Guerra en Oriente Medio

El día más mortífero para el Líbano en décadas

Un misil israelí impacta en suelo libanés — RTVE
En una semana se han producido en torno a medio millar de muertos en Líbano, con más de 400 en un solo día, el 23 de septiembre. Es el día más mortífero de Líbano desde la guerra civil de los años ochenta

La guerra está aquí. Líbano ya no es un escenario secundario del conflicto israelí-palestino. La dinámica inicial llevó a Hezbolá y a otros muchos grupos del denominado Eje de la Resistencia a lanzar ataques frente a los intereses israelíes y estadounidenses por la región como represalia por la invasión de la Franja de Gaza por parte de Israel.

Pero con el paso de los meses se hizo evidente que cada vez más actores en Israel buscaban excusarse en estos ataques para propiciar un ensanchamiento del conflicto que llevaban años pidiendo. No era raro antes del 7 de octubre de 2023 ver a altos cargos de la política israelí señalando la necesidad de desatar una guerra contra Irán en lugar de seguir negociando el acuerdo nuclear y el alivio de las sanciones occidentales.

Pero las respuestas a la actuación israelí en Gaza dieron pie a que Tel Aviv fuera asestando golpes que desequilibraban completamente la retórica en contra de los miembros del Eje de la Resistencia. Así, Israel se ha atrevido a atacar territorio de Yemen o de Irán de manera directa, asesinar al líder palestino de Hamás, cortar accesos terrestres imponiendo un férreo bloqueo en Gaza o a lanzar incursiones armadas en zonas de Cisjordania prohibidas según los acuerdos de Oslo. Y cualquier respuesta a estos actos contaba con una condena occidental que se movía entre lo simbólico y lo estratégico.

En lo que respecta a Líbano, el enfoque era claro: se debía expulsar a Hezbolá del sur del país. Para ello los ministros más beligerantes, incluyendo a Yoav Gallant, ministro de Defensa, plantearon una invasión del país vecino desde el mes de noviembre de 2023. Durante 2024, viendo la nula disposición de Hezbolá a responder de manera que escalase, se fueron cruzando nuevas líneas rojas desde el lado israelí.

Aquí llegaron los asesinatos selectivos de militantes de alto rango, los ataques aéreos transfronterizos en el sur de Líbano, los bombardeos en Beirut y los sabotajes de las capacidades de Hezbolá. Pero aunque el asesinato de Fuad Shukr ya había motivado al grupo libanés a responder, aunque de manera limitada, no fue hasta la semana pasada que la dinámica se volvió insostenible.

Israel declaraba como objetivo formal de la guerra la devolución de los evacuados a las localidades de su frontera norte con Líbano. Este paso era determinante. Implica la decisión de expulsar a Hezbolá, al menos, del sur del país. Sin embargo, las explosiones de miles de buscas y walkie talkies, así como los sucesivos bombardeos en el barrio de Dahiya lo cambiaron todo.

No se trataba solo de la voluntad israelí por crear una zona de amortiguación similar a las creadas en anteriores invasiones durante su largo historial bélico. También se estaba hablando de destruir las capacidades de Hezbolá, presumiblemente para facilitar el transcurso de la incursión terrestre que prometen de forma inminente.

Pero la escala de los ataques ha crecido notablemente, por ello cabe esperar que el statu quo que Hezbolá suplica mantener haya quedado inexorablemente roto. En una semana se han producido en torno a medio millar de muertos en Líbano, con más de 400 en un solo día, el 23 de septiembre. Es el día más mortífero de Líbano desde la guerra civil de los años ochenta.

En estos días, Israel no solo produjo miles de heridos por todo el país con los explosivos implantados tras el sabotaje de los dispositivos. Tras los ataques de los días 17 y 18 de septiembre, que dejaron una veintena de muertos, llegó también el mayor de los ataques en Beirut. En torno al medio centenar de muertos se acumulaban con la voladura de edificios en el barrio donde se encontraba reunida la cúpula de la importante fuerza Radwan de Hezbolá. Por supuesto, en ambos ataques, así como el del día 23, se produjeron muertes de civiles y de personas no vinculadas con Hezbolá.

Entre los asesinatos de alto rango se encontraría Ibrahim Aqil, líder de operaciones buscado por Estados Unidos por los bombardeos contra su embajada en Beirut en 1983. Aqil era también el comandante de la fuerza Radwan, empleada para operaciones de élite transfronterizas en Israel. Una decena de cargos dependientes de Aqil y la fuerza Radwan también habrían sido asesinados. Incluso se llegó a especular con la muerte del otro alto cargo que quedaba en el frente sureño, el comandante Ali Karaki, pero Hezbolá lo desmintió diciendo que había sido trasladado a un búnker. Israel ha señalado a Hasán Nasralá, líder de Hezbolá, como un hombre aislado tras la eliminación de numerosos cuadros de mando.

Aunque la estrategia de Israel apuesta por los asesinatos selectivos para descabezar estructuras enemigas, como lo visto en la fuerza Radwan, también se aplica la doctrina del castigo colectivo —un crimen de guerra tipificado por el derecho internacional—. Se estarían siguiendo en Líbano, por tanto, estrategias similares a las que se llevaron a cabo en Gaza. Ya ha comenzado la exigencia de evacuación de la población libanesa a “lugares seguros” hacia el norte y centro del país, con la promesa del primer ministro Netanyahu de que podrán regresar a sus hogares cuando se haya destruido a Hezbolá, lo cual se antoja complicado viendo cómo en Gaza no se ha logrado eliminar a Hamás pero sí se ha demolido la infraestructura civil palestina mientras se habla de una nueva colonización.

Más de 1.300 objetivos fueron atacados durante la campaña del día 23 y parecía ser solo el principio de lo que Tel Aviv anunciaba como parte de su guerra. Además del sur del río Litani, también buscó la evacuación del valle de Bekaa, en la zona suroriental de Líbano. Es decir, el rango de operaciones aparenta ser más ambicioso de lo que se comentaba hace meses.

Y por si fuera poco, ha vuelto la retórica de que los civiles que permanezcan en áreas con presencia de Hezbolá, serán considerados objetivos ya que, de igual modo que los palestinos de Gaza, estarían siendo empleados como “escudos humanos” por Hezbolá. Y la principal acusación empieza a recordar a la de los edificios civiles de Gaza: Hezbolá estaría usando viviendas y barrios enteros como almacenes de misiles, cohetes, drones y otras capacidades armamentísticas. El discurso es por todos conocido.