El Estado feroz

Pablo Elorduy: "Si se quiere democratizar el país, esta Constitución ya no vale"

Foto: David Fernández
El periodista de El Salto analiza en su nuevo libro la reacción de los poderes del Estado contra el 15M, los movimientos sociales, el procés, y el espacio de Podemos y las confluencias

 

Una bandera de la España monárquica se ve entre las rejas de una alcantarilla. Así es la imagen que ilustra la portada del nuevo libro de Pablo Elorduy, El Estado feroz: cloacas, lawfare y deep state en el Régimen del 78.

En su ensayo publicado en la editorial Verso, el periodista de El Salto hace un recorrido con mucha bibliografía a sus espaldas sobre la reacción de los diferentes estamentos del Estado para protegerse ante la “amenaza” de los cambios políticos y sociales que han supuesto la crisis de 2008 y el posterior estallido del 15-M y movimientos sociales, del procés catalán y de la emergencia de Podemos y las confluencias.

Bajo la influencia de la tradición franquista y con el pretexto de la razón de Estado, el poder ha desplegado su lado feroz con el objetivo de “combatir” a lo que el autor denomina “enemigos internos” que suponen una amenaza a la vieja idea de España. Y lo ha hecho desde diferentes frentes como el policial, el militar, el monárquico, el judicial, el político y el mediático, siempre atravesado también por los intereses de las grandes empresas del Ibex 35.

La primera pregunta es sobre el título del libro. Para la gente que no lo conoce y no lo ha leído, ¿qué es lo que significa Estado feroz?

Dentro de esta idea que se ha difundido en los últimos años de que el Estado es lo sustantivo y los apellidos son superfluos, como Estado profundo o Estado de derecho o Estado del bienestar, lo que permanece es el Estado y permanece así desde tiempos inmemoriales, feroz tiene una vocación de adjetivo calificativo de la reacción de los poderes coercitivos a la situación de crisis. El Estado feroz, en realidad, es la libertad sin cortapisas de determinadas organizaciones, llámese poder judicial, llámese policía, llámese ejército, para dibujar su propio nivel de autonomía. Entonces, ahí la ferocidad se demuestra a partir de la crisis a través de legislación o de toma de libertades para saltarse esa legislación. Hablamos de las excepciones que a menudo se convierten en reglas no escritas.

Desde las primeras páginas rechazas el concepto de teoría de la conspiración en torno a este lado feroz. Al contrario, defiendes la idea de que este comportamiento de las altas esferas del Estado y de los poderes fácticos son bastante visibles.

Sí. Obedecen a una inercia, desde luego, y por tanto son visibles en el sentido de que tienen que ver con la acumulación de capital, tienen que ver con la acumulación de cargos de alta representatividad en el Estado, y también de lo que sí que se llama más a menudo Estado profundo, que son todos aquellos cargos de designación no política o de designación política, pero con relación con instituciones, llámese Abogados del Estado, llámese la Fiscalía, inspectores de Hacienda, etcétera. Se trata de ese tipo de cargos que pueden hacer de serpas para el mejor aprovechamiento por parte del capital. Entonces, eso sí que no obedece a una conspiración pero sí que forma parte de una cosa que me decía una de las fuentes, lo que los ingleses llaman la Old Boys Network, una red de viejos amigos/amiguetes que no conspiran como tal pero que al final se encuentran en el palco del Bernabéu, en tés de caridad, en una serie de actos sociales, políticos o empresariales, y que sí que guían los designios del país. No cabe hablar de conspiración en el sentido de que muchas veces esto se comenta entre risas y entre sobreentendidos. Luego están las partes más feroces, que serían interior, ejército y poder judicial, que tienen sus propias redes y que funcionan entre ellos. Una de ellas, por ejemplo, era la que se formó en torno a Villarejo.

Tal y como señalas, dejando de lado los GAL en la época de Felipe González, el papel represor del Estado se agudiza y muestra su rostro más agresivo y sin apenas caretas a partir de la crisis económica de 2008, que derivó en una gran crisis del sistema político del 78 y que afectaba principalmente al bipartidismo y a la corona.

