Oriente Medio

A una explosión de la guerra en el Líbano

La posible represalia ante los últimos ataques de Israel a altos mandos de Hamás y Hezbolá hace temer una guerra en Oriente Medio

Foto: RTVE
Foto: RTVE

Beirut sintió la explosión la madrugada del martes. Exactamente cuatro años después del estallido que dejó el puerto de la ciudad como un paisaje de velas derretidas. Israel ha querido celebrar el aniversario con una nueva explosión. El ataque logró su objetivo, terminó con la vida de uno de los principales comandantes de Hezbolá, la milicia chiita que lleva meses midiendo sus fuerzas con el ejército israelí en el sur del país, como respuesta al genocidio en la frontera de Gaza. Ha sido solo una de las varias explosiones determinantes que ha lanzado Israel como una traca de feria en la última semana en Oriente Medio. Los libaneses miran al cielo desnudo de Beirut, antes plagado de aviones que prácticamente rozaban las puntas de los rascacielos. Esperan la explosión final. Aquella que, tal vez, marque el inicio de una nueva guerra en la región.

“Te voy a enseñar el puerto”, me dijo Michael, el taxista que me recogió en el aeropuerto del Líbano a mi llegada, tomando un pequeño desvío, a su juicio, muy justificado “si no has visto la explosión de Beirut, nadie se va a creer que has estado aquí”. Es sorprendente cómo la guerra es un personaje más de esta ciudad que, como dicen sus habitantes, se reconstruye al tiempo que se destruye. Esqueletos de edificios plagados de huellas de disparos se mantienen a duras penas al costado de los nuevos rascacielos con los que las fortunas más recientes dibujan la silueta de la capital. En los días en los que se cumplen cuatro años desde una de las explosiones no nucleares más grandes registradas en la historia, Israel ha querido sumarse, de nuevo, a desdibujar el horizonte de Beirut. De la respuesta que decida dar la milicia chiita de Hezbolá y el resto de líderes de la región de Oriente Medio, agrupados en el autoproclamado “Eje de la resistencia”, dependerá cuántos de estos edificios devengan nuevos esqueletos.

“¿Por qué has venido al país de la guerra?”, me pregunta Karim desde su restaurante de shawarma. Tiene 54 años y ya asegura haber vivido 16 guerras en el Líbano

El pasado martes 30 de julio, una explosión en el sur de Beirut, en el barrio de Haret Hreik, se llevaba la vida de una mujer y dejaba 68 personas heridas, según la Agencia Nacional de Noticias libanesa. Se trataba de un ataque “selectivo”, tal y como reconocía Israel, dirigido al comandante de Hezbolá Fuad Shukr. Era, a su vez, la respuesta al impacto de un misil en tierra ocupada israelí, en los Altos del Golán sirios, que concluyó con la muerte de 12 niños, niñas y adolescentes. Israel atribuye el ataque a la milicia de Hezbolá.

Desde entonces, mientras los líderes israelíes continúan asegurando no querer provocar una escalada del conflicto en la región, los ataques “selectivos” no han cesado por distintos puntos de Oriente Medio. Un misil terminó el miércoles con la vida del jefe político del movimiento islamista palestino de Hamás, Ismail Haniyeh, en Irán. El sábado, con la del comandante de Haitham Balidi en Cisjordania. Estados Unidos también ha desplegado más fuerza militar en la región, con el objetivo declarado de reducir las tensiones.  Ninguno de estos movimientos parece calmar a los líderes chiitas. Tampoco a la ciudadanía del Líbano.

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“¿Por qué has venido al país de la guerra?”, me pregunta Karim desde su restaurante de shawarma. Tiene 54 años y ya asegura haber vivido 16 guerras en el Líbano. Las explosiones en Beirut le recuerdan mucho a la última vez que los soldados israelíes pisaron ese mismo suelo. Fue en el último conflicto entre ambos países, en el año 2006. Quienes viven aún más cerca de Israel no tienen que echar la vista tan atrás para recordar momentos similares. Ahmad, un campesino del sur del país, todavía recuerda el momento en que regresó a su casa tras recuperar sus tierras de la anterior ocupación. Tuvieron que reconstruir su vida de cero, un ladrillo sobre otro, pero el olivo milenario del jardín todavía estaba vivo. Ese árbol es una de las cosas que más le preocupa ahora, que sufre el quinto proceso de desplazamiento de su vida por los ataques israelíes. Está convencido de que esta vez también regresará a casa y, lo primero que hará, será comprobar el estado de su olivo.

Desde los estrechos pasillos de los campamentos de refugiados palestinos también permanecen atentos, como en un deja-vu, al cielo de Beirut

El Líbano ha vivido una época de paz desde aquella última vez. No así en términos estructurales, sumergido en una crisis económica sostenida donde la tasa de pobreza abarca al 44% de la población y el PIB sigue en caída libre. Pero las generaciones más jóvenes, en su mayoría, no recuerdan los tiempos de guerra y ven desde la lejanía los sucesos acontecidos hasta ahora en el sur. La explosión del pasado martes y los sucesivos ataques en la región han despertado las alarmas, los recuerdos de infancia y las historias familiares. Quien puede, en Beirut, está decidiendo desplazarse, de forma preventiva, al norte del país, lo más lejos posible de la frontera con Israel. Las embajadas no cesan en sus recomendaciones de abandonar el territorio entre vuelos cancelados día tras día y un cielo despejado, donde algún avión israelí rompe de tanto en tanto la barrera de sonido. España, Francia, Reino Unido, Canadá, Australia, Suecia y Jordania son algunos de los países que han pedido a sus ciudadanos que abandonen el país "lo antes posible" ante el riesgo de una escalada en Oriente Medio.

Los miles de refugiados palestinos que habitan en Beirut también siguen de cerca las noticias. Lo hacen desde el 7 de octubre, comprobando en las redes sociales si sus amigos y familiares siguen resistiendo a los ataques. Los datos no les sorprenden, conocen bien la noción de proporcionalidad israelí: desde octubre de 2023, los ataques del Israel contra el Líbano quintuplican los de las operaciones de Hezbolá en suelo israelí, de acuerdo a datos del Armed Conflict Location and Event Data Project (ACLED). Nasser, un refugiado palestino del campamento de Burj Al Barajenh, afirma que los gazatíes están inspirando resistencia a todos los palestinos en el exilio. “Gaza está siendo un terremoto”, afirma Nasser, “creo que Israel siente miedo por primera vez en mucho tiempo”. Desde los estrechos pasillos de los campamentos de refugiados palestinos también permanecen atentos, como en un deja-vu, al cielo de Beirut.