¿Para qué sirve el Rey? #ElCierre

Somos el primer mundo guay. Siempre con los nuevos tiempos, como si los nuevos tiempos no exigieran que pudiéramos decidir por la jefatura del estado

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Ya lo anticipábamos ayer, algo nos decía, una intuición, que veríamos al régimen en pleno aplaudiendo a Casa Real como si hubiera ganado la Eurocopa. El décimo aniversario de Felipe VI ha sido anunciado con bombos y platillos y todavía ha sido más analizado, escudriñado y comentado desde una posición cortesana, particularmente ruborizante. Lo anticipábamos, sí, pero no por eso una deja de sorprenderse.

Hay quien puede pensar que el referéndum sobre monarquía o república no llega porque “no es un tema en la agenda política”, es decir, básicamente, porque es nuestra responsabilidad como ciudadanos no plantearla como uno de nuestros principales temas de conversación y de importancia. Pero esto es una maniobra bastante tramposa. Esta idea de que somos libre pensadores por la vida, y que nuestros sentidos comunes se construyen desde esa libertad que además es completamente individualista, casi de burbuja. Esto no es así.

Estos días en que se ha hablado mucho de Noam Chomsky por un bulo sobre su muerte difundido con rapidez por las redes sociales, deberíamos aprovechar para hablar precisamente de lo que él nos enseñó sobre lo que llamó “consentimiento fabricado” (manufacturing consent). No, no somos libre pensadores. Los grandes medios de comunicación no son ventanas de información o difusión de información, sino potentes actores políticos que desempeñan un rol fundamental: Construir los marcos mentales sobre los cuales desarrollamos y consolidamos nuestros sentidos comunes sociales. Por más críticos, listos y rebeldes que seamos, todas estamos inmersas en ese ecosistema y, por tanto, nuestros sentidos comunes son también fabricados en esos parámetros que, por suerte, luego podemos combatir críticamente. Pero ese es el punto, esa labor clave de los medios de comunicación es lo que nos permite un análisis más fino y menos tramposo de por qué determinados temas, posturas e incluso formas de ejercicio de la política son más o menos “aceptados” o más o menos “consentidos” en la sociedad. Tiene antes que ver con lo que nos enseñan que es aceptado que con lo que realmente lo es. Y, no olvidemos, que los medios de comunicación son potentes actores políticos que construyen estos marcos en defensa y representación de los intereses que les motivan, es decir, económicos.

Cuando hoy miramos las portadas de los periódicos de mayor difusión en España vemos cómo opera esa trampa donde se nos dice que “la corona goza de buena salud”, que Felipe VI y su familia “se acercan” a las familias normales de España, que son la “regeneración de una monarquía” que tenía en Juan Carlos I a un problema pero que ya fue resuelto, etc. ¿De dónde salen estas proclamas que se dan por asumidas y son compartidas casi de forma monocorde en todas las tertulias que hemos oído esta mañana? De esas portadas. Los mensajes son casi calcados y repetidos hasta la saciedad y de tanto leerlos y oírlos, una podría hasta dudar, ¿Será de verdad que Felipe VI no se parece a mí y a mi familia? Luego recuerdas lo que sabemos de la corona, de su viaje de bodas por todo el mundo, de los escándalos de corrupción alucinantes de su padre y de su familia, de su poder para decir “a por ellos” como en el 3 de octubre y se nos pasa la duda, claro. Porque se parece a mí, tanto, como yo me parezco a una silla, nada. Pero la clave está ahí.

No es que un referéndum sobre la vigencia, validez o legitimidad de la monarquía no está en la mesa porque el CIS no pregunta por ella. Eso es una vergüenza pero esa no es la razón. Este es un tema sobre el que existe un poderoso silenciamiento gracias al papel de los medios de comunicación que se encargaron de decirte que Juan Carlos I era el campechano, Felipe VI el preparado y Leonor será tu monarquía feminista. Muy moderno todo. Somos el primer mundo guay. Siempre con los nuevos tiempos, como si los nuevos tiempos no exigieran que pudiéramos decidir por la jefatura del estado. Esos mismos medios de comunicación que te dicen que el brindis de Leonor y de Sofía ha sido algo así como el discurso de Martin Luther King, emotivo y crucial, cuando sólo han dicho dos líneas y un “gracias”. Créanme, he visto a jóvenes estudiantes universitarias con una capacidad dialéctica y comunicativa bastante mayor como cuando defienden al pueblo palestino ocupando sus facultades. Ellas se parecen más a la juventud de España que las hijas del rey. Son estos medios de comunicación que te dicen que el Rey Felipe VI a diez años de su legado es un gran estadista y responsable al “hacerse cargo” también de lo que no saliera tan bien. Pero ¿Cómo se puede hacer cargo alguien que tiene inviolabilidad ante la ley? ¿Tenemos que aplaudirle que diga que se hace cargo aunque nunca se haga cargo realmente? ¿Qué es hacerse cargo para alguien que nunca tiene que preocuparse por quedarse sin trabajo ni por ser juzgado? Vaya cuento.

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Pero no son cuentos, son operaciones políticas construidas desde los medios de comunicación como altavoces del poder económico y político en este país. Cuando hablamos de república hablamos también de esto. De pensar en la democratización de nuestro ecosistema mediático para que se parezcan más a las mayorías del país y para que deje de darnos vergüenza mirar las portadas o las tertulias de esos medios de comunicación cortesanos que no se parecen al país del que dicen “informar”.


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