Claro, sucede cuando las instituciones del Estado y ese poder empresarial, económico y político no electo, piensa o percibe que las cosas están saliendo de su control, como la crisis evidente que sufría el bipartidismo en la década de los 10 o la crisis de credibilidad de la institución monárquica, desde 2008 hasta 2014. Esta crisis desencadena esa reacción que, en algunos casos, como digo, se lleva a cabo a través de legislación, con la ley mordaza como el primer gran ejemplo o vía Código Penal y aquí hago un inciso, ya que se trata de un Código Penal que se hace más restrictivo, que se hace más persecutorio incluso aunque ya no existe ETA.

Como dice la expresión, nunca se pone pie en pared en este sentido y el retroceso es constante en cuanto a las libertades. Bueno, pues se utiliza así y se muestra esa cara más salvaje, más descarnada de los poderes. Y esto es una tendencia que ocurre a nivel internacional. La crisis económica genera políticas de mano dura por doquier. De hecho, por eso estamos viendo ahora todo el discurso antiinmigración y, en definitiva, estamos viendo el auge de la extrema derecha, porque destapada esa lata lo que genera las políticas de mano dura después es una cultura de la mano dura y del castigo, en primer lugar, a los migrantes, pero a los migrantes también como clase pobre.

En las primeras páginas del libro hablas justamente sobre la guerra contra los pobres, ¿de qué se trata esa?

La guerra contra los pobres es la reacción ante el fracaso neoliberal o ante el crack neoliberal. Vamos a decirlo claramente, Hayek considera que la mejor experiencia política para el desarrollo de su programa es Chile, el Chile de Pinochet. Entonces, con la caída del neoliberalismo a partir de 2008 vemos que se exacerba la acumulación de la riqueza y dentro de las políticas de austeridad, y esto lo dice Richard Seymour en una cita que recojo, es necesario un poco de sadismo hacia la población que se va a castigar. El sadismo que se aplica contra Grecia es un sadismo que ya va más allá solo de la economía. Es un correctivo político y es un correctivo para que no se puedan volver a levantar. Esto es muy importante en la historia reciente de la humanidad, el castigo a los pueblos con vistas a futuro, que es algo que nosotros en la izquierda yo creo que siempre fallamos. Los horizontes de largo plazo ellos lo tienen mucho más claros. Y en nuestro país la guerra contra los pobres la vemos, por ejemplo, en cuestiones como la aplicación de la ley mordaza durante la pandemia. Vimos una serie de imágenes de policía golpeando en barrios populares a gente que se estaba saltando el toque de queda, o con el corte de luz en La Cañada Real, o en barrios como Los Pajaritos, en Andalucía. La estamos viendo todo el tiempo, porque, además, la guerra contra los pobres también son las políticas de fronteras, obviamente.

Aquí también entran las infiltraciones policiales en los movimientos sociales, aunque ETA ya no existiera y estuviéramos en una época de “paz” en términos estatales. Vosotros lo habéis investigado en El Salto.

Es así y con todo un aparato cultural dedicado a ello. La cuestión de las infiltraciones policiales me temo que pasa más desapercibida porque se ha generado desde la democracia un aparato cultural destinado a que España o una gran parte, y no solo del sector que está de acuerdo con la mano dura, que es muy amplio, sino también del progresismo, ame los uniformes y lo considere todo justificado si se defiende lo que ahora llamamos seguridad ciudadana, un concepto que entronca con la razón de Estado. Cuando se justifica a los infiltrados, por ejemplo, en el audiovisual, se tiende a hablar del mal y la criminalidad absoluta diciendo que hay terroristas, que hay grandes traficantes internacionales de drogas y se está justificando que se meta a espiar a gente en bancos de alimentos, como pasa con los infiltrados de los movimientos sociales. Y son dos caras de la misma moneda. Cuanto más compremos el discurso de que nuestra seguridad depende de que la policía pueda intervenir de cualquier manera contra el mal absoluto, al final estamos perdiendo nosotros esas libertades y lo paradójico es que no estamos ganando seguridad.

A partir de 2008, el Estado intenta defenderse de lo que denominas los enemigos internos o interiores. Uno de ellos es el independentismo catalán, desde 2012, con su punto álgido a partir 2017 y que llega hasta hoy.

