El 'caso Ábalos' es el 'caso bipartidismo'

José Luis Ábalos y Koldo García Izaguirre — Jesús Hellín / Europa Press

Los actores principales no son ni Koldo ni González Amador, ni Ábalos ni Ayuso, ni Feijóo ni Sánchez. Los actores principales son el PSOE y el PP

A lo largo de esta semana, lo que antes conocíamos como 'caso Koldo' ha alcanzado un nuevo nivel político y mediático como consecuencia de la filtración a los medios de comunicación de un informe de la Unidad Central Operativa (la UCO) de la Guardia Civil sobre el caso.

El número de publicaciones que hemos podido leer en los últimos días derivadas del contenido de dicho informe es altísimo. En las 233 páginas en las que la UCO ha recogido el resultado de sus pesquisas, la cantidad de hechos más o menos comprobados, de mensajes privados y de personas presuntamente implicadas, así lo permite. Si a esto añadimos la detención de Víctor de Aldama —una de las piezas centrales del 'caso Koldo'— en el marco de otra actuación judicial por fraude en la venta de hidrocarburos, la situación se complica y se enmaraña todavía más.

La cantidad de elementos publicados durante la semana es abrumadora y la clave del asunto es que los indicios apuntan ahora con mayor intensidad a la implicación del exministro de Transportes y Secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos. Hasta la publicación del informe de la UCO, Ábalos había podido defender —con mayor o menor fortuna— que él no supo nada de la trama de corrupción hasta que estalló. Esta hipótesis no solamente servía para mantener al exministro fuera de peligro sino que, también, protegía de la contaminación a Pedro Sánchez. Al fin y al cabo, el interfecto fue para el actual presidente del Gobierno una persona de la máxima confianza, como demuestra el hecho de que le encargase, al mismo tiempo, el puesto más difícil y más complejo en un partido después del del Secretario General y el ministerio con mayor presupuesto y mayor capacidad de incidir en la política de los territorios. Después de lo que hemos conocido, ya resulta mucho más difícil mantener ese cortafuegos levantado y, de hecho, el informe de la UCO contiene incluso mensajes privados entre Ábalos y Sánchez, como aquel en el que el primero informa al segundo del viaje a España de la vicepresidenta de Venezuela, Delcy Rodríguez.

Dicho esto, es importante no perderse en un debate público que está lleno de complejidades, de supuestos hechos que no se sabe muy bien qué significan y de incógnitas respecto de la implicación de las diferentes personas que hoy ocupan puestos de responsabilidad. Siempre manteniendo la cautela que uno debe ejercer después de que, en la última década, hayamos visto demasiadas veces cómo determinados informes policiales no son todo lo veraces que uno esperaría —especialmente si hay una intención política detrás—, el informe de la UCO sugiere que podría ser el caso que la trama de corrupción haya pagado el alquiler de la pareja de Ábalos, que haya comprado un chalet en Cádiz para el disfrute del propio exministro, que haya intervenido de alguna manera en el rescate millonario de Air Europa o que haya podido poner en contacto a la empresa pantalla que suministraba mascarillas con el gobierno de Baleares, dirigido entonces por Francina Armengol —hoy presidenta del Congreso—, o con el ministerio de Sanidad, dirigido entonces por el hoy resident de la Generalitat, Salvador Illa. En cada uno de estos casos, los indicios son de diferente intensidad, en algunos de ellos existen declaraciones contradictorias de las personas implicadas y, en resumen, la cantidad de detalles es enorme.

Aunque Feijóo, Ayuso y Aznar hayan cargado duramente contra la corrupción del PSOE, todo el mundo sabe que el PP fue, es y seguirá siendo, básicamente una organización criminal concebida para ejercer la corrupción como forma de gobierno

Sin embargo, conviene no perder de vista el elemento político fundamental de todo lo que está ocurriendo. Aunque en los últimos días Feijóo, Ayuso y Aznar hayan cargado duramente contra la corrupción del PSOE, todo el mundo sabe que el PP fue, es y seguirá siendo, básicamente una organización criminal concebida para ejercer la corrupción como forma de gobierno. De hecho, el 'caso Koldo' es enormemente similar en sus mimbres más básicos al 'caso Ayuso'. Si, en el peor momento de la pandemia, una serie de conseguidores en el entorno de José Luis Ábalos se dedicaron a forrarse colocando material sanitario a las administraciones públicas —y cobrando mordidas por ello— mediante la utilización de sus contactos políticos privilegiados, exactamente lo mismo tuvo lugar en el entorno de Isabel Díaz Ayuso, como revelan los casos de su hermano y de su pareja. Si podemos afirmar que la trama Koldo entró hasta la cocina del PSOE, no es menos cierto que la trama Ayuso entró hasta la cocina del PP.

Y este es el elemento clave para comprender el significado profundo de toda la maraña de hechos que llenan los debates en los medios de tinta de calamar: la corrupción es el funcionamiento por defecto del bipartidismo. Por mucho baile de nombres, por mucha danza de apellidos, por muchas dudas de hasta dónde llega cada una de las tramas, los actores principales no son ni Koldo ni González Amador, ni Ábalos ni Ayuso, ni Feijóo ni Sánchez. Los actores principales son el PSOE y el PP. Los dos partidos dinásticos del sistema del turno que llevan gobernando España como si fuera un cortijo propio desde el principio de los años 80. Claro que son gravísimas las tramas de corrupción del PSOE y claro que son gravísimas las tramas de corrupción del PP. Esa es la maldición y el drama de nuestro país: que el "y tú más" que se lanzan mutuamente las dos caras del Jano bifronte del bipartidismo es simultáneamente verdad en cada una de sus bocas.

Si el bipartidismo político exhibe operativas muy similares a la hora de ejercer la corrupción desde las instituciones públicas, el bipartidismo mediático también coincide en su respuesta

Estamos ante un patrón que se repite y también se repite la operativa mediática de los medios de la derecha y de la progresía cuando salta a la luz un caso de estos. Del mismo modo que toda la prensa monárquica —de derecha a izquierda— lleva enfrascada varios años en la operación "matar a Juan Carlos I para salvar a la monarquía" y han abierto completamente la veda contra el emérito para intentar que así pensemos que la corrupción de los Borbones se acaba allí y se nos olvide —por ejemplo— que la luna de miel de Felipe VI se pagó con medio millón de euros de dinero turbio de su padre, si uno lee en estos días la prensa afín al PSOE, podrá comprobar con facilidad que está en marcha una operación equivalente: "matar a Ábalos para salvar al PSOE" (como, en su tiempo, la prensa de derechas puso en marcha la operación "matar a Bárcenas para salvar al PP"). Si el bipartidismo político exhibe operativas muy similares a la hora de ejercer la corrupción desde las instituciones públicas, el bipartidismo mediático también coincide en su respuesta.

Afortunadamente, el 15M y su expresión política posterior nos enseñaron que hay una alternativa a todo esto. A pesar del martilleo mediático con el mantra de que "todos son iguales", en España existe hoy una fuerza política que, después de una década de participar de los gobiernos de las principales ciudades, de las comunidades autónomas y también del Estado, no ha sido condenada ni una sola vez por corrupción a pesar de que se le han abierto decenas de causas. Que el 'caso Koldo' se haya convertido en una bomba de racimo en la misma semana que se archivaba definitivamente el 'caso Neurona' es algo que señala cuál es el camino para salir de la corrupción bipartidista.