El poder mediático español con la monarquía y contra México

Si la corona española es un lastre a la hora de construir relaciones de respeto con nuestros pueblos hermanos del otro lado del Atlántico, el poder mediático español cumple la misma función
Felipe VI (Concha Ortega Oroz / Europa Press) y Claudia Sheinbaum (Octavio Gomez Pina / Zuma Press / ContactoPhoto)
Felipe VI (Concha Ortega Oroz / Europa Press) y Claudia Sheinbaum (Octavio Gomez Pina / Zuma Press / ContactoPhoto)

Este miércoles se hizo público que la nueva presidenta de México, Claudia Sheinbaum, había decidido invitar a Pedro Sánchez a su toma de posesión el próximo 1 de octubre, pero no a Felipe VI. El motivo, explicado por la propia Sheinbaum en una carta abierta, es que el monarca nunca se dignó a contestar a una respetuosa interpelación formal que le hizo el presidente Andrés Manuel López Obrador hace más de cinco años; en marzo de 2019. En su misiva, AMLO proponía a Felipe VI que los dos países trabajen juntos en una hoja de ruta que pudiera permitir consensuar un relato sobre los “agravios” que tanto el imperio español como el gobierno independiente de México en los últimos 200 años han causado a las poblaciones indígenas. A pesar del evidente ánimo constructivo de la propuesta, lo único que recibió el jefe del Estado del país de habla hispana más poblado del mundo fue una filtración de su carta a los medios de comunicación españoles y un áspero comunicado del Ministerio de Asuntos Exteriores. Y así hasta hoy.

Los padres fundadores del régimen del 78 dejaron escrito en la Constitución que el rey de España no solamente se ocupa de la más alta representación exterior de nuestro país sino especialmente en nuestra “comunidad histórica”

Como hemos explicado aquí, este episodio se enmarca en un problema estructural que tiene la política exterior española. Obviando por completo —o quizás teniéndolo en cuenta de una forma prepotente— lo que significa la corona para los países de América Latina, los padres fundadores del régimen del 78 dejaron escrito en la Constitución que el rey de España no solamente se ocupa de la más alta representación exterior de nuestro país sino especialmente en nuestra “comunidad histórica”; es decir, en las antiguas colonias. Esto es, como poco, un error diplomático absurdo y, en el peor de los casos, una afrenta deliberada a los pueblos de América Latina toda vez que aquellos países construyeron su identidad nacional sin excepción contra el imperio español. Las batallas por la independencia en todo el continente de los ‘patriotas’ frente a los ‘monárquicos’ dejaron historias, himnos y canciones en los que el enemigo siempre era el ejército de la corona española. A pesar de que los pueblos de aquellos países ven al pueblo español con fraternidad y con simpatía, piensan justo lo contrario de su rey. Por ello, es absolutamente evidente que Felipe VI supone un lastre diplomático para España precisamente en nuestra mayor zona de influencia y es desde ahí, desde la humildad y el respeto, desde el reconocimiento de los hechos históricos, desde donde hay que entender la decisión de la nueva presidenta electa de México.

Sin embargo y como era de esperar, la reacción de los poderes políticos y mediáticos españoles ha sido todo lo contrario: insultar a los representantes elegidos por una abrumadora mayoría de la ciudadanía mexicana y escalar la afrenta con lenguaje imperial.

En el lado de los partidos, tanto el PP como el PSOE, han chocado los talones y han respaldado al monarca, tachando la decisión de Claudia Sheinbaum como “inaceptable” o “una falta de respeto”. El gobierno de Sánchez ha decidido no acudir a la toma de posesión y el PP, por primera vez en más de un año, ha apoyado al Gobierno.