Sí, podemos decir que son los enemigos eternos de esa concepción del reino de España. En el caso del independentismo es claro, representa esa eternidad de aquellos a quienes se consideran malos españoles porque básicamente cuestionan el magma y el núcleo de las redes informales de poder que se generan en Madrid, lo cual no excluye todos los errores que han podido cometer el Procés, que han sido muchos. El independentismo catalán reaparece como ese enemigo eterno cuando distintos actores se dan cuenta de que a Barcelona nunca va a llegar el Senado, ni nunca va a llegar un reparto distinto de lo que hay ahora y que se establece desde el Madrid sistémico, un reparto que no se ciñe solo a aspectos económicos, sino también culturales.

El otro enemigo interno aparece en 2014 y lo representan Podemos y las confluencias. A partir de 2016 y tras las elecciones del 20D se intensifica la ferocidad.

Aunque Podemos no se plantea como un partido comunista al uso, al final hay una reacción contra los enemigos eternos del comunismo, de las experiencias libertarias y de ese viejo topo, de lo que no desaparece, que aboga por un reparto de la riqueza radicalmente diferente al que hay, que aboga por una visión federalista, que precisamente va en contra de esa cultura aglutinadora y centralista.

Y se identifica así muy rápido por parte del Estado, y del conservadurismo y del progresismo más jacobino del Partido Socialista y por eso se arman no solo las campañas corruptas de la policía patriótica, sino la campaña de comunicación de “inseguridad económica”, de “nos van a retirar el saludo en Bruselas” o “esto nos llevaría a la quiebra” y a fin de cuentas, el discurso de Pedro Sánchez diciendo que no dormiría tranquilo con esta gente en mi Gobierno. Y eso se desarrolla, digamos, hasta haber disminuido a Podemos, como hemos visto, y hasta que lo que no es Podemos se integra, pero se integra también marcado por esa disminución de Podemos. Se integra, digamos, en términos minimalistas, en comparación con aquello que representaba, como tú has dicho, las confluencias, Podemos, la nueva política, vamos a decir.

El papel de los medios aquí también ha sido muy importante en ambos casos, como bien explicas en tu libro.

La cuestión del monopolio de dos grandes emporios como son Mediaset y Atresmedia ha determinado toda esta emergencia de esos poderes salvajes, porque al final se les ha privilegiado por parte del Estado para enviar una agenda de pensamiento que es continental ya que viene marcada por el Berlusconismo y por el ordoliberalismo alemán, que son los dos grandes agentes extranjeros presentes en los dos grupos, pero que al final también forma parte de una tradición hispánica de medios que tiene evidente continuidad con el franquismo. Y luego está el grupo Prisa, que es un asterisco en la historia porque sí que representa bien los valores del progresismo pero que por su situación económica ha dado varios bandazos en este tiempo. Pero evidentemente, sin Antena 3 y La Sexta haciendo pinza a través de Atresmedia y sin el infoentretenimiento de Mediaset, no podríamos comprender ahora el nivel de esto que llaman crispación o el nivel de implantación de ideas contrarias a los derechos humanos que ha dado pie a este crecimiento de la extrema derecha.

Hablas del papel de la judicatura como eje fundamental, de los jueces soldados y del origen de clase de la magistratura en el despliegue del Estado Feroz. En el libro también analizas cuál es el papel e historia de la Audiencia Nacional.

Sí, la Audiencia Nacional (AN) es una anomalía que nace fruto de la extinción del Tribunal de Orden Público (TOP), que a su vez nació también como una anomalía dentro del franquismo para terminar de legitimar al régimen. El TOP nace como sustituto de los juicios sumarísimos del primer franquismo, el de la represión más salvaje. La Audiencia Nacional nace de ese TOP y nace con la misión de perseguir el terrorismo y, por tanto, de que todo valga. Y se refuerza mucho, y esto me lo decía hace poco una fuente con la guerra contra el terror. A partir de 2001, se refuerza la Audiencia Nacional en el sentido de que llega a tener, no legitimación, pero sí que llega a ser un objeto de admiración por parte de otros gobiernos de mano dura, como el de Estados Unidos, que dicen “qué bien, ya lo tenéis todo centralizado y podéis decir los casos que queréis atraer a Madrid”. Y el caso que yo utilizo como ejemplo es el de Alsasua. Claramente, es una extralimitación traer a Madrid un caso en el que hay un tobillo roto.

