El incendio de Hidra

Los habitantes de otras muchas zonas turísticas del Sur de Europa llevan años contemplando otro tipo de incendio, que arde más despacio, pero que tiene los mismos efectos y las mismas causas

Hidra es una pequeña isla griega en el mar Egeo de apenas 20 km de longitud y con una población permanente de alrededor de 2000 personas. Aunque fue una potencia naval desde el siglo XVII hasta principios del siglo XIX, después de la Guerra de Independencia de Grecia su industria naviera decayó y se convirtió en un enclave de pescadores. En la época contemporánea, sus principales ingresos provienen del turismo.

En estos días, Hidra ha llegado a las portadas de los medios de comunicación —incluso a las de algunos medios españoles— porque, durante la noche del viernes al sábado, un grupo de pasajeros de un yate de lujo desembarcó en la playa de Agios Nikolaos y lanzó una serie de fuegos artificiales que acabaron produciendo un grave incendio en el único bosque de la isla: un antiguo pinar. Según informan fuentes locales, al principio intentaron apagar el fuego pero no pudieron, así que llamaron a los bomberos y escaparon del lugar. El alcalde de Hidra ha calificado de "irresponsable" que alguien pueda lanzar fuegos artificiales en un bosque de pinos y ha anunciado que el ayuntamiento actuará contra los responsables en cuanto sean identificados.

Aunque pueda parecer que estamos hablando de un acontecimiento anecdótico y sin mayor importancia, el hecho de que las redes sociales se hayan llenado de indignación al conocer lo ocurrido demuestra que, en realidad, estamos ante una de esas metáforas que capturan de forma vívida toda una categoría política.

Aunque pueda parecer que hablamos de un acontecimiento anecdótico y sin mayor importancia, en realidad, estamos ante una de esas metáforas que capturan de forma vívida toda una categoría política

Cada vez más, los vecinos y vecinas que habitan en las zonas de turismo masificado de los países del Sur de Europa están viendo cómo la llegada de enormes cantidades de personas con alto poder adquisitivo a sus calles convierten sus barrios en invivibles. Según la lógica turbocapitalista del cuanto-más-mejor y de la explotación sin límites ni normas de cualquier fuente de riqueza que se ponga a tiro, no solamente la llegada masiva de turistas ocupa el espacio público haciendo imposible su disfrute, impide dormir a las familias en los barrios que toman como base o genera una lógica de negocio en los comercios a pie de calle que convierte las ciudades más visitadas mucho más en parques temáticos para turistas que en lugares en los que poder desarrollar una vida tranquila, agradable y feliz. Además de todo ello, las consecuencias económicas del turismo masivo tienen auténticos mimbres de saqueo. Por un lado, y a pesar de las ingentes cantidades de dinero que se dejan los visitantes en las zonas turísticas, hablamos de una riqueza que acaba en muy pocas manos y que no produce empleos de calidad, sino trabajos intermitentes, precarios y mal pagados. Por otro lado, el impacto de la actividad turística masiva en el mercado de la vivienda es absolutamente demoledor para los habitantes autóctonos. Al existir una absoluta y vergonzosa manga ancha normativa, los especuladores inmobiliarios no tienen ningún problema para apartar miles y miles de viviendas del uso residencial y ponerlas en el mercado turístico, mucho más lucrativo. Esta dinámica, como es obvio, genera una espiral de aumento salvaje de los precios de la vivienda que prácticamente expulsa a la mayoría de los vecinos y vecinas tradicionales de sus propios barrios y los convierte en gigantescos hoteles al aire libre según un esquema que no erramos si calificamos de colonialismo moderno.

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Los habitantes de Hidra vieron como su bosque de pinos ardía a toda velocidad por culpa de un grupo de ricos borrachos sin ninguna atadura emocional a la isla, que huyeron nada más cometer su fechoría y que nunca más van a volver. Los habitantes de otras muchas zonas turísticas del Sur de Europa llevan años contemplando otro tipo de incendio, que arde más despacio, pero que tiene los mismos efectos y las mismas causas. Por eso, se entiende perfectamente el significado de lo que ocurrió en Hidra y, por eso también, más le vale a los gobiernos reaccionar rápidamente. Porque la paciencia de la gente ya se está acabando.