Guerra en Oriente Medio

El próximo gran ataque de Israel: el camino a la guerra regional

Maayan Toaf/Israel Gpo / Zuma Press / ContactoPhoto
Ante los distintos ataques israelíes en Oriente Medio como los vividos durante las matanzas y las invasiones en Gaza o Líbano, entre otros casos, Irán e Israel se hallan ante una cadena de ataques-respuestas que amenazan con desencadenar una guerra regional

Mientras en un texto anterior se ha visto cómo Israel podría, con bajas posibilidades, apostar por un ataque que no llevase la dinámica hacia una rápida guerra regional, hay numerosos escenarios que se deben contemplar por su mayor posibilidad de que Israel aproveche el pretexto de la respuesta y la “autodefensa” para exacerbar las hostilidades con Irán y sus socios. Para ello caben diferentes opciones de escalada cuyo análisis se antoja de relevancia ante su posible inminencia.

Una respuesta con escalada

Probabilidad: el gobierno israelí busca mostrar contundencia y que no se trate de un mensaje interno. Tel Aviv lleva años queriendo dar un ataque en profundidad en Irán, sobre objetivos estratégicos. La aparición de este pretexto difícilmente sería desaprovechada. Menos probable parece aún que no se lance un ataque mayor que los vistos hasta ahora si se tiene en cuenta que Israel ha ido aumentando el grado de sus ataques incluso cuando sus rivales no respondían significativamente.

Interés de Israel: durante años este interés ha sobrevolado en torno al programa nuclear iraní. Tel Aviv siempre ha querido evitar un acuerdo nuclear para que Irán no logre acceder a la normalización internacional con el subsiguiente alivio de sanciones y presiones económicas. Pero al mismo tiempo, también ha interesado notablemente en Israel que, en caso de no haber acuerdo, Irán no pueda desarrollar armas nucleares. Es decir, Israel ha demostrado durante años su interés en menoscabar las capacidades económicas, diplomáticas y militares iraníes, sobre todo las nucleares.

Papel de EEUU: la cercanía de las elecciones no puede ser soslayada. Israel sabe que Donald Trump, y sobre todo parte de su entorno republicano, apoyan una política mucho más dura contra Irán. Pero la administración Biden ha destacado por ser una de las más pro-sionistas de la historia demócrata estadounidense. En caso de que un ataque israelí desatase un conflicto más amplio, Israel espera contar con, al menos, las capacidades de defensa y apoyo regional de Estados Unidos hasta enero de 2025.

El escenario ideal para Israel sería en el que la escalada llegase con un presidente republicano y que este haya aupado a las figuras más anti-iraníes a los cuadros de poder, desencadenando todo tipo de escenarios de apoyo directo, incluso una posible llegada de nuevos efectivos militares a Oriente Medio. Hay perfiles importantes como el senador Lindsey Graham que ya han llamado a que Estados Unidos ataque Irán.

Objetivos por posible orden de gravedad creciente para la escalada: en este escenario, Israel podría profundizar la opción de atacar objetivos militares en Irán con un ataque múltiple parcial o combinado sobre la infraestructura empleada el 1 de octubre, bases militares por todo el país, puertos de uso militar y/o sistemas de defensas antiaéreas. Seguramente Irán respondería ante estos ataques, especialmente si el ayatolá Jamenei sigue ganando el pulso al gobierno de Masoud Pezeshkian.

Sin embargo, Israel también ha apuntado a causar daños económicos severos al país persa. En ese sentido ha destacado el punto de mira puesto sobre la infraestructura energética. Sobre todo se ha hablado del petróleo iraní. Un ataque notable sobre la capacidad de producción y exportación sería grave, pero esa gravedad también afectaría a pesos como Estados Unidos o China. Rusia es la que más podría beneficiarse del alza de los precios de una crisis del petróleo. El objetivo interno sobre instalaciones de refinado de combustible podría ser más conveniente, buscando la protesta de la sociedad iraní, aunque no está claro que Israel esté midiendo las consecuencias externas del ataque contra el sector petrolero. También podrían contemplarse ataques contra otros centros de importancia económica, especialmente los vinculados a la Guardia Revolucionaria de Irán.

El programa nuclear es el gran objetivo que ha buscado Israel desde hace años. Se ha especulado con ataques sobre las instalaciones de Isfahan, especialmente el centro de Natanz, donde habría dos plantas de enriquecimiento de uranio. Otras instalaciones nucleares que podrían verse atacadas serían Khondab, donde se ha señalado riesgo de proliferación; Fordow, cuyo centro de enriquecimiento se encontraría subterráneo en una montaña; o Bushehr, planta nuclear donde Rusia ha participado en el desarrollo. Este tipo de ataques podrían implicar una seria respuesta iraní si no deciden volver a ceder ante un equilibrio de disuasión marcado por Israel.

Sin embargo, la posibilidad de que Israel apueste por nuevos asesinatos sería posiblemente una de las más graves escaladas del conflicto. Si se apuntase a figuras del gobierno, o incluso al propio ayatolá Jamenei, sería de una enorme gravedad. Su estatus político no es asimilable a los de líderes milicianos previamente asesinados. Podría perfectamente servir de casus belli internacional. Además, podría facilitar la unión de una élite iraní desunida, lo cual resultaría especialmente poco conveniente para Israel viendo la avanzada edad del ayatolá o los 4 años que tiene el presidente reformista por delante.

Pero no se deben descartar asesinatos selectivos contra miembros de la Guardia Revolucionaria, incluso de alto rango, especialmente de la Fuerza Quds; contra científicos del programa nuclear, que ya se hicieron en el pasado; o contra cuadros medios militares o políticos. La respuesta iraní, en cualquier caso, parece difícilmente evitable en este caso.