Afganistán

Afganistán: Las mujeres que ya no pueden cantar

Si Afganistán es hoy un Estado fallido, es porque EEUU decidió, en 2001, que le hacía falta una buena dosis de “libertad”

Las últimas noticias sobre Afganistán son aterradoras: las mujeres tienen prohibido cantar, hablar en voz alta o recitar el Corán en público. Esta prohibición se suma a otras muchas vigentes en el país, como estudiar una carrera, trabajar, mostrar su rostro en público, salir a la calle solas, tener autonomía económica o libertad sexual. 

Podríamos enumerar así todas y cada una de las barbaridades que  los talibanes comenten sobre sus mujeres, ya que la razón de ser este régimen fundamentalista se sostiene sobre la violencia machista. El régimen talibán no existiría sin la violencia machista y sistemática a todos los niveles —económico, político, físico, sexual— contra las mujeres. 

Una podría informar de esto a golpe de noticia escalofriante e indignante, como esta última, la de tener prohibido cantar. Una podría poner el grito en el cielo, compartir vídeos de solidaridad, clamar contra el régimen talibán criminal, firmar todos los manifiestos o exigir asilo y refugio para todas y cada una de las afganas que pueblan la tierra. Y todo ello estaría muy bien. Sin embargo, hay que decirlo claro, sin sarcasmos y sin ironías esta vez: no se puede denunciar la brutalidad talibán sin denunciar la intervención occidental en ese país.

Las afganas están sometidas a un régimen salvaje que ha cercenado sus derechos humanos por responsabilidad de los EEUU y sus aliados. Y no solo ellas. La infancia en Afganistán vive con cifras de desnutrición desoladoras. Las minorías étnicas son perseguidas. La población LGBTI, condenada a torturas o a muerte. Si Afganistán es hoy un Estado fallido, es porque EEUU decidió, en 2001, que le hacía falta una buena dosis de “libertad”. Veinte años después, es el país más peligroso del mundo donde ser mujer.

Fueron ellos quienes entraron al país a sangre y fuego. Fueron ellos quienes recibieron a los muyahidines en la Casa Blanca junto al mismísimo presidente Ronald Reagan. Fueron ellos quienes, después, fueron incapaces de pacificar aquel polvorín. Fueron ellos quienes, finalmente, les abandonaron.

Así que tanto la solidaridad de calendario en los telediarios como el feminismo de ‘clickbait’ que se escandaliza y se lleva las manos a la cabeza con Afganistán —una vez al año aproximadamente—, quizá debería llevárselas antes a los libros de historia, a la hemeroteca y a la historia de ese país. Porque de aquellos polvos, estos lodos. 

Existe un país en el que las mujeres tienen prohibido, literalmente, asomarse a las ventanas. Y sus asesinos, sus violadores, sus torturadores, sus represores, quienes escriben y ejecutan esas leyes contra ellas, fueron en su día los aliados de Occidente, los luchadores por la libertad, los necesarios colaboradores para acabar con la expansión soviética en Oriente Medio.


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