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Estas son las series y películas disponibles en las plataformas que no puedes perderte

Nueva entrega de la Guía de cine y televisión de Diario.Red, con nuestras recomendaciones en series y películas 

¿No sabéis qué ver, no os decidís entre la monumental cantidad de películas y series que ofrecen las diferentes plataformas? Quizás nuestra lista os pueda ayudar a elegir. En ella tienen cabida grandes directores, clasicazos, joyas ocultas, un potente documental, un viejo anime que causó furor y una serie que no deja indiferente. 

1. Un maratón: Sidney Lumet 

Estamos inmersos en el centenario Lumet. Si algún lector no sabe quién es, ya tiene deberes. Es el que dirigió joyas del cine como 12 hombres sin piedad, Tarde de perros o Serpico. Lumet no es un “auteur” y cada película suya es diferente a las otras porque cada una está basada en un texto distinto, creada por talentos diferentes (de foto, música, vestuario, sonido, arte…) que Sidney Lumet dirigía (de ahí la palabra director).

Este texto, de su libro Así se hacen las películas lo define a la perfección: “A finales de los 50, paseando por los Campos Elíseos, vi un anuncio de neón en un cine: “Doces hombres sin piedad, un filme DE Sidney Lumet”. Por suerte para mi salud mental y mi carrera, nunca creí que fuese un filme DE Sidney Lumet porque no lo es. Dependo del tiempo, del presupuesto, de lo que la actriz principal tenga de desayuno, de quién ande enamorado el actor principal. Dependo de talentos e idiosincrasias, estados de ánimo y egos, de tipos distintos. ¿Cuánta independencia tengo? Estoy al frente de una comunidad. Y esa es la gozada: la experiencia compartida”. 

En Filmin disponéis de una estupenda y nutrida colección dedicada a Sidney Lumet.

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2. Una joya de principios del siglo XXI: La vida de los otros

Filmin ha recuperado una de las grandes películas de los últimos años. Escrita de forma magistral por su director, Florian Henckel von Donnersmarck (sí, el von viene de su familia aristócrata), el filme está ambientado en la República Democrática Alemana y en el año 1984, seis años antes de la caída del muro. Su protagonista es un solitario, frío y gris (hasta su vestuario lo es) oficial de la Stasi, policía secreta, y profesor de futuros agentes. Su nueva misión es espiar, con micrófonos ocultos, a un prestigioso intelectual, a su amante y a sus amigos. Sin esperarlo, el espía verá desquebrajarse su mundo, al servicio del Estado, escuchando a su víctima y hasta leyendo los libros de su biblioteca.

3. Un documental: El poder policial en Estados Unidos

Cuando ves un documental como este, recuerdas el asesinato de George Floyd a manos del policía Derek Chauvin y confirmas que Estados Unidos, un país en plena decadencia, tiene un enorme problema con la brutalidad policial, una de las más graves violaciones de los derechos humanos. Este trabajo de Yance Ford es un documental militante, sin complejos y enfocado en el maltrato sistemático y repetido de la policía estadounidense a su comunidad negra. Y escarba en los orígenes de la represión de cuerpo policiales, ligados, fundamentalmente, a la represión de tres colectivos: los indios nativos, los negros y la clase obrera. También recupera la figura de August Vollmer, padre de la policía moderna, veterano de la Guerra entre España y Estados Unidos que militarizó peligrosamente los departamentos de policía.

Sus grandes preguntas sobre la mesa son dos: ¿la policía protege al ciudadano al poder y a la propiedad? ¿Cuál es la línea entre la protección y el control policial? Las conclusiones no son muy halagüeñas: la policía está creada y generosamente financiada para mantener el statu quo desigual, la dominación, la sumisión y el estado policial. En definitiva: el país que más farda de ser el más libre no lo es y su policía se protege con sus lobbies policiales, se regula sola y el daño que hacen es legal. En Netflix.

4. Un clasicazo de nuestro cine: Amantes

Amantes, de Vicente Aranda fue una película medular del cine español al tratar abiertamente el sexo en un periodo casi asexuado por el cine por culpa de la censura: la posguerra. Y ahí están Victorial Abril (Oso de oro en Berlín por su trabajo), Maribel Verdú y Jorge Sanz enseñándolo todo, algo que no gustó nada a la España más facha.

La película, que en un principio iba ser un capítulo más de la serie La huella del crimen,  contó con un buen guion (de Carlos Pérez Merinero, Álvaro del Amo y Vicente Aranda) inspirado en una historia real que transcurrió entre el barrio madrileño de Tetuán y Burgos y que refleja muy bien aquella oscura y represiva España en la que dos mujeres opuestas se enfrentan por un atractivo y paleto mancebo: una es una trabajadora y ahorradora joven de clase baja (en la vida real tenía seis años más que él) y la otra una atractiva mujer fatal (el vestuario lo remarca) dedicada a la estafa de medio pelo.

