Explorar caminos para que algunas lindes dejen de ser trincheras

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Puedes ser quien tú quieras, lograr lo que te propongas, ser el emprendedor de tu propia vida, pero olvídate de cambiar la sociedad; este es el mensaje con el que nos martillean

Uno: algunas notas sobre nuestro tiempo

Vivimos tiempos marcados por el imperativo de la aceleración y la innovación permanente. Todo nos empuja a innovar y aumentar la velocidad, aunque en realidad nos quieren sudando sobre una cinta de correr, sin posibilidades de llegar a ninguna parte. Sin legados históricos, sin horizontes alternativos al mundo que habitamos cada vez más precariamente y, a la vez, sin otra perspectiva que la enésima novedad tecnológica. La creatividad se ha convertido en un mantra sistémico mientras se cierran las vías para el cambio social y el eje de lo que aparece como posible se desplaza cada vez un poco más a la derecha.

Puedes ser quien tú quieras, lograr lo que te propongas, ser el emprendedor de tu propia vida, pero olvídate de cambiar la sociedad; este es el mensaje con el que nos martillean. La atmósfera está cargada por ocurrencias como un anuncio que proclama el derecho a elegir tu banco, como si esto fuera una gran batalla por la libertad. Como si este fuera el derecho a defender en esta década, como no hace tanto era tomar cervezas en medio de una pandemia. Libertad de dejar de hacerse cargo del mundo, de destrozar el planeta, de comercializarlo todo, de seguir siendo machistas, de hacer crecer las desigualdades o de permitir que miles de personas mueran asesinadas en Gaza o en cualquier otra parte. La libertad de renunciar a la libertad y celebrarlo, en nombre de la libertad.

Hoy en día no hay posibilidades de construir alternativas sin cuestionar esos imperativos que nos atan mientras nos pretenden hacer creer que todo está en nuestras manos y no hay límites. No habrá modo de salir de la rotonda si la capacidad de soñar un mundo mejor sigue capturada por la lógica del individuo narcisista en permanente competencia y, a la vez, por una proliferación de burbujas estancas, en realidad dos caras de la misma moneda. Por ese camino no quedará oxígeno para imaginar y construir otros escenarios.

Necesitamos creatividad e imaginación y tenemos que innovar, pero esto debe hacerse disputando estos conceptos al pensamiento dominante

Por eso es importante desafiar las fronteras de lo que en este momento se presenta como factible, imaginando y experimentando otras realidades. Desde luego, lejos del pensamiento positivo y sus promesas estúpidas y, a la larga, inhabilitantes: no es por ahí. No se trata de desear otro mundo con más ganas, mucho menos de autoconvencernos de que podemos lograr cualquier objetivo que nos propongamos. ¿Acaso no quieren con todas sus fuerzas millones de personas en todos los rincones de la Tierra dejar de vivir vidas de mierda? ¿Debemos culparlas por no desearlo con la suficiente fuerza? No, no es por ahí.

Es cuestión de estrategia, de ideas, sujetos y acciones que provoquen efectos en la dirección adecuada. Imaginar y experimentar implica partir de la base de que este no es el único mundo posible, para dar el salto a la acción transformadora, inspirada por un proyecto alternativo, pero conscientes de que necesitamos mucho más que una buena utopía. Hay que abrir caminos, porque las viejas banderas han perdido gran parte de su capacidad de tracción y sólo si se crean expectativas ilusionantes pueden generarse acciones colectivas de alcance.

Necesitamos creatividad e imaginación y tenemos que innovar, pero esto debe hacerse disputando estos conceptos al pensamiento dominante, porque como señala Marina Garcés en el prólogo al libro de Eduard Aibar sobre el tema, “la innovación no es un valor entre otros, sino un elemento estructural del desarrollo del capitalismo actual”. En esa misma publicación, Aibar indica que “esta visión de la innovación y de la creatividad al servicio del mercado va íntimamente ligada a la ideología neoliberal”, en la medida en que “el capitalismo del siglo XXI, gracias al giro neoliberal iniciado en las dos últimas décadas del siglo XX, necesita la innovación para nutrir su propio crecimiento y, para ello, ha redefinido tanto la creatividad como la propia tecnología”. Como lamenta Aibar “curiosamente, el culto a la innovación está siendo abrazado de forma entusiasta por posiciones políticas muy diversas, incluso por las que se declaran abiertamente contrarias a las posiciones neoliberales”.

