistas y mercantilistas de las olimpiadas actuales. Por primera vez, según Ibarrondo-Merino, se socializaba el deporte y se rompía con el elitismo federativo y excluyente de muchas disciplinas. Entre 6.000 y 10.000 atletas se apuntaron a las Olimpiadas Populares, algunos representando no solo a estados, sino también a territorios como el vasco, el castellano o el catalán. También se fomentó la participación femenina sin exigir marcas determinadas y con medidas antidiscriminatorias. Se podía participar por interés o motivación, más allá de los resultados deportivos. 

Antecedentes como las Olimpiadas Obreras de Praga, Frankfurt, Moscú o Viena en la década de los años 20 se plantearon como alternativas desde los progresismos europeos al oficialismo del COI, ese que terminaría por dar su visto bueno y legitimar unos Juegos Olímpicos en pleno régimen nazi. Pierre de Coubertin, fundador de los JJ.OO. modernos, llegó a afirmar que los valores olímpicos de la Grecia Clásica se convertían en esta nueva era en valores como raza, patria o nación.

Finalmente, Barcelona tuvo que cancelarse, pero algunos de los y las atletas que habían llegado a la Ciudad Condal a competir se quedaron a defenderla de los fascistas. La nadadora suiza Clara Thalmann acabó en la Columna Durruti en el frente de Aragón.

Una historia muy hermosa es la de los ciclistas británicos del Club Clarion. Uno de ellos, Jeff Jacsskon, regresó de Barcelona tan impactado por el golpe de Estado que decidió pedalear desde Glasgow a España recaudando fondos para la defensa de la República. “En España nos jugamos la primera parte de una lucha mayor”, afirmó. Recaudaron el equivalente a 25.000 euros que llevaron a Barcelona en bicicleta. Cuatro de los ciclistas murieron combatiendo en las brigadas internacionales. 

Mientras, en Berlín, quedó una imagen para la historia: la de Jessie Owens, el atleta que dejó por los suelos aquello de la supremacía de la raza aria en la mismísima cara del Führer.  En menos de 45 minutos, Jesse batió cinco récords mundiales e igualó otro. Uno de ellos, el de salto de longitud, se mantuvo en vigor durante 25 años. Sin embargo, tuvo que regresar a su Alabama natal, donde vivía bajo el apartheid racial y la discriminación absoluta en el ‘Land of Freedom’ que era el EEUU de 1936.


Puedes ver el programa completo de La Base sobre la geopolítica de las Olimpiadas aquí: