Trumpismo

Los “locos” de Trump

Douglas Christian / Zuma Press / ContactoPhoto

La victoria de Trump en las elecciones de 2016 fue impulsada por la alt-right o “derecha alternativa”. ¿Cuál es la relación entre estos sectores y el actual Partido Republicano?

El 6 de enero de 2021, ciertos resortes de la institucionalidad estadounidense fueron puestos contra la pared. Aquel día, empujados por sectores de la derecha radical que convocaron inorgánicamente a través de redes sociales, centenares de trumpistas asaltaron el Capitolio, sede del poder legislativo norteamericano. Fue la primera vez que un grupo trata de tomar el edificio en más de doscientos años.

El operativo no fue exitoso en su objetivo ━evitar la formalización efectiva de la victoria de Joe Biden en las elecciones de 2020━, pero sí en su organización y logística. Telegram y otros espacios de socialización digital y propagación de narrativas políticas empleadas por sectores de la extrema derecha habían servido como plataformas para la difusión de la convocatoria. Los congregados en el acto “Save America” lograron irrumpir físicamente en el Capitolio, pero fueron desalojados.

Aquel momento ilustró la capacidad organizativa de la extrema derecha estadounidense. Los protagonistas fueron varios: supremacistas blancos, neofascistas, neoconfederados, conspiracionistas, anarcocapitalistas, paleolibertarios, etnonacionalistas, nacional-socialistas, libreportacionistas, etc. QAnon, los Proud Boys y otras organizaciones marginales que habían apoyado históricamente a Donald Trump trataron sin éxito de deslegitimar el proceso electoral estadounidense. No obstante, la narrativa del fraude electoral sobrevivió y ha estado presente incluso durante la campaña de 2024.

El auge de la alt-right

En suma, el espacio político que ejecutó el asalto al Capitolio fue la derecha alternativa ━alt-right, por su abreviatura en inglés━. Si bien la presencia y militancia de la alt-right es eminentemente digital, habiendo copado amplios espacios de socialización en Internet a lo largo de las últimas dos décadas, ciertamente sostiene una tensa pero continua relación con republicanismo trumpista; tal vez no como fuerza de conducción, pero sí como motor de empuje y radicalización.

En tanto fuerza catch-all, el Partido Republicano busca articular una mayoría electoral que le permita tomar los poderes ejecutivo y legislativo, de forma tal que no suele otorgar protagonismo a las secciones más radicales de su base social. Pese a ello, las narrativas conspiracionistas e impugnatorias de corte ultraderechista sostenidas por Trump y por otros líderes del bloque actúan como “silbato de perro”; es decir, son discursos no explícitos que, mediante el uso de determinados conceptos, hacen las veces de “guiño” para los grupos radicalizados de la extrema derecha.

Califica como alt-right aquel amplio espectro de posiciones políticas de corte conspiracionista, violenta, antiliberal y, lógicamente, anti izquierda en alguna de sus formas. A diferencia de la extrema derecha con representación parlamentaria, una de las particularidades de la alt-right es su rechazo por principios del orden liberal-burgués, pues son movimientos dogmáticamente antidemocráticos. En lo que respecta a sus valores, dependiendo de su afiliación concreta, incluyen nociones anticomunistas, antifeministas, antisemitas, racialistas, anti islam, anti LGTB y más.

La llegada a la Casa Blanca de Barack Obama, primer presidente negro de la historia de Estados Unidos, fue un caldo de cultivo para el impulso de la alt-right

La llegada a la Casa Blanca de Barack Obama, primer presidente negro de la historia de Estados Unidos, fue un caldo de cultivo para el impulso de la alt-right, no solo por lo que representaba Obama en sí mismo, sino por las posiciones generales del Partido Demócrata de Obama. El odio racial contra Obama ejerció como pegamento de una derecha “alternativa” que, poco tiempo atrás, se hallaba agrupada en torno a movimientos pretendidamente marginales.

Convencidos de que portaban la “esencia” del conservadurismo estadounidense en oposición a un Partido Republicano que era too liberal (es decir, demasiado “progre”) para confrontar al gobierno de Obama, sectores de la alt-right decidieron distanciarse del movimiento neo nazi y de los herederos del Ku Klux Klan para ganar aceptabilidad social. No solo lo lograron, sino que introdujeron a amplias capas de juventud blanca (fundamentalmente, masculina) que forjó su perspectiva política al albor de foros como 4chan.

La oposición de la alt-right digital ━ya orgullosamente auto definida como “derecha alternativa” en torno a 2013-2017━ a aspectos como la introducción en los títulos de algunas compañías de videojuegos de personajes femeninos, LGTB+ o racializados posibilitó el auge de sus discursos en Internet.  La postulación de Donald Trump para ser el candidato republicano en las elecciones presidenciales atrajo a estos sectores, que repentinamente se vieron representados por una identidad trumpista todavía emergente.

Trump, el cauce

Su victoria, no solo en la campaña interna sino en la carrera por la Casa Blanca, permitió a la alt-right soñar con ejercer una verdadera influencia política. Si bien es cierto que Trump logró “absorber” a la derecha alternativa, causando en parte su paulatino debilitamiento, lo hizo a costa de que el Partido Republicano asumiese sus marcos: la oposición de Trump, ya como presidente, al movimiento Black Lives Matter o su reciente empleo de la fake news sobre los migrantes haitianos ilustran este proceso.

Si bien sería incorrecto alegar que Donald Trump forma parte por sí mismo de la alt-right, también lo sería negar la influencia que estos sectores han tenido en la conformación ideológica de la identidad trumpista

Si bien sería incorrecto alegar que Donald Trump forma parte por sí mismo de la alt-right, también lo sería negar la influencia que estos sectores han tenido en la conformación ideológica de la identidad trumpista. Un ejemplo de ello son los lazos de J.D. Vance, candidato de Trump a la vicepresidencia en 2024, con la teoría conspiracionista del Gran Reemplazo, la cual postula la existencia de un plan de las “élites” para terminar con la raza blanca utilizando conscientemente los ciclos migratorios.

El propio Donald Trump ha esparcido narrativas racistas y conspiracionistas: sin ir más lejos, el ex presidente todavía sostiene la tesis del fraude electoral de las elecciones del año 2020, habilitando un nuevo escenario proto insurreccional en el caso de que Kamala Harris se imponga en los comicios de 2024.

Pero, además, la perspectiva alt-right está presente en la política de Donald Trump en relación a las mujeres y las diversidades. El antifeminismo ha sido una de las puntas de lanza de la arquitectura de gobierno trumpista, en gran medida personificada en su oposición al derecho a la interrupción voluntaria del embarazo. Charlie Kirk, así como otros youtubers influenciados por propagandistas de la derecha radical como Jordan Peterson, ejemplifican a la par que difunden el ideario anti woke.

De hecho, el rechazo a lo woke es uno de los principales puntos de enlace entre los grupos conspiracionistas de la alt-right digital y el “oficialismo” trumpista. Traducido literalmente como “despierto”, la derecha radical estadounidense (y, realmente, a nivel internacional), emplea esta categoría para calificar a los militantes, activistas y políticos progresistas. El término woke fue acuñado como simplificación de lo que en su día fueron los social justice warriors ━literalmente, “luchadores por la justicia social”━.

Así, en suma, entre el trumpismo y la alt-right existe una particular simbiosis. A pesar de que Donald Trump y el nuevo establishment republicano han logrado minimizar la influencia del conspiracionismo ultraderechista en su arquitectura política, limitando además su crecimiento, lo cierto es que estos espacios políticos han radicalizado la perspectiva del Partido Republicano. Los sectores “tradicionales” del Grand Old Party se se han visto desplazados, al tiempo que Trump ha tomado ciertas posiciones antiliberales. Las elecciones de 2024 podrían apuntalar el dominio del radicalismo en el seno del Partido Republicano, si Trump gana, así como podrían abrir el debate sobre el futuro del GOP, si pierde.