Venezuela

Brasil y Colombia: mantener el diálogo en Venezuela

El presidente de Brasil, Lula da Silva y el presidente de Colombia, Gustavo Petro — Foto: CNN
Petro y Lula son hoy quienes más responsabilidades han asumido en los grandes temas regionales y globales, incluso pagando un alto precio de confrontación con un Occidente en franca decadencia

Ante la formalización del resultado de la elección presidencial por parte del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) de Venezuela, Brasil y Colombia han optado por mantenerse firmes en la idea de que cualquier resultado electoral debe partir de la publicación de las actas. Esto comprueba que ni Brasilia, ni Bogotá han cedido a la malsana presión de la derecha latinoamericana que, en poco o nada se interesa por la democracia venezolana o el Estado de derecho. Si así fuera, no hubiesen hecho campaña en años anteriores por salidas de facto, incluidos intentos de golpe de Estado.  Su único propósito es el cambio de color político, importa poco el precio.   

Desde hace varias años ha estado en juego el principio de no injerencia en América Latina y Venezuela ha sido el escenario propicio para agitar la bandera del intervencionismo  bien sea a partir de las sanciones, los chantajes, las instigaciones a los militares (el gobierno de Iván Duque conminó a las Fuerzas Armadas a levantarse, un gesto inédito) e incluso la contemplación abierta de una intervención (como ocurrió con el gobierno de Donald Trump cuando se habló de que todas las opciones estaban sobre la mesa).

Por eso cualquier abordaje a la crisis venezolana debe hacerse tomando en consideración la coyuntura de los últimos años. El comunicado Brasil-Colombia responde a las tensiones y sensibilidades de todo este tiempo.

El rompimiento de un progresismo que apuesta por una salida negociada, paulatina e incluyente va por cuenta de  Gabriel Boric

Mientras tanto, México sin sumarse al comunicado oficial colombo-brasileño, ha sido coherente con la doctrina Estrada (de no intervención) pero manteniendo a disposición de los venezolanos su perfil como facilitador. Valga recordar que México tiene una larga trayectoria para el desmonte de controversias en la zona y el propio Andrés Manuel López Obrador conoce de cerca las tensiones postelectorales. En 2006 le fue arrebatada la presidencia mientras América Latina guardaba silencio cómplice y se reconocía sin miramientos a Felipe Calderón. AMLO ha sido leal y magnánimo para no enrostrar dicho contraste que desnuda la forma como se defiende selectivamente la democracia en América Latina en clave ideológica.

El rompimiento de un progresismo que apuesta por una salida negociada, paulatina e incluyente va por cuenta de  Gabriel Boric. El chileno insiste en que el anuncio del  TSJ confirma la hipótesis anunciada con escandalosa antelación al 28 de julio sobre fraude. Al menos tres defectos tiene tal postura: a. favorece la afirmación sin pruebas pero que se difunde a velocidades vertiginosas de que el presidente legítimo es Edmundo González Urrutia, desconociendo incluso que Maduro tiene por delante un mandato hasta comienzos de 2025; b. erosiona la legitimidad de la posición de Brasil, Colombia y México y, c. le sirve a la derecha para atribuirse el derecho de catalogar a una izquierda como buena y mala. Romper ese consenso, hace menos viable una salida pacífica en Venezuela impulsada por los sectores progresistas.

Petro y Lula son hoy quienes más responsabilidades han asumido en los grandes temas regionales y globales, incluso pagando un alto precio de confrontación con un Occidente en franca decadencia a propósito de Gaza, Ucrania, el calentamiento global y ahora una crisis venezolana que le cae como anillo al dedo a una extrema derecha envalentonada.