Un tobillo roto en peleas en el barrio de Salamanca de Madrid hay todas las semanas. La Audiencia Nacional es esa anomalía y yo creo que sí que tiene una influencia sobre otros juzgados, incluso sobre el Tribunal Supremo donde, por ejemplo, está Carmen Lamela, que venía de la AN y ahora está en el Supremo. Tiene esa influencia en el sentido de que la Audiencia Nacional se llena a partir de los 90 y los 2000 de jueces soldados o jueces salvapatrias que consideran que tienen que ir más allá, digamos, en la defensa de la razón de Estado, que este es un concepto muy viejo y clave para todas estas historias.

Hablando de la Audiencia Nacional, hace unos días García-Castellón demandó a Ione Belarra por llamarle juez “corrupto” y “prevaricador”. ¿Estamos ante un juez soldado?

Manuel García Castellón ha sido como el salvapatrias, además como el salvapatrias de guardia del Partido Popular, en el sentido de que él viene a ayudar, como se comenta en esa conversación entre Ignacio González y Zaplana. Y viene a ayudar y por casualidad o no, todos los casos que tocan la corrupción del PP se desinflan rápido y todos los casos que afectan a Podemos, en el caso de Dina Bousselham, o al independentismo catalán en el caso de Tsunami, presentan desarrollos completamente anómalos, completamente imaginativos, hasta que en algunos de ellos comete errores de bulto, como ha sido en el caso de Tsunami, y se cierran.

Pero también se ejerce de poder judicial a través de los medios de comunicación. Esto es lo que estamos aprendiendo y el caso de Tsunami ha sido un ejemplo, y el caso de Dina, no digamos.

Utilizas recurrentemente en el libro un concepto que es el de política de venganza. ¿Puedes explicarlo?

Esto lo tomo de Paul Preston y se refiere a una cuestión fundamental en el franquismo. A lo largo de toda su trayectoria siempre estuvo presente esa idea que hablábamos antes de pisar la cabeza de cualquier movimiento con vistas a futuro para que no se pueda volver a levantar, pero también la idea de vengarse en el cuerpo social de lo que en este caso ellos consideran traición a la patria, traición a la idea de España, y al final traición a esa razón de Estado.

La política de venganza es algo que, por ejemplo, en los cuerpos policiales hemos visto con continuidad. Se ha visto en Intxaurrondo y se ve en el “a por ellos”, que yo creo que es un momento muy gráfico. Ahí me gusta citar esa frase de “en su pueblo les despedían como cuando iban las tropas a la guerra del Rif”, con esa mezcla de alegría por parte de las familias por ver a los uniformados, ya que hay que tener en cuenta que esto también se produce porque la gran oferta de empleo público es para los cuerpos uniformados en este país.

Entonces, esa alegría y orgullo de “mi hijo, que igual no le estaba yendo muy bien en la vida y ahora ya tiene autoridad porque tiene este uniforme” se junta con esa otra idea de “a los polacos, leña al mono”, o “a estos se les puede pegar porque mira lo que están haciendo”. Que esto a su vez es una imagen completamente distorsionada de lo que está pasando porque entra en juego el factor de los medios de comunicación. Tú ibas al 1 de octubre en 2017, ibas colegio por colegio y veías a niñas, a niños, a yayos, a yayas que venían del fútbol en un país pacificado, como era Cataluña en ese momento y como no ha dejado de ser en este tiempo. Pero estaba el mandato de la venganza ya inserto en la conciencia de los policías. Incluso era más importante eso que el hecho de que el dispositivo saliera bien y consiguiera sus objetivos. Era más importante el palo que conseguir que no se votara.

¿Qué papel tiene la Constitución del 78, la monarquía, y la Transición en la articulación del Estado Feroz?

Sobre la Constitución del 78 me gusta hablar de un relato de Julio Cortázar que se llamaba Queremos tanto a Glenda, de un grupo de cinéfilos que quieren tanto a una actriz que la acaban matando para que no siga haciendo películas malas. Con la Constitución me pasa un poco eso. Se ha acabado matando incluso su espíritu por parte de quienes se la han apropiado. Dicho esto, como la Constitución habla de Juan Carlos I, pues es una constitución que nace viciada de base porque al final, aunque la soberanía pertenece al pueblo, es una constitución en la que los borbones están presentes y, por tanto, la soberanía podemos decir que está en disputa, incluso en la Constitución está en disputa. Donde más se ve claro es en los artículos que hablan del poder militar del Jefe de las Fuerzas Armadas. En ese sentido, claro, la monarquía es esa pieza fundamental de la Constitución del 78 y lo que en cierta medida, hace que, para un proyecto, obviamente, republicano y democrático de futuro, esa constitución ya venga con un vicio de base. Con lo cual sería por lo menos plausible decir que si se quiere democratizar el país, esta constitución probablemente ya no valga.

