¿Dónde está el límite entre la libertad de expresión y los mensajes de odio?

Hay grupos de rock que fomentan el odio, el racismo y la xenofobia y que, si nadie con capacidad política para impedirlo lo impide, estarán en Santander el 27 y 28 de septiembre

Para mí está muy claro: todo aquel mensaje que transmita odio, racismo, machismo, xenofobia o sea contrario a los derechos humanos, no puede ser considerado libertad de expresión y sí un delito.

En este marco debemos considerar el festival de rock fascista que pretenden celebrar en Santander los días 27 y 28 de septiembre bandas de ideología de extrema derecha, con letras que deberían ser declaradas ilegales, principalmente por atentar sin miramientos contra los derechos humanos.

¿Tenemos memoria como sociedad? ¿Tenemos presente en qué se tradujo el nazismo en Alemania y el franquismo en España, o una noción mínimamente seria de lo que supone el fascismo en cualquiera de sus formas? ¿En serio cabe la posibilidad de que nada impida que se celebre un festival fascista en Santander a estas alturas, en pleno 2024?

Decía un filósofo español bastante poco conocido llamado Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana, más conocido como George Santayana, que “quien no conoce su historia, está condenado a repetirla”. Sin duda este es uno de los problemas que más nos encontramos: la educación, la enseñanza.

A veces nos preguntamos por qué hay tantos jóvenes que votan a la ultraderecha, que votan a partidos que van directamente en contra de sus necesidades o intereses. Quiero pensar que es porque nadie les ha enseñado su historia; quizás no conocen de dónde vienen, quizás no les interesa saberlo, o quizás nadie se ha molestado en trasladárselo.

Creo firmemente que una de las asignaturas más importantes debería ser HISTORIA, pero no pasándose media vida escolar estudiando la prehistoria, para llegar al final de la etapa obligatoria sin conocer apenas nada de la historia reciente de su país.

Contar lo que pasó, tal cual, porque eso es enseñar y solo así, con una juventud que conozca su historia y sus consecuencias, podremos avanzar como sociedad. De no ser así, estamos aún más condenados al fracaso.

Por el momento me conformo con que sean conscientes de que la mayor parte del rock es antifascista, y que la música puede ser una experiencia maravillosa cuando no es envenenada con mensajes de odio, de racismo y de xenofobia.

Pero también han de saber que hay grupos de rock que fomentan todo eso y que, si nadie con capacidad política para impedirlo lo impide, estarán en Santander el 27 y 28 de septiembre intentando que alguien les compre el odio que venden. Nosotras haremos todo lo que podamos para impedirlo, porque tenemos memoria.