Por eso estás leyendo en Diario Red a un tipo que lleva décadas y sigue militando en la izquierda independentista vasca

No es ese, efectivamente, el marco para poner la creatividad, la imaginación y la innovación al servicio de políticas emancipatorias. Deben resituarse en otra lógica y esto debe hacerse desde nuestros legados, aunque sea muchas veces para criticarlos, cuestionarlos o reinventarlos. Renunciando a la memoria de las luchas y las conquistas sociales no llegaremos muy lejos. Pero idealizándolas o pretendiendo volver al pasado tampoco, por más que haya quien se empeñe en ello. Nuestro presente es pasado sedimentado, pero no es sólo eso, también es creación de algo nuevo y producción de futuro, porque, afortunadamente, se pueden hacer cosas diferentes con ese pasado sedimentado. Por eso estás leyendo en Diario Red a un tipo que lleva décadas y sigue militando en la izquierda independentista vasca.

La historia de las relaciones entre las izquierdas de ámbito estatal español y las izquierdas de los pueblos llamados “periféricos” es compleja, tortuosa y está trufada de encontronazos

Dos: hablemos de “lo nuestro”

Tras esta reflexión general, ahora sí, hablemos de “lo nuestro”. La historia de las relaciones entre las izquierdas de ámbito estatal español y las izquierdas de los pueblos llamados “periféricos” es compleja, tortuosa y está trufada de encontronazos. Hay quien deduce de esta trayectoria que la confrontación es la única opción, porque “en el fondo no hay modo de entenderse”. Así lo hemos vivido a menudo a ambos lados de esta brecha, ciertamente, pero me pregunto si no hay otra alternativa que verla en términos de antagonismo esencial, como si no pudiera ser de otro modo. La cuestión es preguntarnos si ese terreno de contacto, esa linde, solo puede ser una trinchera.

Lo sé, si miramos hacia atrás, veremos más desencuentros que cooperación, sentiremos el peso de los agravios, de las heridas, de las duras y frustrantes vivencias personales y colectivas, pero la memoria no es solo recopilación mecánica, también es recreación y selección: es muy importante el gesto político de decidir qué queremos recuperar y recrear y qué queremos superar o arrinconar. Y es aquí donde creatividad, imaginación o innovación adquieren un sentido muy diferente al que les otorga la lógica neoliberal. Porque como señalara Bloch, hay un gran potencial en el todavía-no, esto es, en aquello que todavía no ha dado sus frutos pero podría darlos. Y es que hay embriones de futuros diferentes embrionarios en los días que vivimos, es cuestión de acertar, fortaleciendo los más esperanzadores y combatiendo los peores.

El reconocimiento de la plurinacionalidad en el estado español y la búsqueda de mecanismos para responder a esa realidad puede ser una palanca para generar nuevas atmósferas entre unas izquierdas y otras

Tenemos enfrente el desafío de encontrar caminos que no aparecen en los mapas. Habremos de inventar formas de cooperación o de no beligerancia o de confrontación virtuosa, qué sé yo, allá donde todavía se palpan la desconfianza y el resquemor. Estos empeños suelen ser complicados, pero cada vez estoy más convencido de que renunciar a intentarlo sería la peor elección. Contribuir con humildad a construir puentes es mi reto al aceptar la invitación a escribir en Diario Red, por tanto. A veces mi aportación será afilada, puede que incluso punzante, pero creo que -como ocurre con las ortigas- hay problemas que generan más daño si se rozan con timidez que si se agarran con determinación.

El reconocimiento de la plurinacionalidad en el estado español y la búsqueda de mecanismos para responder a esa realidad puede ser una palanca para generar nuevas atmósferas entre unas izquierdas y otras. No puedo imaginar en el futuro una izquierda que niegue esa diversidad o pretenda aniquilarla desde ningún tipo de supremacismo. No quiero resignarme a creer que seamos incapaces de entendernos, de la manera que sea, aunque algunas/os queramos crear estados independientes y otras/os defiendan un estado español federal. Y desde el terreno del análisis, la difusión de las ideas y el tejido de redes de complicidad, que es en el que me muevo, intentaré que mis artículos en Diario Red ayuden a hacer llegar nuevos escenarios.


*Las citas de Marina Garcés y Eduard Aibar pertenecen al libro de este último El culto a la innovación, Estragos de una visión sesgada de la tecnología, publicado por NED Ediciones en 2023.