Un govern de dretes

Lorena Sopêna / Europa Press
Este nuevo episodio, que será muy negativo para los derechos de la mayoría social en Catalunya, no es otra cosa que un paso más en la trayectoria que lleva caminando el PSOE desde hace más de un año

Este fin de semana, el nuevo president de la Generalitat de Catalunya, el líder del PSC y exministro de Sanidad con Pedro Sánchez, Salvador Illa, daba a conocer los componentes del nuevo Govern que tendrá su primera reunión este mismo martes. El Govern presidido por Illa será el primero desde la recuperación de la democracia que se conformará bajo el mandato de un único partido no nacionalista, pero eso no significa que todos los nombres de los nuevos consellers y conselleras provengan del PSC. Aunque el socialista se ha rodeado de varias personas de su núcleo duro en puestos importantes, han sido muy comentados también algunos perfiles que Illa ha incorporado desde la sociedad civil e incluso desde otros partidos.

Además de dos personas provenientes de ERC —Francesc Xavier Vila en la conselleria de Política Lingüística y Sònia Hernández Almodóvar en Cultura—, sorprende el alto perfil que Illa ha decidido otorgar a políticos provenientes de la derecha catalana, como Miquel Sàmper. El que fuera conseller de Interior en el Govern de Quim Torra de 2020 al 2021 y hasta febrero de este mismo año miembro de Junts, asumirá la cartera de Empresa i Treball en el nuevo ejecutivo; un ámbito —el económico— en el que las diferencias entre el progresismo y la derecha deberían ser supuestamente notables.

Todavía más sorprendente es el nombramiento de Ramon Espadaler como conseller de Justícia i Qualitat Democràtica. El secretario general de Units —el partido heredero de Unió— no es ya que provenga de la derecha catalana, es que sigue formando parte de ella explícitamente. Además de ser el máximo dirigente de uno de los partidos que la conforman, los posicionamientos políticos de Espadaler pueden ser objetivamente calificados como ultraconservadores en varios ámbitos. En su larga trayectoria —lleva 35 años acumulando cargos públicos—, Espadaler ha defendido posiciones reaccionarias, perfectamente equiparables a las del PP e incluso a las de VOX, en contra del matrimonio homosexual, del aborto y, ya más recientemente e integrado en las filas parlamentarias del PSC, contra la Ley Trans y contra la Ley Solo Sí es Sí. Durante su mandato como responsable de Interior del Govern de Artur Mas, el hoy conseller de Salvador Illa, se preocupó por blindar la utilización de las peligrosas pelotas de goma para dispersar manifestaciones y negó que Esther Quintana fuera herida por una de ellas.

En el capítulo de los “independientes”, cabe mencionar la incorporación de la médica Olga Pané como consellera de Salut. Después de que trascendiera su nombre, se hicieron virales en las redes sociales una serie de vídeos en los que defiende —en un mismo coloquio— que los profesionales de la sanidad catalana trabajan poco, que la colaboración público-privada —el eufemismo neoliberal para referirse a la privatización— es inevitable, que la atención primaria no debería tener pediatras o que sería conveniente vender los datos médicos de los pacientes como una fuente complementaria de financiación del sistema. Todos ellos, posicionamientos que perfectamente podría llevar a cabo un consejero de Sanidad de Isabel Díaz Ayuso, o incluso un directivo del grupo Quirón.

Además de dos personas provenientes de ERC, sorprende el alto perfil que Illa ha decidido otorgar a políticos provenientes de la derecha catalana

En la presentación de su nuevo ejecutivo, en el que, además de haber varios elementos claramente derechistas, no se puede apreciar ni un solo contrapeso fuerte de izquierdas, el nuevo president de la Generalitat, Salvador Illa, quiso dejar claro que su voluntad es la de “gobernar para todos”. Otro eufemismo que cualquier persona mínimamente alfabetizada en el lenguaje de la política sabe perfectamente lo que significa. Gobernar para las mujeres víctimas de violencia machista, pero también para los fundamentalistas religiosos. Gobernar para las personas trans, pero también para los que piensan que los niños tienen pene y las niñas tienen vulva. Gobernar para las personas que sufren mutilaciones por pelotas de goma, pero también para los que tienen ganas de dispararlas. Gobernar para los inquilinos, pero también para los fondos buitre propietarios de miles de viviendas. Gobernar para las personas que necesitan la sanidad pública, pero también para las grandes corporaciones que quieren hacer negocio con ella. Esto es lo que significa el mantra de extremo centro de “gobernar para todos”. Algo que no solamente es imposible sino que además termina cayendo siempre del mismo lado.

El nuevo Govern de Salvador Illa es objetivamente de derechas y así lo confirmaba en redes sociales el líder del PP catalán, Alejandro Fernández, quien escribía lo siguiente: “Conozco a la práctica totalidad de consejeros que acaba de nombrar Illa. Son personas competentes y no se me caen los anillos por reconocerlo públicamente”. Por supuesto, inmediatamente matizaba con el argumentario oficial —no vaya a ser que Feijóo intente cortarle la cabeza de nuevo—, pero la segunda parte del tuit ya no se la creía nadie:Pero como su misión es ejecutar el infame acuerdo que han firmado con ERC —mezcla de lo peor del nacionalismo y la extrema izquierda— nos van a tener enfrente con absoluta determinación”.

En el corto plazo, esto puede servir a los socialistas para acumular poder o, al menos, para conservarlo. El problema para el conjunto de la ciudadanía es que ello también implica caminar hacia gobiernos de derechas, ya estén estos dirigidos por el PP o por el PSOE

Este nuevo episodio —que será muy negativo para los derechos de la mayoría social en Catalunya— no es otra cosa que un paso más en la trayectoria que lleva caminando el PSOE desde hace más de un año. En un momento dado, Pedro Sánchez decidió poner en marcha la operación Sumar para sustituir a Podemos por un socio más dócil y sin capacidad de torcerle el brazo y, una y otra vez, estamos viendo los efectos del —relativo— éxito de esa operación. En el corto plazo, esto puede servir a los socialistas para acumular poder o, al menos, para conservarlo. El problema para el conjunto de la ciudadanía es que ello también implica caminar hacia gobiernos de derechas, ya estén estos dirigidos por el PP o por el PSOE.