Por otro lado, la Transición sería el relato más o menos coral de legitimación cultural de esa estructura dual que genera el Estado, que hemos llegado a considerar Estado de Bienestar en muchos momentos, que ahora sigue en crisis, y ese poder jerárquico. Entonces, la Transición es lo que hace que esa dualidad se suavice, no se presente en confrontación, sino que quede envuelta en distintas capas que al final son las capas de legitimación ideológicas que durante mucho tiempo funcionaron perfectamente y fueron transparentes, y que ahora siguen en crisis y en el mal sentido han sido sustituidos por un relato de la extrema derecha de “esto es por cojones” y al final no existe tal dualidad, sino que el Estado va a permanecer y el Estado de momento es lo que funciona bajo el vértice de los borbones.

Quería preguntarte sobre el papel que ha tenido el PSOE con Felipe González respecto al Estado feroz.

Hay que partir de la base de que esa lucha contra el enemigo interior fue interiorizada, valga la redundancia, por Felipe González. Al menos desde que tiene la primera reunión con Andrés Casinello (fue jede Servicio Central de Documentación (Seced), creado por Carrero Blanco), que da lugar a un informe de los servicios secretos que se llama Jano, él ya demuestra primero que es anticomunista, como los partidos socialdemócratas occidentales de la época y que no va a desarrollar un plan federalista. De hecho, más bien lo va a cepillar, como diría Alfonso Guerra. Entonces, juntando eso al hecho de que González tiene una obsesión por el control absoluta, del control de la calle y del control social, y da lugar a un periodo relativo de pacificación, que se rompe episódicamente con la gran huelga de 1988 pero que al final sobrevive mucho tiempo, pues genera esa cultura de la continuidad de “lo importante es controlar las calles, para eso tenemos que tener contentos a la policía”. A su vez consideraban que a los jueces no les podían tocar, porque si todos los jueces se ponían en su contra, no podían sostener al Gobierno y entonces optaron por hacer palo y zanahoria con los jueces, intentando establecer algún tipo de reforma para el acceso, que salió bastante mal, e incentivando jubilaciones sustanciosas. Y con el ejército, algo parecido, con mucho dinero regado con la pertenencia a la OTAN.

¿Y Zapatero y Sánchez?

Zapatero yo creo que es alguien que por la propia génesis de su gobierno como una apostilla a la guerra contra el terror, como un efecto colateral de esa guerra contra el terror, pues realmente no avanza demasiado en la agenda represiva, pero vive al final en un país que al entrar en la crisis económica y al no haberse producido ninguna depuración de esas políticas de mano dura, luego éstas se activan sin ningún problema. Ya al final de su mandato, la represión contra las protestas por la primera reforma laboral de Zapatero es importante. Entonces, en ese sentido, tanto Zapatero como Sánchez han sido ambiguos. Sánchez desde la no derogación de la ley Mordaza hasta las cuestiones de política interna, poniendo a Fernando Grande-Marlaska y a Margarita Robles al frente de los ministerios clave y sustituyendo a Arantxa González Laya en la crisis marroquí por alguien completamente servil a los intereses del imperio estadounidense. Podemos decir que, en términos de política dura, que son precisamente los ministerios que pidió Pablo Iglesias en aquella famosa intervención en 2016, él no ha tocado nada de esa estructura, más bien al contrario. Yo creo que se ha reforzado por cuestiones como la de Pegasus. Sabemos que se ha utilizado Pegasus bajo mandato, por lo menos en el CNI, del Gobierno del PSOE. Entonces, siempre vamos a encontrar esa ambigüedad del Partido Socialista, que puede salir a manifestarse contra el lawfare y a la vez puede estarse dos legislaturas “sin tocar la ley de secretos oficiales”. Funcionan simultáneamente en esos dos planos.

En el libro apuntas a que gran parte de altos mandos policiales del franquismo y de la Transición han acabado trabajando para las grandes empresas del país y utilizas el concepto de “policía empresario”. Háblanos de esta relación entre el IBEX y miembros de la Policía.

