Cuando las Naciones Unidas le dieron la espalda a Estados Unidos

Kim Jae-Hwan / Zuma Press / ContactoPhoto

Si bien las Naciones Unidas se crearon en el contexto de la segunda posguerra que colocó a Estados Unidos en el lugar de la potencia definitiva de occidente en contraposición a la URSS, no siempre la Asamblea vota como la gran potencia capitalista quiere. La cuestión palestina y cubana, una derrota recurrente

Una vez vencidos Hitler, Mussolini y el imperio japonés, la Asamblea General de las Naciones Unidas fue creada ese mismo año (1945), con el fin de convertirse en un organismo en el cual los estados miembros puedan deliberar sobre derecho internacional, lograr consensos y trabajar por la paz a nivel multilateral. La sede elegida para su funcionamiento fue nada más y nada menos que Washington. Esto guardaba un claro mensaje, Estados Unidos estaba decidido a ejercer una hegemonía geopolítica en toda Europa occidental, desbancando definitivamente al Reino Unido, Alemania y Francia en esa disputa. Desde el otro lado, la Unión Soviética de Stalin extendía su influencia por toda Europa Oriental y comenzaba a poner un ojo en los movimientos de descolonización en Asia y África. Tan sólo unos años después de su creación, en 1948, la Asamblea General adoptó en su Resolución 217 A (III) la Declaración Universal de Derechos Humanos. También aprobaba en ese mismo año la Convención para la prevención y la sanción del delito de genocidio.

Hace pocos días la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó un documento pidiendo a Israel que ponga fin a la ocupación ilegal en un plazo de doce meses y que cumpla sin demoras con sus obligaciones frente al derecho internacional sobre la Franja de Gaza. La votación demostró la soledad de la gran potencia occidental a nivel geopolítico en ciertas cuestiones. Se saldó con 124 votos a favor de esta resolución y sólo 14 países en contra, entre ellos Estados Unidos, Israel, y la Hungría y Argentina de los ultraderechistas Víktor Orbán y Javier Milei.

Los norteamericanos vienen siendo derrotados sistemáticamente frente a este tipo de votaciones o cada vez que quieren llevar a cabo una ofensiva diplomática contra Palestina

Los norteamericanos vienen siendo derrotados sistemáticamente frente a este tipo de votaciones o cada vez que quieren llevar a cabo una ofensiva diplomática contra Palestina. Fue en abril del corriente año que Estados Unidos ejerció su derecho a veto en el Consejo de Seguridad de la ONU contra un proyecto de resolución que recogía la petición de Palestina de convertirse en el estado miembro número 194. Fue el único voto en contra dentro del Consejo. Doce miembros votaron a favor y Reino Unido y Suiza se abstuvieron. Tan solo unos días después vendría la gran última derrota diplomática de Estados Unidos frente al organismo que pretendía hegemonizar desde su creación. El 10 de mayo la Asamblea votó por una mayoría abrumadora concederle a Palestina más derechos como estado observador, estatus que ostenta desde el año 2012 muy a pesar de Estados Unidos e Israel. Entre ellos, el de ocupar un puesto en la lista de oradores de países en orden alfabético y una recomendación al Consejo de Seguridad que reconsidere favorablemente la adhesión de Palestina como miembro pleno. En dicha votación muy lejos quedó la hegemonía deseada, ya que perdió por 143 votos. Sólo 8 países acompañaron a Estados Unidos en su cruzada contra la incorporación de Palestina, entre ellos la Argentina de Javier Milei —el único país latinoamericano— y, como es de imaginar, Israel. Al respecto Julián Aguirre, politólogo especialista en Medio Oriente y miembro de la fundación Meridiano, sostiene que “las instituciones de gobernanza internacional están empezando a fallar no por la acción de estados considerados por fuera del sistema internacional sino por parte de uno de sus máximos constructores”. Y agrega que “hoy Estados Unidos. con su actitud permisiva frente a las acciones de Israel, está erosionando la credibilidad y la integridad de las propias instituciones internacionales”.

