Fútbol

Courtois: la última víctima del Frente Atlético

Thibaut Courtois — Web Real Madrid

Cada vez que se produce un incidente en un estadio, mucha gente alude a lo problemático que es el fútbol, como habitual foco de conflictos. Es un error no entender que en los estadios de fútbol se ponen en evidencia problemáticas que trascienden lo deportivo y tienen su origen en lo social

Es el minuto 63 del derbi y hay una falta a favor del Real Madrid. Desde el fondo sur del estadio se repite un cántico muy feo: “¡Courtois, muérete!”.

Modric abre la pelota a la izquierda, desde donde Vinicius centra y Militao remata en el segundo palo. Es gol del Madrid, el partido se pone 0-1 y Courtois, desde la habitual soledad del portero, se gira y celebra el gol mirando al fondo sur. Hace gestos, salta y grita “¡Vamos!”. Comienzan a caerle muchos mecheros y otros objetos. El portero avisa al árbitro, Busquets Ferrer, y este hace lo que corresponde: avisa al delegado para que anuncie por megafonía que paren de lanzar objetos al campo y, tras continuar la cosa igual, suspende el partido.

Mientras, algunos jugadores del Atlético de Madrid van a la grada a pedir a sus hinchas que paren y les reciben varios encapuchados con pasamontañas que hacen gestos de ira señalando al campo.

El partido se reanuda casi 20 minutos después, pero ya nada es igual, el bochorno ha sido grave y merece reflexión.

Courtois es la víctima                            

Es cierto que el portero debería haberse abstraído y no haber respondido a la provocación de la grada atlética, pero nada justifica ni el cántico previo ni el intento de agresión posterior. Ambas cosas son inadmisibles y tanto el entrenador como el capitán del Atlético de Madrid se equivocaron posteriormente cuando, tras condenar los lanzamientos de objetos, pusieron el foco en lo que entendieron como provocación del portero.

Courtois fue portero del Atlético de Madrid y desde que años después fichó por el Real Madrid ha sido destinatario de la ira de algunos de los hinchas del fondo sur atlético. Una cosa son los silbidos, habituales en el fútbol, y otra cosa es la línea que se cruzó en el partido y que no puede tener disculpa alguna.  

Precedentes del Frente Atlético             

Este grupo ultra es uno de los más violentos de España y copa buena parte del fondo sur del Civitas Metropolitano.

Su ideología es de extrema derecha y en las últimas décadas ha protagonizado diversos casos que muestran claramente lo necesario que es erradicarlo del fútbol y de la sociedad. Aquí cito algunos:

Protagonizaron dos sonados asesinatos en Madrid.

En 1998 a Aitor Zabaleta, seguidor de la Real Sociedad, y en 2014 a Francisco Javier Romero `Jimmy´, hincha del Deportivo de la Coruña.

En enero de 2023, colgaron de un puente un muñeco que simulaba ser Vinicius, junto a una pancarta que decía “Madrid odia al Real”.

Y en abril de este año profirieron gritos racistas desde el fondo sur del Civitas a Nico Williams, quien poco después marcó un gol, miró a la grada y se señaló el brazo izquierdo, en alusión al color de su piel.

El club ampara a los ultras

Hace décadas que el Frente Atlético realiza acciones violentas y racistas sin que haya sido erradicado del estadio, y ya son varias las veces en que el club trata de lavar su imagen transmitiendo la idea de que cada hecho se produce por dos o tres personas a las que castigar de forma ejemplarizante para que la cosa se calme y así no tener que ir a la raíz: no es un problema individual de casos aislados, sino grupal, de un colectivo de hinchas de extrema derecha que recurren la violencia de forma sistemática.   

Las directivas del Barcelona y del Real Madrid tienen muchas cosas criticables, pero es elogiable su determinación en haber erradicado hace años a sus respectivos grupos ultras (Boixos Nois y Ultras Sur) de sus estadios.