En esto yo creo que le debemos mucho tanto a Carlos Enrique Bayo, como a Patricia López, como a Pilar L. González de Público, que son los que más lo han investigado. La cuestión de los policías empresarios es que, a partir de determinado momento, muy influidos por la burbuja inmobiliaria, estos matones como Antonio González Pacheco (Billy el niño), como lo caricaturiza Manuel Vázquez Montalbán en El Premio, y ese tipo de policías siniestros se convierten en alguien al servicio de la beautiful people, de los grandes empresarios. Pero esto da un salto cualitativo con los Villarejo y compañía porque aprovechan tanto la burbuja inmobiliaria como las posibilidades de triangulación fiscal. En el caso de Villarejo él siempre remite a que fue a través de encargos del Ministerio del Interior, y en este caso no tenemos por qué no creerle, que él llega a Uruguay y empieza a funcionar con paraísos fiscales pues permiten que esas fortunas opacas crezcan sin control como un beneficio colateral de la intervención a favor tanto de empresas como del Estado en sus manejos.

Esto ha dado lugar a que las empresas del IBEX, ya no solo por una cuestión de pago a servicios prestados al Estado en este ir y venir de palcos en los que hay recomendaciones y se dice “este que ya no está de policía, mira si puedes hacer algo por él”, sino que esas empresas, en sus estrategias de ampliación empiezan a competir entre sí y empiezan a utilizar la información para perjudicar al rival. Lo hemos visto en el caso de Iberdrola contra Florentino Pérez, lo hemos visto ya en bastantes ocasiones. Ahí el policía o el ex policía lo que aporta oficialmente es el know-how y extraoficialmente, como se ha visto con el caso Villarejo, pero no solo con el caso Villarejo, lo que aporta es la base de datos de la policía. Y aporta contactos y aporta el conocimiento de primera mano. Ya digo que esto está muy bien documentado y bien publicado, lo que no está es depurado. Entonces, no sabemos en qué quedan, digamos, todas esas puertas giratorias que como digo, ya no solo se trata de poner un sueldecillo al policía retirado, sino que han generado auténticas fortunas.

Tres libros de la bibliografía citada en el libro que recomiendes.

Sobre la cuestión global, creo que Mano Dura de William I. Robinson es fundamental por ese nexo que hace entre la crisis económica y la represión, que yo creo que no es tan intuitiva o que no la estamos trabajando tanto pero que es el núcleo de nuestra demanda contra la ley mordaza, que forma parte de la respuesta contra la crisis económica y que es también es parte de nuestra derrota ahora mismo.

Luego el ensayo que cito de Belén Gopegui, Rompiendo algo, explica muy bien por qué no tenemos que pensar en grandes conspiraciones y por qué es inútil pensar en muchos casos en términos morales sobre nuestro adversario. Ellos no consideran que estén haciendo el mal, sino que consideran en todo caso que están sirviendo a la razón de Estado o a un bien superior. Entonces, cuando se deja morir a la gente en la frontera se considera que se están protegiendo unos valores o una civilización e incluso cínicamente pueden decir que se está protegiendo al trabajador autóctono. Ella dice que no hay psicópatas en la Ítaca del mal y quiere decir, siguiendo una lógica de Hannah Arendt, que esta gente son burócratas de una razón de ser, de una razón de Estado.

Y luego ya entrando en temas más específicos de la bibliografía, hay uno al que le tengo cariño, que no es un libro que esté perfectamente escrito pero que se llama Sin ninguna base, de Juan José Téllez, que es sobre el puerto de Rota y la base militar. Es muy completo y me parece muy interesante para pensar ese lugar en el mundo en el que España continúa desde los pactos de Madrid con Estados Unidos y que hace al final hace de nuestro país no solo un centro importantísimo para la guerra, sino un objetivo para la guerra, porque hay que recordar siempre que ahí está, digamos, eso que llaman escudo antimisiles, que son más misiles, que son destructores y barcos muy grandes al lado de la ruta migratoria, al lado el veraneo y al lado de Gibraltar. O sea, es un punto muy curioso de la geografía del que no solemos hablar mucho.

Y luego, como apostilla, hay uno de Francisco Pérez de los Cobos, el juez del Tribunal Constitucional, que se dedica a hacer pequeños versos y aforismos que como documento histórico me ha hecho mucha gracia, la verdad.