Los guiños al fascismo #ElCierre

Se envalentonan porque se les da alas por parte de sus nuevos aliados en la derecha, que ha cedido del todo, y, por otro, por supuestos progresistas que asumen que pueden erigirse como posibilidad utilizándolos

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El president del Parlament Balear, Gabriel Le Senne, de VOX, destroza la foto de una asesinada por el franquismo. Su puesto no peligra porque el Partido Popular le puso ahí en un pacto para gobernar. Pocas horas después, Isabel Díaz Ayuso condecoró al negacionista de la dictadura argentina, Javier Milei, en un nuevo intento por construir su oposición contra Sánchez desde el posicionamiento con la ultraderecha internacional. En el Partido Popular, pese a que puede haber algunas discrepancias internas con esta estrategia, mandan más el Aznar golpista del “que quien pueda hacer que haga” y la presidenta de la Comunidad de Madrid que Núñez Feijóo, a quien desde los medios de la progresía y particularmente desde el PSOE nos quieren seguir vendiendo como el moderado “al que Ayuso y Aznar” no le permiten desbloquear el CGPJ o llegar a grandes pactos con el PSOE.  Como si Núñez Feijóo no tuviera agencia propia, no tuviera fotos con un conocido narcotraficante y fuera víctima de su propia interna, en lugar de una voz con poder en un partido que ha decidido ceder a la ultraderecha, tal vez, porque se reconocen en ella. Tal vez porque VOX es hijo del PP y ambos son hijos del franquismo. No hay moderación posible en un partido que no deslinda de ese origen por más que en Ferraz se empeñen en hacer una diferenciación entre los actores.

A unas horas de esta condecoración al presidente que ha declarado la guerra al pueblo argentino, el expresidente socialista, Felipe González, afirmaba que Giorgia Meloni ha dado a Italia una estabilidad gubernamental sin precedentes, para luego hacer también un guiño a Santiago Abascal, el líder fascista español, y reconocer que podría ser un puente eventual si Marine Le Pen gana elecciones en Francia. Es verdad que González es de derechas, pero como vemos, ser de derechas estos días comporta un añadido: Haber sido canibalizado por la ultraderecha. O haberte querido dejar canibalizar, que también hay que decirlo. Para González, cómo no, lo importante, es la sumisión ante la OTAN a la que él nos dirigió, por si no lo recordamos. Y en esa ecuación de sumisión, lo del fascismo no sólo no es ya un problema, sino que se vuelve un aliado necesario. Eso sí, siempre que sean “nuestros fascistas”, es decir, pro-OTAN, es decir, vasallos de los Estados Unidos. Meloni y Abascal son, por ello, aceptados en este directorio de señores de la guerra donde González es una elocuente descripción gráfica. 

Esa no es la postura del PSOE en general, es verdad, pero vaya que utilizan a la ultraderecha para posicionar su mal menorismo como solución política en tiempos donde necesitamos el bien urgente y no el mal menor. La estrategia de Pedro Sánchez desde que Alvise se hizo con tres escaños en el Europarlamento no ha dejado lugar a dudas, van a utilizar al fascismo para construir en torno de sí, no del PSOE, sino de Sánchez, un espejismo de contención del fascismo. Digo espejismo, porque al fascismo no se le vence dándole alas, sino ampliando derechos y, sobre todo, parándoles los pies tanto a sus representantes políticos como a sus portavoces mediáticos y sus aliados judiciales. Nada de eso propone Sánchez, porque les necesita para construirse como muro de contención. Y para ello cuenta además con la maravillosa renuncia que ha supuesto la izquierda de régimen que no sólo ha sido devorada por el PSOE de Sánchez sino que hoy acepta directamente, en palabras de su líder ya sea orgánica o política —no nos queda claro a estas alturas—, Yolanda Díaz, cuando afirma que lo que permitió la aritmética para un gobierno progresista tras el 23J fue su buena sintonía con el líder socialista.