Ambos grupos violentos, tan o más numerosos que el Frente Atlético, causaron diversos disturbios graves y en ambos casos los clubes lograron echarles de los estadios y prohibir su ingreso, cosa que se ha mantenido hasta el día de hoy. En el lugar que ocupaban los ultras, ambos clubes pusieron las llamadas “Gradas de animación”, desde las cuales sus hinchas, mayoritariamente jóvenes, se dedican a animar a sus equipos sin provocar incidentes.

Si esto lo pudieron lograr Barcelona y Real Madrid hace ya años, es evidente que a la directiva del Atlético de Madrid se le debe exigir lo mismo.

Si no lo hace, hay que preguntarles por qué inquietante motivo amparan a un grupo de ultras con muchos precedentes de violencia.

La afición del Atlético no merece esto

La del Atlético de Madrid es un ejemplo de afición pasional que en las buenas está con su equipo y que en las malas lo está más aún.

La inmensa mayoría de los hinchas atléticos tuvo ayer, como siempre, un comportamiento impecable, animando a su equipo de forma sana.

Incluso, la mayoría del estadio silbó con claridad al fondo sur cuando se realizaron desde allí los lanzamientos de objetos a Courtois, y también lo hizo cuando los jugadores, al terminar el partido y sin tener en cuenta lo que había ocurrido previamente, fueron a agradecer su apoyo a ese sector del estadio.

Casi toda la afición del Atlético va al estadio a ver un partido de fútbol y a disfrutar con su equipo, y por eso debe presionar a su directiva para que tome medidas drásticas y necesarias que hagan que los atléticos no queden manchados por un pequeño grupo violento y con poder que utiliza la excusa del fútbol para otra cosa.

No es un problema del fútbol, es un problema social

Cada vez que se produce un incidente en un estadio, mucha gente alude a lo problemático que es el fútbol, como habitual foco de conflictos.

Es un error no entender que en los estadios de fútbol se ponen en evidencia problemáticas que trascienden lo deportivo y tienen su origen en lo social.

Los violentos son muchas veces gente con problemas, apartada, que encuentran en los grupos ultras un lugar en el que sentirse parte de un colectivo y lograr visibilidad, repercusión y, en muchas ocasiones, realizar negocios turbios, a veces con la connivencia de los propios clubes.  Es decir, los violentos no son gente normal que se convierten en agresivos en el ambiente futbolero, sino que ya son gente violenta que encuentra en los estadios un nicho desde el que potenciar, junto a otros, su identidad.

Y lo cierto es que desde hace años la sociedad vive en un mayor ambiente de crispación, potenciado por el ascenso de la extrema derecha en diversos países, incluido España.

Cuando desde la política y los medios de comunicación se difunden y se potencian discursos de odio, se termina por generar una sociedad crispada en la que hay gente que siente la irrefrenable necesidad de odiar a alguien.

Y alguna de esa gente encuentra en el fútbol un lugar en el que compartir su tara con otras personas, sabiendo que sus acciones pueden lograr una repercusión que en otros ámbitos no lograrían.

Es tarea de todos exigir castigos ejemplares con los racistas y con los violentos tanto en los estadios como fuera de ellos, así como pedir a los políticos y a los medios de comunicación que condenen sin paliativos los discursos de odio y que denuncien a quienes los realicen.

También es necesario que desde los profesionales del fútbol se haga siempre una condena inequívoca de cualquier acción racista o violenta que realicen los hinchas, así como difundir mensajes conciliadores. El fútbol es un deporte precioso que transmite valores importantes como la solidaridad y el respeto, y que tiene el poder de generar ilusión en la gente como muy pocas otras cosas lo logran.

Por ello, es muy injusto que un grupo de ultras manche la imagen de una inmensa mayoría de hinchas que van cada semana al estadio con el deseo de que su deporte favorito siga siendo el espectáculo que siempre debería ser.