Genocidio en Gaza

Israel quiere convertir Cisjordania en la nueva Gaza

Este mes de agosto se convirtió en el más mortífero para los habitantes de Cisjordania, que no han dejado de ser atacados ni un solo día en estos últimos meses

“Estoy acabando un recorrido con las autoridades por la línea del muro. Nuestro mensaje a los vecinos más allá de la valla, en Tulkarem, Nur al-Shams, Shawika y Qalqilya: los convertiremos en ciudades en ruinas como en la Franja de Gaza si continúa el terror contra los asentamientos”. Estas son las palabras expresadas por el ministro de Finanzas de Israel, el ultra Bezalel Smotrich, a finales de mayo, cuando el plan para convertir Cisjordania en una nueva Gaza ya estaba sobre la mesa.

Este mes de agosto se convirtió en el más mortífero para los habitantes de Cisjordania, que no han dejado de ser atacados ni un solo día en estos últimos meses. El miércoles, este territorio ocupado vivió una de las jornadas más violentas. Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI)  lanzaron lo que denominaron ‘operación antiterrorista’ y asaltaron, simultáneamente, al menos cuatro ciudades palestinas y varios campos de refugiados cercanos. 

Se trata del mayor ataque contra Cisjordania en las últimas dos décadas. Hasta el momento, se ha cobrado la vida de al menos 10 palestinos y se lleva a cabo desde aire y tierra. Paralelamente, las fuerzas de Israel cercaron completamente una de las principales urbes de Cisjordania, Yenín, bloqueando el acceso de las ambulancias y cortando el suministro eléctrico. 

Estos ataques coinciden con un llamamiento del ministro de Exteriores, Israel Katz, a comenzar la evacuación de la población palestina de Cisjordania. "Se trata de una guerra en todos los sentidos. Necesitamos abordar la amenaza [terrorista] exactamente como abordamos la infraestructura terrorista en Gaza, incluida la evacuación temporal de civiles palestinos y cualquier otra medida necesaria", tuiteó el alto diplomático de Israel, que va engrosando con sus mensajes el expediente de citas que Sudáfrica presentó frente a la Corte Internacional de Justicia (CIJ) en el caso de genocidio. 

En Cisjordania, donde no hay Hamás, como bien apuntaba el humorista egipcio Bassem Yusseff en el viral programa con Pierce Morgan, los palestinos siguieron cayendo víctimas de la misma maquinaria de exterminio que opera en Gaza. Según datos del Ministerio de Sanidad palestino, en lo que va de 2024, al menos 310 personas fueron asesinadas por fuego israelí, medio centenar de ellos, menores de edad. Y si calculamos el número de asesinados desde el 7 de octubre del año pasado, estamos hablando de más de 650 palestinos muertos en incidentes violentos con tropas o con colonos. 147 eran niños. 

Las sugerencias sobre la necesidad de evacuar a los palestinos de Cisjordania que, descontextualizadas, podría parecer una sincera preocupación por los civiles, no se pueden analizar independientemente de otras ideas, filtraciones y declaraciones públicas que han hecho desde Netanyahu hasta el propio Katz, desde el ultrasionista ministro del interior Itamar Ben Gvir hasta el colono radical Bezalel Smotrich, ministro de Finanzas. Si se examinan con este contexto en mente, queda claro que no se está pidiendo una evacuación, sino una limpieza étnica. 

La colonización y la ocupación de las tierras palestinas en Cisjordania no ha parado en todos estos años. Sin embargo, durante este año se ha acelerado. Según la ONG Peace Now, que documenta la colonización de las tierras palestinas, en lo que va de 2024, los colonos ocuparon 23 kilómetros cuadrados más de tierra palestina. Una ocupación ilegítima ante el derecho internacional, pero que tiene el visto bueno de la administración de Israel, que otorga permisos oficiales para seguir ocupando tierras, casas y jardines ajenos.

De hecho, en julio de este año, el Estado de Israel anunció la mayor incautación ilegal desde la firma de los acuerdos de Oslo en 1993. De una tajada se quedaron con más de 12 kilómetros cuadrados. Smotrich reconoció abiertamente que su objetivo es que ese territorio lo controle Israel. Por lo tanto, la evacuación es tan solo una cortina de humo.

A finales de junio, el periodico NYT publicaba una exclusiva basada en un audio al que había tenido acceso. En una conversación privada, grabada durante la reunión del partido Sionismo Religioso, se oye a Smotrich decir a los colonos que el Gobierno de Israel ya está envuelto en un esfuerzo sigiloso para cambiar irreversiblemente el status quo de las tierras palestinas. El ministro aseguró que ya estaban en marcha “actividades sobre el terreno para convertir Judea y Samaria [un término israelí para la Cisjordania ocupada] en una parte integral del Estado de Israel”, sin ser acusados de anexarlos formalmente.

