El Cierre de Laura Arroyo

Punto para México, golpe al colonialismo #ElCierre

Los pueblos nos construimos sobre nuestras historias, y nuestras historias se construyen basadas en la memoria. Y hacer esa memoria significa recordar lo que pasó, pero también exigir justicia sobre lo que pasó

México uno, colonialismo cero. Esta mañana oía con atención a los tertulianos y tertulianas de espacios televisivos y radiales llamar a México “país hermano” a la par que señalar que sentían que era exagerado que en 2019 pidieran mediante carta oficial a la Corona española que se disculpara por los actos cometidos durante la conquista española de los territorios en lo que hoy llamamos América Latina. Los argumentos han sido diversos: por un lado, se afirma que pedir disculpas 500 años después resulta desproporcionado y hasta absurdo, ridículo, innecesario; por otro, directamente sugieren que hablemos mejor de “reconciliación”, de “encuentro”, de “inserte usted aquí su palabra de negacionismo preferida”. ¿Qué quieren que les diga, queridos tableristas? Siempre que el colonialismo pierde un punto, la memoria y la democracia sonríen. México en 2019 y en estos días está demostrando algo que seguramente no estamos muy acostumbrados a ver, pero que deberíamos ver un poco más: la capacidad de defender la soberanía desde la apuesta por la identidad democrática que no se somete sólo porque alguien porte una corona.

Primera pregunta: ¿Cuál es la legitimidad popular otorgada al Rey Felipe VI para que sea en función de él que se construya la política exterior española? Porque esta mañana nos dicen y repiten en todos los espacios mediáticos masivos que la política exterior la dirige el Gobierno de España y no la Corona, pero es precisamente lo opuesto lo que estamos viendo. Estamos asistiendo a un sinceramiento de cartas: es en torno a Felipe VI que se decide cómo relacionarse con un país “hermano”, que se decide si va o no una delegación gubernamental, que se decide qué hacer.

La legitimidad de la Corona y de Felipe VI reside en que tiene una corona en la cabeza y, por supuesto, en la arquitectura de poder que en este país le concede esa legitimidad que, por lo mismo, no es popular, sino de otro tipo. Desde el CIS, que nunca pregunta por la monarquía, hasta los medios de comunicación, poderes económicos, judiciales y partidos políticos que le garantizan todo tipo de impunidades.

Segunda pregunta, entonces: ¿acaso tiene un rey al que no eligió absolutamente nadie más legitimidad que una presidenta que ha contado con 35 millones de votos para asumir la Jefatura de Estado de su país? Repito: 35 millones de votos versus 0 votos. Curso de democracia 1: ¿quién cuenta con más legitimidad política? ¿Quién alcanza 35 millones de apoyos para liderar o quién ni se somete a votación para evitar malas noticias? Claudia Scheinbaum es la presidenta más votada en la historia mexicana y que España haya decidido el desaire de no asistir a una invitación sólo porque no se incluye al Rey evidencia que de “país hermano” hay más bien poco. Lo que no gusta a España es precisamente eso, que sea “hermano”, que la relación sea de “igual a igual” y que puedan México y su presidenta poner las reglas de juego democráticas como corresponde. Tal vez preferirían seguir siendo “papá España”, pero esos tiempos han pasado a la historia, aunque tantos se empeñen en que el orden colonial siga persistiendo en muchas formas todavía. La emancipación decolonial es también esto. Acostúmbrese, señor Felipe VI.

No obstante, lo que resulta más ridículo que el propio enfado que pueda sentir el Rey, es la respuesta del Presidente que, a diferencia del monarca, sí fue elegido en las urnas. El problema democrático en España radica muchas veces en sus propios “demócratas” que afirman defender la soberanía popular a la par que impiden, por ejemplo, que se pueda juzgar a Juan Carlos I por corrupción en el Congreso. Esto lo han hecho el PSOE y el PP sistemáticamente, pero también lo han hecho esos tertulianos que toda la mañana han defendido a la Corona pese a ser muy demócratas y, por cierto, muy “progresistas” algunos.

Y aquí está la nota de color, o mejor dicho de “rubor”. Oír a Yolanda Díaz, la vicepresidenta que representa en el Gobierno al partido minoritario que se supone a la izquierda del PSOE, decir que acata las decisiones de Exterior y renunciando a ir a la juramentación es una evidencia más de la cesión absoluta de ciertos espacios políticos al bipartidismo que refuerzan con esa misma sumisión. Una sumisión que parece vasallaje. Vasallos no sólo de la Corona, sino del régimen del 78 que está cimentado en esa Corona. Una izquierda que renunció a impugnar al régimen, para conformarse con aliarse con él en carteras ministeriales. Es decir, una izquierda de régimen que en este tema deja su apuesta tan diáfana que avergüenza. Que desde Sumar asista Gerardo Pisarello no es una buena noticia. Es un disfraz. No me espero menos de un republicano que respeto como Pisarello y me alegra que él defienda esa postura y se lo agradezco, pero lo cierto es que Sumar ha mostrado ya su cara demasiadas veces y en este tema es especialmente vergonzoso. Y no lo digo como sudamericana, aunque también. De renuncia en renuncia, Sumar se encamina hacia la mimetización final. Como si los principios fueran renunciables y como si debieras más respeto a tu socio de gobierno que a tus electores, convicciones y programa. Y, sobre todo, como si no hubiéramos aprendido nada de ese 15-M que enseñó que se debía impugnar al régimen en general, no sólo al PP porque entendió que la clave era y sigue siendo ese régimen del 78 que sigue en crisis y la muestra de ello es la existencia de VOX, la necesidad de la apertura de puertas al fascismo que antes estaba un poco dormido en medios de comunicación, partidos, judicatura, etcétera.

Los pueblos de la Abya Yala somos soberanos. Los pueblos y las gentes de la Abya Yala nos parecemos más a esa España que existe y es mayoritaria y que quisiera poder elegir si continuar siendo una España vasalla o ser una España soberana y democrática. Las repúblicas no serán perfectas, pero las construimos los pueblos, algo que sin duda puede aprender España de aquellos pueblos que llama “hermanos” aunque no se lo crea mucho. Y, finalmente, claro que unas disculpas son necesarias, pero digo más, lo necesario es justicia. Los pueblos nos construimos sobre nuestras historias, y nuestras historias se construyen basadas en la memoria. Y hacer esa memoria significa recordar lo que pasó, pero también exigir justicia sobre lo que pasó. Da igual que hayan pasado 500 o 200 años. ¿Acaso el argumento de “han pasado 50 años desde la muerte de Franco, deja de quejarte” lo permitiríamos? Necesitamos construir un nosotros justo y, por eso, la deuda histórica de España no sólo existe, sino que algunas lo recordaremos siempre y lo haremos también aquí, en suelo español, llenas de orgullo de lo que somos y lo que defendemos, pero sobre todo de dónde venimos y a quién nos debemos. Viva México, cabrones. Orgullo de pueblo realmente hermano. Hasta mañana.


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