Claves estratégicas tras la movilización del 13 de octubre

Jesús Hellín / Europa Press / ContactoPhoto
En Madrid, decenas de miles de vecinas y vecinos se echaron a la calle en una multitudinaria manifestación en defensa del derecho a la vivienda

Tras el lema “La vivienda es un derecho, no un negocio” una parte destacable de la juventud y las clases populares madrileñas, se movilizaron contra el rentismo cómo mecanismo de acumulación de riqueza expoliando las rentas a las inquilinas e inquilinos (la juventud madrileña se deja de media el 70% de su salario en el pago del alquiler) y, sobre todo, ante la carencia de soluciones por parte del bipartidismo, que cómo una pinza, aplasta las expectativas generacionales, en su vertiente estatal (PSOE-Sumar) o autonómica, (Partido Popular).

Negar la crisis de vivienda, la burbuja de los alquileres y la emergencia habitacional en el Estado español es hoy en día estar contra el sentido común de una inmensa mayoría social que, si bien es compleja y heterogénea, se ve golpeada por un modelo especulativo que no sólo se lleva por delante el poder adquisitivo de las clases populares, sino que, en el plano político, es una palanca de desafección con la política institucional cómo no veíamos desde 2011, me atrevería a señalar.

Lo ocurrido en Madrid es importante porque es un cortocircuito con la normalidad existente. Porque cuestiona directamente la idea, a priori hegemónica, de asumir el pago del alquiler como una estafa necesaria para poder habitar y producir en unas ciudades dónde se vulnera el derecho a la vivienda y dónde los fondos buitre y la patronal inmobiliaria campas a sus anchas con la cobertura de un bipartidismo que ya ha elegido sus aliados: bancos, caseros rentistas, constructoras e inmobiliarias.

Algunas reflexiones para orientarnos en la marea de defensa del derecho a la vivienda:

1.- El 13 de octubre ha desbordado las previsiones y a las propias estructuras convocantes y participantes en la movilización. Y bienvenido sea. La manifestación no habría sido un éxito sin todo el proceso de acumulación de fuerzas que, desde hace más de una década, ha levantado colectivamente el movimiento de vivienda en todas sus vertientes. Desde la lucha contra los desahucios, hasta el señalamiento de la ilegalidad de los pisos turísticos, pasando por la denuncia del alza de los precios del alquiler y del suelo. Una vez más, el movimiento es vanguardia de las reivindicaciones.

2.- La composición de las movilizaciones es eminentemente juvenil. Si existía una corriente subterránea aletargada por el chantaje de la precariedad y la estafa del alquiler, esta irrumpe a la superficie. Atención, no es algo menor, es un proceso de toma de conciencia, de reconocimiento entre iguales, es gasolina para un motor de fuerzas renovadas que impugna, cómo argumentábamos en la introducción, la razón misma del rentismo: el derecho a dejar pagar. La negación de su misma condición de inquilinos. Problemas en el paraíso de los caseros. Hay rabia, no sólo desafección.

3.- En el plano institucional, es a todas luces evidente que esto pone en jaque el desarrollo de políticas de vivienda que alienten el modelo especulativo. La manifestación manda un mensaje claro al imperfecto bipartidismo español (PP-PSOE-Sumar): toda política de vivienda hecha sin nosotros será hecha contra nosotros. Y eso es una pésima noticia para la defensa de los intereses de los especuladores y del mayor casero existente, el fondo de inversión extranjera Blackstone. No pensemos que el gobierno y Ayuso moverán ficha fácilmente. A la derecha la interesa una erosión de la adhesión al gobierno progresista que se traduzca en abstención, y el PSOE no puede permitirse legislar contra los intereses de la patronal inmobiliaria. Una hipotética inyección de fondos por parte del ministerio de vivienda a los inquilinos para afrontar el alquiler reproducirá la desigualdad sistémica entre caseros e inquilinos, y medidas de corte “material” como una subida exponencial del Salario Mínimo Interprofesional por parte del ministerio de trabajo y la mayoría sindical de CCOO-UGT sólo aliviará temporalmente el problema. El régimen político en el atolladero, ni hacia atrás ni transformaciones. Tormenta perfecta.

4.- Ciertamente, el manifiesto convocante de la movilización excede las demandas inmediatas -reducción drástica del precio de la vivienda- y, por tanto, es más amplio, pero hay algo reseñable: el Sindicato de Inquilinas de Madrid ha desarrollado, sobre la práctica, la hipótesis de un sindicalismo social integral basado en la confluencia de las partes implicadas. Es de rigor señalar que sin un Sindicato coordinando bloques en lucha, promoviendo asambleas territoriales, generando vínculos comunitarios en los conflictos con los rentistas por el derecho a la vivienda, esta manifestación habría quedado mucho más deslucida. Queda pendiente, sin embargo, ver cuál es la forma-sujeto que adquiere el movimiento de vivienda, si como un sujeto autónomo con capacidad de marcar la agenda o cómo un sector amplio dentro del propio movimiento, sosteniendo la válida idea del sindicalismo social.

5.- Una fuerza como Podemos debe hacer su parte. Sobre todo, porque en una disyuntiva como la que se plantea, hay que tomar partido porque quienes sufren la ansiedad de no poder pagar el alquiler, por la presión del acoso inmobiliario, por el miedo a dejar de pagar la hipoteca o por la precariedad que supone la incapacidad de emanciparse. La radicalidad y los discursos se sostienen con hechos, y ahí nos encontraran a Podemos, con el movimiento de vivienda, fraguando una confluencia social desde la movilización, de la parte de las sin parte. La reducción drástica de los alquileres y la limitación del salvaje mercado inmobiliario es parte fundamental de la transformación del sentido común. Hasta que la expropiación, la intervención del mercado, la consolidación del derecho a vivir con dignidad deje de ser retórica y se convierta en un horizonte plausible. Todo por decidir.