“Estableceremos la soberanía primero sobre el terreno y luego a través de la legislación. Tengo la intención de legalizar los asentamientos jóvenes [puestos de avanzada ilegales]”, dijo Smotrich. “Es muy dramático. Son cambios que modificarán el ADN de un sistema”, añadió. 

En Cisjordania viven tres millones de personas; es decir, es el lugar donde habitan más personas palestinas si exceptuamos toda la diáspora que fue expulsada. A un lado de Cisjordania tenemos la frontera con Jordania, y al otro, la llamada línea verde, establecida en 1948, cuando se creó el Estado de Israel, para separar el territorio palestino del hebreo. 

La situación actual en Cisjordania no puede explicarse sin tener en cuenta que está sitiada por un muro, al que también llaman “la barrera”, y que, por si hubiera alguna duda, no respeta esa línea verde. Fue levantado en 2002, lo aprobó el partido laborista israelí y cambió la vida a los tres millones de personas que viven allí. Imaginad que, de la noche a la mañana, un muro te separa de tu familia y tienes que pasar un punto fronterizo para ir a verla cada día. O para entrar a labrar las tierras en las que trabajas. Imagina que tu vida diaria, como ir a hacer cualquier recado, se convirtiera en un paso fronterizo con ‘checkpoints’, con cacheos e identificaciones. Desde 2022, además, hay ciudadanos que necesitan permisos especiales para vivir en sus propios hogares. 

El muro es parte fundamental de la estrategia de apartheid, ocupación y cerco a la población palestina. Restringe su circulación, pero además, va dejándoles cada vez menos terreno. De hecho, una opinión consultiva emitida en 2004 por la CIJ declaraba su ilegalidad e instaba a su total desmantelamiento. En julio de 2024, la ONU aceptaba una resolución que condenaba la barrera: 150 estados votaron a favor, 10 se abstuvieron y solo Israel y EEUU se manifestaron en contra.

Sin embargo, no todo el mundo vive igual tras el muro. La pérdida paulatina de territorio y autonomía que ahora parece acelerarse se basa en una estructura de distribución territorial en tres áreas, A, B y C. El área A comprende las principales ciudades palestinas de Cisjordania: Nablus, Yenín, Ramala, Belén, Tulkarem, Qalqilya, Jericó y parcialmente Hebrón. Esta zona es la única en la que la administración civil y la seguridad recae sobre la Autoridad Nacional Palestina (ANP).

La zona B representa un 25% del territorio cisjordano y es en la que Israel controla la seguridad de forma conjunta con la Autoridad Nacional Palestina (ANP), aunque, de facto, todo está bajo control israelí. Finalmente, tenemos el área C, el 63% del territorio, en la que están los asentamientos de colonos, los puestos militares y las principales vías de circulación. También infraestructuras básicas como pozos de agua o terrenos agrícolas.

Todo esto nos lleva a hablar de uno de los actores políticos fundamentales del genocidio en curso: los colonos, quizá uno de los elementos más despreciables y execrables  dentro del panorama israelí. De hecho, algunos de los arquitectos de este genocidio que más les sonaran, se han criado en ellos, como los citados Gvir y Smotrich.

Hay más de 700.000 colonos israelíes viviendo actualmente en los territorios palestinos ocupados, lo que incluye Cisjordania y Jerusalén Este, distribuidos en 279 asentamientos. Israel se lava las manos con la cuestión, argumentando que no puede controlar a esta “especie invasora” y, cuando ya se han asentado, les legaliza y les protege militarmente. Solo en los últimos diez años, hasta 200.000 colonos se habrían establecido en Cisjordania, un aumento del 40%. 

Desde principios de 2024, las autoridades israelíes han emitido cuatro anuncios para convertir tierras palestinas privadas en tierras estatales, al prohibir así a los ciudadanos palestinos acceder a ellas, cultivarlas o reclamarlas. El último, este mes de julio. La mayor apropiación de terreno de Cisjordania en tres décadas. Netanyahu los necesita para su colonización en curso, así que ya antes del 7 de octubre había aprobado 13.000 viviendas en territorios palestinos. 

Al instalarse, los colonos despliegan una violencia salvaje contra la población local: acosan y agreden a los pequeños agricultores, talan sus olivos, incendian sus coches, entran en sus casas armados… Al final, el supremacismo sionista es pura violencia, racismo, machismo y solo pueden construir un Estado a costa de destruir todo lo diferente a ellos. ¿Qué Estado? ¿Qué tierra prometida? ¿Qué sociedad puede crecer con estos cimientos? 


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