Redes sociales

La batalla de Brasil y la guerra de las plataformas

Brasil ha avanzado en esta materia con el "Marco Civil da Internet", una ley de vanguardia que regula el uso de datos y protege los derechos civiles en la red. Mientras tanto, ni en Argentina ni en la mayor parte de los  países del mundo, hay normativas que realmente pongan un freno a los excesos de estas corporaciones
El juez Alexandre de Moraes (El juez Alexandre de Moraes y el multimillonario Elon Musk — BBC
El juez Alexandre de Moraes (El juez Alexandre de Moraes y el multimillonario Elon Musk — BBC

Es evidente que las redes sociales son un campo de batalla política. Un campo inclinado hacia la derecha. Las plataformas no son neutrales. Sus algoritmos están diseñados con un propósito. Sus administradores y accionistas tienen intereses.

El reciente caso en Brasil, donde el juez Alexandre de Moraes ordenó la suspensión de la red social X (ex Twitter) es tal vez la batalla más importante hasta la fecha entre un estado soberano y los nuevos poderes supraestatales. Mucho está en juego.

En Brasil y Argentina la influencia de Musk es evidente. No es casual que esto ocurra en vísperas de las elecciones municipales de 2024. La ultraderecha ha consolidado las redes sociales como su principal plataforma de disputa, y el rol de Musk en este entramado es claro

Musk no es un mero empresario; es un actor político supraestatal, uno de los líderes de la ola reaccionaria global, adornado con una suerte de “inmunidad jurisdiccional” que le permite alegremente promover golpes de estado como en Bolivia o guerras civiles como en Inglaterra. También, aunque después reculó parcialmente, diseminar libelos antisemitas.

En Brasil y Argentina la influencia de Musk es evidente. No es casual que esto ocurra en vísperas de las elecciones municipales de 2024. La ultraderecha ha consolidado las redes sociales como su principal plataforma de disputa, y el rol de Musk en este entramado es claro.

Nada de esto sería posible sin suscriptores

Es interesante que el Poder Judicial, el mismo poder que perpetró la persecución de Lula, haya tomado la valiente decisión de enfrentar por una vez a los poderosos para defender el atributo esencial que define al estado moderno: un ámbito espacial de aplicación normativa.  Es evidente que el contundente respaldo del pueblo brasileño a una política soberana en Brasil ha modificado la conducta de los jueces.

Así las cosas, De Moraes no sólo frenó los intentos de desinformación y manipulación a través de las redes, sino que citó al propio Elon Musk. Lo acusa de haber instigado a la comisión de delitos y obstruido a la justicia y le solicitó a los ejecutivos de la plataforma radicados en Brasil que sean interrogados. Musk cerró su oficina en Brasil y despidió a sus representantes legales, argumentando que existía una supuesta "censura", que era un perseguido político y acusó a Lula de dictador, perrito faldero del Tribunal Superior y demás epítetos tan propios de la nueva oligarquía verborrágica y sin complejos.

La sentencia del superior tribunal deriva de la causa "gabinete del odio" que bajo el ala de Carlos Bolsonaro, hijo del expresidente Jair Bolsonaro, propagó noticias falsas para desacreditar las elecciones presidenciales que ganó Lula. Esta maquinaria de mentiras sistemática, la autoproclamada milicia digital, contó con el apoyo directo de Musk al omitir el cumplimiento de mandas judiciales. Las palabras se convirtieron en hechos con el subsiguiente intento de golpe de estado denominado asalto a la Plaza de los Tres Poderes de Brasilia se produjo el 8 de enero de 2023.

Los trillonarios tecnológicos —particularmente Elon Musk y Marcos Galperín— son los héroes en la mitología terraplanista de Milei

En Argentina, se emplean las mismas tácticas para atacar adversarios políticos y manipular la opinión pública. Milei incluso solicitó recientemente una partida gigantesca para gastos reservados de los Servicios de Inteligencia que claramente tienen por objeto reforzar esta maquinaria. Patricia Bullrich implementó un sistema de ciberpatrullaje que no excluye a los dirigentes opositores de su vigilancia. Se restringió arbitrariamente la ley de acceso a la información pública. Sumado a eso, se constató en Argentina la presencia de al menos cien prófugos de aquel intento de golpe en Brasil. Los que defendemos la democracia tenemos de qué preocuparnos. En Argentina, la libertad no avanza.

Los trillonarios tecnológicos —particularmente Elon Musk y Marcos Galperín— son los héroes en la mitología terraplanista de Milei. A su vez, Javier Milei es su apologista favorito, tal vez el único político que además de otorgarles  privilegios permanentes muestra sin tapujos una relación carnal y la decisión política de beneficiarlos. Esto es toda una novedad política. No hay complejos, no se disimulan los conflictos de intereses, es un régimen de facto en términos económicos donde la vocación oligárquica encuentra cauce en un cultor del “anarcocapitalismo”.

Es interesante notar una situación peculiar de la Argentina. Los sectores tradicionales del capital financiero denuncian cómo Mercado Libre, bajo el liderazgo de Marcos Galperin, se burla de todas las normativas fiscales y laborales. Luego, Mercado Libre, denunció a lo bancos por cartelización. Las plataformas no sólo desafían al Estado, sino que también entran en conflicto con los actores tradicionales del capitalismo. Ésta es quizás la máxima novedad.

Los conflictos interburgueses de semejante dimensión terminaron en guerras el siglo pasado. Estamos viendo un reordenamiento en el tablero económico global, donde los gigantes tecnológicos y las plataformas digitales están desplazando a los capitalistas tradicionales, tomando control de sectores estratégicos como el comercio, las finanzas y, sobre todo, la información. Este cambio se va a profundizar con el desarrollo de la Inteligencia Artificial que se va a llevar puesto gran parte de las actividades laborales del presente.

El capitalismo tradicional está siendo sustituido por un nuevo modelo mucho más opaco y peligroso, donde unas pocas corporaciones controlan no solo la economía, sino también la narrativa pública y política

La industria y los bancos están sujetos a ciertas regulaciones y controles estatales; las plataformas operan en un espacio casi sin ley, burlando cualquier intento de limitación nacional o internacional. El capitalismo tradicional está siendo sustituido por un nuevo modelo mucho más opaco y peligroso, donde unas pocas corporaciones controlan no solo la economía, sino también la narrativa pública y política. 

Brasil ha avanzado en esta materia con el "Marco Civil da Internet", una ley de vanguardia que regula el uso de datos y protege los derechos civiles en la red. Mientras tanto, ni en Argentina ni en la mayor parte de los  países del mundo, hay normativas que realmente pongan un freno a los excesos de estas corporaciones.

En Estados Unidos que hasta donde sé no es una dictadura castrochavista, la Corte Suprema sentenció a Google por abusar de su posición dominante en el mercado de búsquedas en internet para sofocar la competencia, utilizando contratos exclusivos que impiden cualquier conato de competencia.

La batalla está abierta. Los sectores populares tenemos que definir una estrategia y un marco de alianzas. No se trata de detener el avance tecnológico. Incluso, tal vez debamos acelerarlo. La cuestión es buscar la forma de que esta dinámica no derive en una deshumanización absoluta y que la implosión de los estados nacionales no termine en un “anarcocapitalismo” de cuño oligárquico.