La evidencia de que su claudicación a forzar al PSOE y disputar políticamente desde la izquierda es total. Ahora de lo que se trata ya no es ni siquiera de pactar, sino ceder, conceder, aceptar la sumisión ante su figura imbatible. Vaya análisis en tiempos de guerra. Construir en torno a Sánchez es renunciar a que Sánchez siga siendo lo que hasta ahora ha tenido que ser, un camaleón político que por la aritmética parlamentaria y una izquierda fuerte, se ve obligado a ceder en cosas que el PSOE jamás cedería, no por principios sino por necesidad política. La sumisión a Sánchez es perder incluso a ese Sánchez. Pero en SUMAR parecen ni darse cuenta. 

Vaya enumeración esta semana, ¿Verdad? Le Senne, Milei, Ayuso, González, Meloni, Abascal… Pero, cuidado, los ultras no se envalentonan porque toman un café cargado una mañana cualquiera, sino por lo que hemos visto concentrado estos días. Se envalentonan porque se les da alas por parte de sus nuevos aliados en la derecha, que ha cedido del todo, y, por otro, por supuestos progresistas que asumen que pueden erigirse como posibilidad utilizándolos. Eso quiere hacer Sánchez y cuenta ya con una Yolanda Díaz completamente sumisa ante esa apuesta. Frente a los malos resultados hay quienes optan por redoblar el proyecto fortaleciéndolo, y otros por renunciar al proyecto y cambiarlo en función de por dónde van los vientos. Sumar hace lo segundo y, con ello, se suma a la estrategia del PSOE que, ojo, no va a combatir a la ultraderecha, va a utilizarla, es decir, va a darle espacio, es decir, nos va a poner en riesgo. 

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Esto no es exclusivo de España. Hollande, ese expresidente que se dice Socialista, que sumió a Francia en más crisis por la defensa de políticas neoliberales y que hoy se encuentra dentro del Frente Popular francés de cara a las elecciones legislativas, ha sido claro en cuál es la estrategia de quienes nos quieren decir que combaten al fascismo cuando, en realidad, han encontrado en el fascismo una vía perfecta para neutralizar a su verdadera amenaza, los movimientos emancipadores.

Para Hollande la más incómoda no es Le Pen, es Mélenchon. Es la izquierda insumisa, rebelde, terca, impugnadora. Es la izquierda que no sólo combate al fascismo, sino también a las políticas que le permiten crecer, políticas neoliberales que condenan a la inseguridad vital, que nos dejan sin respuestas, que generan frustración y por lo mismo odio y miedo al futuro.

Ellos ganan en ese terreno y, por supuesto, ganan también en la guerra que es el gran escenario de fondo de estos tiempos. Perdón, no ganan, arrasan. Frente a eso, necesitamos una izquierda impugnadora e insumisa más que nunca, y por supuesto que en Francia vemos que con el disfraz de “conciliación” o de “evitar el conflicto” hay que vetar precisamente a quienes tienen clara esa labor urgente e histórica. El “veting” como moda política en las coaliciones no es exclusivo de España, pero así como nos piden tener lecciones de Francia estos días, espero que las aprendamos de esto que hace Hollande en este contexto de urgente antifascismo.

Para algunos el fascismo es un enemigo táctico útil, el PSOE lo sabe, Sánchez lo sabe, y por eso el PP se ha dividido en torno a la condecoración a Milei, porque saben que le da alas al presidente español. Pero el fascismo no es un adversario táctico. Para algunos cuerpos es todo lo que nos amenaza. Y el fascismo no está solo en la ultraderecha política, sino en sus medios, en sus jueces, en ministerios del PSOE como el de Marlaska que a dos años de Melilla sigue sin responder por esa masacre racista, está en Margarita Robles y su afán de guerra. A una ultraderecha de verdad no se la vence con una izquierda de mentira. La buena noticia, en medio de todo esto, es que ha quedado muy claro cuán de mentira eran algunas izquierdas. Y de esa evidencia no se vuelve.


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