Él se deja manejar como un pelele, pero acaba inmerso en un asesinato que es más una eutanasia a una mujer abandonada que no quiere vivir. En realidad, él, hermanado con grandes golfos inmorales del cine negro, no pretende dedicarse a trabajar como una mula y “honradamente”, casarse y ser padre. Prefiere delinquir y ser devorado por la mantis estafadora. El final, con ese banco bajo la lluvia frente a la catedral de Burgos, y esas manos manchadas de sangre en la ventanilla de un tren, es uno de los mejores y más arrebatados y tristes finales de nuestro cine. En FlixOlé.

5. Una reliquia escondida en Netflix: Muelles de Londres

Desconozco las razones por las que a Netflix, que no destaca precisamente por sus colección de clásicos del cine, le dio por hacerse con algunos títulos del fabuloso catálogo de StudioCanal, sobre todo cine británico y francés, para tenerlos escondidos entre toneladas de morralla. Muelles de Londres (la encontrarán como Pool of London) es un ejemplo de magnífica película de los legendarios estudios Ealing. El filme mezcla el cine negro (con un robo de diamantes de por medio), el cine social y un romance interracial modernísimo para la época, nada menos que 16 años antes de Adivina quién bien esta noche, una de las primeras películas de Hollywood que se atrevió con el tema. Dirige el estupendo realizador Basil Dreaden, que también fue pionero en tratar el tema de la homosexualidad (y cuando en Inglaterra era un delito, ojo).

6. Una obra maestra de Billy Wilder: Días sin huella

Ver cualquier película actual y después volver a ver Días sin huella (The Lost Weekend) es como comer en un Burger King y cenar un chuletón con el mejor vino. La película sigue siendo una obra maestra y siempre ha destacado en las listas de las mejores películas sobre el alcoholismo. Y si bien es cierto que es el mejor filme que se ha rodado sobre el bebercio junto a Días de vino y rosas, también trata sobre la creación literaria y debería estar en las listas de las mejores películas sobre escritores. Porque aquí Don Birman, un extraordinario Ray Milland, es un escritor que ambiciona escribir una realista y desgarradora novela sobre su alcoholismo y que quiere titular La botella. De hecho, una de las imágenes más memorables de Días sin huella es Birman llevando su máquina de escribir a una casa de empeños y después a la barra de un bar.

En otra magistral secuencia, Milland explica lo que es escribir gracias al alcohol, las alas creativas que aporta la embriaguez. Un texto brutal que, estoy seguro, se inspira en el escritor con el que acababa de trabajar Wilder: el borracho Raymond Chandler, coguionista de Perdición. Y hay que ser un grandísimo guionista para evitar el filme de denuncia barata (“beber es malo”) y hacerte ver que el pobre Ray Milland bebe no solo para escribir su gran novela, también lo hace para soportar la vida. Porque el pobre no puede con a la gente, con la realidad. Ni con el idílico refugio campestre en donde lo quieren rehabilitar, ni con la ópera, donde conoce a Helen, su sufrida prometida, ni con la gente vulgar, como la sexy Gloria, ni con la gente aburrida y formal, como su hermano Wick. Con Días sin huella Wilder consigue lo que busca el pobre Birman: librarnos de la realidad y de la mediocridad durante una hora y 41 gloriosos minutos.
En Movistar Plus+.

7. Una para los niños: Comando G (La batalla de los planetas)

A ver, puede que haga trampa con esta recomendación que es más para padres actuales que para niños actuales (pero es un ejercicio interesante ver cómo reacciona un niño de hoy ante esta vieja serie). La verdad es que para alguien de mi generación es un chute al pasado recordar este primitivo anime que nos flipaba. Producida por Tatsunoko Production, presenta las aventuras de cinco jóvenes disfrazados de diferentes pájaros ayudados por un simpático robot que se parece demasiado al R2-D2 de Star Wars.

El Comando G se hizo famoso por su azulada nave, que podía convertirse en una antorcha en forma de ave, y por defender a la Tierra de la amenaza del malvado Zoltar. El grupo Parchís, que también nos flipaba mucho, vendió cientos de miles de casetes con su canción Comando G. En Filmin.

8. Una serie macarra (y mal entendida): The Boys 

Llega una cuarta temporada The Boys más pausada y profunda, pero igual de actual y provocadora. En esta sátira, plagada de guiños a la demencial era Trump, Homelander es su personaje más cañero, un asesino narcisista completamente pirado y adorado por miles de fans tan pirados como él. Lo más loco en este mundo loco es que muchos no pillaron la ironía y algunos seguidores de Trump fueron fotografiados disfrazados de Homelander (usando el disfraz del personaje para representar a Donald Trump arrestando a Joe Biden). Eric Kripke, showrunner de The Boys, vio la foto y tuiteó: “Um... ¿De verdad están viendo la serie?” Acaba de llegar a Prime Video.