La hipocresía del régimen peruano

El canciller Javier González-Olaechea — El Comercio / Zuma Press / ContactoPhoto
Perú hoy, es un ensamblaje de territorios; algunos bajo control de multinacionales, otros bajo el dominio de potencias extranjeras. Es cada vez más un país donde reina el anarcocapitalismo, la ausencia manifiesta del Estado y un agudo individualismo

El Gobierno peruano, impuesto a través de un golpe de Estado, es la punta de lanza en la ofensiva actual contra Venezuela en nombre de la “democracia”. El canciller Javier González Olachea, conocido fujimorista, fue el primero en reconocer al candidato Edmundo González como “ganador” de las elecciones, mientras las autoridades electorales venezolanas validaron la reelección de Nicolás Maduro.

El apuro del Gobierno peruano —mientras continúa el conteo desglosado y la controversia judicial en Venezuela— es revelador del papel de Perú en la geopolítica regional hoy. Desde el golpe contra Pedro Castillo, las fuerzas conservadoras consideran a Perú como su “bastión”, tal como lo expresaron los integrantes del grupo de Madrid en su reunión en Lima en abril de 2023. En un país atomizado, sin oposición política unida y organizada contra el sistema neoliberal, la hegemonía cultural construida por Alberto Fujimori todavía se impone en el Perú. En una reciente entrevista, el viejo dictador peruano, hoy liberado por el régimen de Boluarte, declaró: “lo que hacen Milei y Bukele, yo lo hice hace treinta años”.

El resultado está a la vista. Perú hoy, es un ensamblaje de territorios; algunos bajo control de multinacionales, otros bajo el dominio de potencias extranjeras. Es cada vez más un país donde reina el anarco-capitalismo, la ausencia manifiesta del Estado y un agudo individualismo. En este contexto, aglutinar fuerzas para pensarse como nación y refundar la República es una ardua pero indispensable tarea.

Las declaraciones apresuradas del canciller revelan este afán de mostrarse como el más obediente satélite de Washington y el bastión del neoliberalismo desde donde acumular fuerzas en tiempos de derrotas, y desde donde lanzar las primeras ofensivas contra los enemigos ideológicos que ordenan los Estados Unidos.

Las declaraciones del canciller fujimorista fueron ratificadas por el jefe de Gobierno, el primer ministro Adrianzen. La mandataria designada Dina Boluarte permaneció totalmente callada durante días, a pesar que constitucionalmente debe liderar las relaciones exteriores. Una semana después terminó avalando la posición del canciller como una cualquier subordinada. Esta inversión institucional no debe sorprender a nadie. Ya sabemos quién manda en el Perú.