Nada de esto sería posible sin suscriptores

El mismo esquema de bipartidismo monárquico se ha producido en el poder mediático. Mientras la derecha mediática echaba espuma por la boca, negaba el genocidio de los pueblos indígenas, hablaba de “leyenda negra” —vamos, que allí nadie mató a nadie—, mientras el director de La Razón —el periódico de derechas de los dueños de La Sexta—, Francisco Marhuenda, llamaba “memo” a AMLO y “pija de izquierdas” a la nueva jefa de Estado de los Estados Unidos de México, mientras el referente cultural de la derecha y la extrema derecha, el escritor Arturo Pérez-Reverte validaba este discurso llamando “imbéciles, oportunistas, demagogos y sinvergüenzas” a ambos mandatarios, mientras todo esto ocurría, básicamente lo mismo tenía lugar en la progresía mediática monárquica, si bien con menos testosterona, menos mala educación y menos tercios de Flandes.

En su editorial, el periódico dirigido por Pepa Bueno se pone a dar lecciones a la República mexicana desde la capital de un reino en el que el jefe del Estado se elige por fecundación en una dinastía restaurada por Francisco Franco

En un ejercicio de opinión sincronizada con sus compañeros de la derecha y la extrema derecha mediática, el periódico insignia del grupo Prisa y supuestamente referente de la prensa progresista no solamente en España sino también del otro lado del Atlántico publicaba un editorial en el que dejaba las cosas claras ya desde el título: “Mal paso de Sheinbaum”. En él, El País, toma claramente partido por Felipe VI y critica duramente a la nueva presidenta de México, que, recordemos, fue elegida con más del 60% de los votos en primera vuelta y a más de 30 puntos del segundo. En su editorial, el periódico dirigido por Pepa Bueno se pone a dar lecciones a la República mexicana desde la capital de un reino en el que el jefe del Estado se elige por fecundación en una dinastía restaurada por Francisco Franco. Para El País, lo hecho por Claudia Sheinbaum es “un desaire al jefe del Estado español que aviva innecesariamente un conflicto diplomático entre dos países con vínculos históricos y culturales suficientes como para llamarse hermanos”. El desaire no es que Felipe VI ignorase durante cinco años una petición educada y constructiva del presidente de México. Según el periódico referente de la progresía española, el desaire es no invitarlo. El editorial, además, rechaza “echar más leña al fuego de la discordia” o “reverdecer viejos conflictos” —exactamente el mismo discurso que utiliza la derecha española para derogar en nuestro país las leyes de memoria histórica— y acusa a los dirigentes mexicanos de tener “una querencia por la atención diplomática impropia de quien defiende la hermandad entre dos pueblos”. En román paladino, que ni AMLO Claudia Sheinbaum están interesados en reparar —mínimamente— la memoria democrática de los pueblos indígenas masacrados sino que simplemente les gusta la gresca. Todo el texto es un lavado de cara del monarca que faltó al respeto al presidente boliviano Luis Arce, que se negó a levantarse ante la espada de Bolívar en la toma de posesión de Gustavo Petro y que ahora pretendía ir a México después de haber ignorado a su máximo mandatario durante un lustro entero.

Que, en España, cuando se trata de defender a la corrupta institución monárquica la derecha, la extrema derecha y la progresía sincronizan sus relojes mediáticos, ya lo sabíamos

Que, en España, cuando se trata de defender a la corrupta institución monárquica la derecha, la extrema derecha y la progresía sincronizan sus relojes mediáticos, ya lo sabíamos. Pero los desbarres que estamos leyendo estos días constituyen un nivel superior. Los titulares de la prensa patria no solamente están sirviendo de escudo a Felipe VI. Además, están lanzando una mirada eurocéntrica, prepotente y colonialista sobre los pueblos de América Latina. Si la corona española es un lastre a la hora de construir relaciones de respeto con nuestros pueblos hermanos del otro lado del Atlántico, el poder mediático español cumple la misma función.

Por eso, además de nuestro compromiso con el periodismo riguroso, además de la independencia que nos dan nuestros socios y socias para poder atrevernos a publicar las verdades sobre los poderosos que la inmensa mayoría de medios ocultan, en Canal Red y en Diario Red estamos muy orgullosos también de dedicar mucho trabajo y mucho cuidado a nuestra cobertura política y mediática de América Latina desde una perspectiva de izquierdas y desde el respeto a todos los países y a todos los pueblos que ello conlleva.