Si vamos más atrás en el tiempo, hallamos que en 1975 Estados Unidos perdió una votación en la Asamblea General sobre una resolución que condenaba la ocupación israelí de los territorios palestinos. Hablamos de la resolución 3379, que era impulsada por el bloque soviético y apoyada por los países no alineados. Este documento era contundente, sostenía que lo que sucedía en este territorio era un régimen homologable al Apartheid sudafricano.

Tan solo cinco años después, en 1980 y con un Estados Unidos bajo la égida del ultraconservador Ronald Reagan que pretendía revivir las tensiones de la Guerra Fría, no pudo imponer su línea en una resolución que condenaba la invasión soviética de Afganistán. Si bien logró la condena de la intervención rusa en el territorio que comenzaba a ser asediado por los muyahidin, no logró imponer su tono más intransigente de castigo severo a la URSS.

En diciembre de 2016 Estados Unidos volvía a encontrarse con una Resolución que no le resultaba simpática. Hablamos de la 2334 del Consejo de Seguridad que condenaba los asentamientos israelíes —incluido Jerusalén del Este—. Este documento los calificaba como una violación del derecho internacional. A diferencia de lo que sucedió recientemente, en esta oportunidad los norteamericanos se abstuvieron y decidieron no utilizar su poder de veto, en lo que parecía ser un mensaje de cambio en términos geopolíticos.

Casi un año después, en diciembre de 2017 y ya con Donald Trump en el gobierno, la Asamblea General volvió a aprobar una resolución que sostenía que la decisión de erigir a Jerusalén como capital del estado israelí era nula y no tenía ningún valor. El hecho que precipitó esta resolución fue la intempestiva declaración de Trump de validar a Jerusalén como capital del estado de Israel, algo que incumplía el derecho internacional. La ONU reaccionó debidamente ante esto y convocó a la votación de dicha resolución. La reacción ante la masiva votación en su contra provocó una airada respuesta del presidente ultraderechista. Amenazó con cortar cualquier tipo de ayuda económica a las naciones que voten en su contra de allí en más. Sin embargo 128 países votaron contrariamente a los deseos de Trump e Israel. Nuevamente, el mundo se les puso en contra.

Año tras año Estados Unidos sale con un fuerte revés de la Asamblea General, y es en relación a las votaciones que condenan el bloqueo a Cuba. Esta situación de derrota categórica se repite hace más de treinta años

Por otro lado, año tras año Estados Unidos sale con un fuerte revés de la Asamblea General, y es en relación a las votaciones que condenan el bloqueo a Cuba. Esta situación de derrota categórica se repite hace más de treinta años. Por ejemplo, en 2019, Estados Unidos votó en contra de una resolución que pedía levantar el bloqueo económico ejercido contra la isla. Fueron 187 las voces que se pronunciaron en oposición a la polémica medida que ejerce el gigante del norte desde mediados del siglo XX. Sólo dos países lo acompañaron. En 2023 pasó algo similar, sólo Israel acompañó a Estados Unidos y Ucrania ejerció una tímida abstención.

Por último, un fuerte revés reciente que sufrió de parte de los países miembro en relación al conflicto palestino-israelí fue hacia fines de 2023. La resolución votada pedía una tregua humanitaria y que cese el fuego contra el pueblo palestino para permitir la entrega de ayuda humanitaria e instaba a no herir o asesinar civiles. Estados Unidos justificó su voto contrario argumentando que la resolución no condenaba suficientemente a Hamas por sus ataques y que la ONU no reconocía el derecho de Israel a una defensa legítima.

Si bien Estados Unidos sigue ejerciendo un rol preponderante en el tablero mundial como potencia no sólo económica sino geopolítica, ha perdido su capacidad de hegemonizar por completo los principales lineamientos diplomáticos del mundo occidental

Si bien Estados Unidos sigue ejerciendo un rol preponderante en el tablero mundial como potencia no sólo económica sino geopolítica, ha perdido su capacidad de hegemonizar por completo los principales lineamientos diplomáticos del mundo occidental. Es por eso que ha resultado visiblemente perdedor en votaciones en torno a cuestiones tan sensibles y contrarias al derecho internacional que la ONU supo impulsar, tales como el genocidio en Gaza, la ocupación ilegal de territorios palestinos y el bloqueo económico a Cuba.