Teatro

"Infiltrado en VOX" y el poder emancipador de la sátira

Moha Gerehou continúa en esta nueva temporada teatral con su monólogo antirracista y antifascista, en el que escenifica su entrada fake en el partido de Abascal

El mundo occidental se está extremando cada vez más hacia la derecha, es público y notorio. Falta dilucidar si este devenir forma parte de un movimiento reaccionario de los privilegiados de siempre frente al avance del sur global, que ya no está dispuesto a soportar las dinámicas colonialistas y extractivistas que se aceleran con este turbocapitalismo dispuesto a morir matando. La internacional facha tiene en España un bastión no por cutre menos peligroso, que se manifiesta en Vox pero que ha contagiado a la derecha tradicional y que ha provocado, siguiendo las tendencias internacionales, la aparición de personajes tan abyectos como Alvise y el desprejuiciamiento de una parte de la sociedad que exhibe a cara descubierta el racismo estructural soportado en la inacción -promoción muchas veces- del sistema político.

En este contexto, un trabajo como el de Moha Gerehou sigue siendo necesario y cobra entidad más allá de las bondades o carencias artísticas que pueda presentar. Más que una obra teatral, es una derivada más de su labor antirracista y antifascista. “La extrema derecha explota el racismo estructural porque le da rédito político”, decía Gerehou en una entrevista hace tres años. Y al final de su monólogo da la clave: “ya lo decía mi amiga y vecina Angela Davis: no vale con no ser racista, hay que ser antirracista. Traducido al español: no vale solo con decir que estás en contra de Vox, hay que tomar las acciones que acaben con el racismo del día a día”.

Moha Gerehou juega a disfrazar su obra antirracista y antifascista con el fachaleco reglamentario, los mocasines y la pulsera rojigualda

Esta obra es una de esas acciones de una persona que no es actor, que es fundamentalmente un activista, Moha Gerehou (Huesta, 1992), un periodista que ha escrito el libro ¿Qué hace un negro como tú en un sitio como este?, que presidió la Federación SOS Racismo y que milita ahora en el colectivo Conciencia Afro de Madrid. Y es una acción que viene a sumarse a otras que protagonizan cómicos como Lamine Thior (que tiene un monólogo en gira titulado Españul) o creadoras como Silvia Albert Sopale o Silvia Agüero, autoras y protagonistas de otros dos monólogos antirracistas que hemos podido ver en los últimos años también en el Teatro del Barrio en Madrid y en otros espacios del estado español: No es país para negras y No soy tu gitana, respectivamente.

Estos trabajos no solo no renuncian al humor, sino que lo toman como arma principal para trabajar por un sentido común en positivo, que es lo que decidió también, por ejemplo, Juan Diego Botto al escribir la historia del actor Ahmed Younoussi contada en primera persona en la obra 14.4, donde relata cómo llegó a España con nueve años al cruzar el Estrecho escondido en un camión. La parodia, la sátira, el humor, en definitiva, rompe la verticalidad de la representación dramática victimizadora y necropolítica, donde los personajes migrantes y/o racializados no tienen más agencia que su propia desgracia, seres sufrientes siempre abocados a la muerte. Esta elección satírica no anula el drama, sino que lo pone en valor de otra forma. El oprimido se pone al nivel del opresor, frente a frente, rompe la dinámica de su poder ridiculizándolo. Reírse de los racistas es un arma emancipadora tanto como reírse de uno mismo es una muestra de inteligencia. Pero más allá de eso, pocos dudamos de que realmente Abascal, García Gallardo, Hermann Tertsch, Toni Cantó y Ortega Smith son personajes ridículos. ¿Por qué, entonces, tocan poder? That’s the question.

Infiltrado en Vox es también una llamada de atención sobre la bulopolítica

No es esta la única pregunta que nos asalta viendo y riendo con Infiltrado en Vox. ¿Vox crece porque España es muy racista? ¿España es más racista desde que existe Vox? ¿Sería España menos racista si Vox desapareciera? ¿Estamos contribuyendo a la normalización de la extrema derecha dedicándole una obra teatral que pone sus siglas en el título? ¿Es menos efectiva esta obra si solo se ve en lugares como el Teatro del Barrio, donde probablemente todos y todas las que estamos en las butacas somos ya antirracistas?

Desde luego, uno quisiera ver obras así programadas en grandes centros públicos de producción escénica, pero no dejarían ahí de surgir otras suspicacias. Sea como sea, ver esta obra en el Teatro del Barrio (que también la produce) o en espacios como Periferia Cimarronas de Barcelona (un lugar consagrado a las creaciones artísticas de personas racializadas, migradas y sexo género disidentes), es hacer realidad por unos momentos un mundo sin racismo, sin xenofobia, sin lgtbifobia. Se convoca otro futuro posible, se invoca la esperanza. “La esperanza es una cuestión política. Cuando la gente la pierde, vota al fascismo”, dijo Ken Loach.

Infiltrado en Vox es también una llamada de atención sobre la bulopolítica (no sé si este término existe, pero me sirve), toda esa corriente contemporánea que ha establecido la industria de la mentira y que ha elevado la tensión entre realidad y ficción al primer lugar de las preocupaciones filosóficas actualmente. A través de la técnica deep fake, con el apoyo del colectivo United Unknown, la obra propone también su propia crítica hacia una tecnología usada a favor del río revuelto en el que pescan los dueños fascistas de los medios de comunicación globales. El autor lo sabe bien, siendo como es experto en redes sociales.

Moha Gerehou juega a disfrazar su obra antirracista y antifascista con el fachaleco reglamentario, los mocasines y la pulsera rojigualda. En su viaje escénico ha estado muy bien acompañado y asesorado por sus directoras, dos mujeres también racializadas: Claudia Coelho y Anahi Beholi. Y al final, el mensaje ha llegado claro, en un ejercicio que forma, informa y entretiene: las personas migrantes y/o racializadas todavía son discriminadas en el acceso a la vivienda o a una educación pública normalizada. Tienen problemas para regularizar su situación y son criminalizadas por el color de su piel. Esto sigue sucediendo en una sociedad, la española, supuestamente progresista en su mayoría a juzgar por el color de su gobierno central.

Estrenada en mayo de 2023 en el Teatro del Barrio, el texto de la obra se ha publicado recientemente en el último número de la revista Acotaciones de la RESAD, cuya temática central es Escenarios de resistencia: raza y representación en el teatro hispanohablante contemporáneo. Una muy buena noticia. La obra sigue y seguirá en cartel, esperando que se pueda ver en muchos lugares del país, aunque es cierto que a Moha sigue sin salirle bien el grito ese de ¡viva España! Eso o que ha mejorado tanto como actor que es capaz de hacer que lo hace mal. Guiño guiño.