El Cierre

Ayuso marca la agenda a Feijóo #ElCierre

El PSOE sigue demostrando que está dispuesto a tender la mano al Partido Popular para conseguir reforzar el bipartidismo, Isabel Díaz Ayuso sabe que la batalla es ideológica y no renuncia a ella
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Horas antes de que Alberto Núñez Feijóo se reúna con los presidentes autonómicos del Partido Popular en Madrid, la presidenta de la comunidad madrileña, haciendo gala de su poder para marcar la línea del partido al margen de su supuesto líder, ha instado a sus compañeros presidentes a negarse a acudir a la reunión bilateral con el presidente Pedro Sánchez. Recordemos que Sánchez había anunciado el inicio de estas reuniones con los presidentes autonómicos en su discurso del miércoles, en esa lista de anuncios que, como mencionábamos ayer, son una declaración de intenciones pero que se quedan en eso, intenciones declarativas.

Viniendo de Isabel Díaz Ayuso, la presidenta cuyo nombre debiera ir siempre acompañado de una cifra: 7.291, no nos extraña que eleve el tono. Si acaso, elevar el tono es su seña de identidad. Es consciente, tanto ella como su principal mano derecha, MAR, que la disputa ideológica necesita de una batalla frente a frente y contundente contra el presidente Pedro Sánchez. Da igual que éste pacte con el PP la reforma del Consejo General del Poder Judicial, o que siga intentando convencerles de que se unan a la reforma de un artículo de la ley de extranjería para hacer obligatorio el acogimiento de niños y niñas por las comunidades autónomas. Da exactamente igual cuánto el PSOE siga demostrando que está dispuesto a tender la mano al Partido Popular para conseguir reforzar el bipartidismo que les resulta cómodo y habitual, Isabel Díaz Ayuso sabe que la batalla es ideológica y no renuncia a ella.

Feijóo llega entonces a su reunión con los presidentes autonómicos sin lograr marcar la agenda de su propia convocatoria. Si bien lo más probable es que no haya un rechazo unánime a reunirse con Pedro Sánchez, Ayuso ya ha logrado lo que quería: marcar la agenda y plantearse como la oposición más firme contra el gobierno. Feijóo se queda, nuevamente, con la boca entreabierta y aún mientras los presidentes autonómicos del PP acudan a las citas con el jefe de Gobierno, todo indica que la foto Sánchez-Ayuso no la veremos. Es decir, ella gana ya sea si la siguen en su propósito de dar plantón a Sánchez, como si es la única que lo hace. Voilá.

Los movimientos a la interna de los partidos suelen ser bastante enrevesados y difíciles de seguir. He de confesar que en algunos casos incluso pueden resultar algo aburridos. Pero nunca son irrelevantes. Aun así, tal vez el error está en creer que el movimiento de Isabel Díaz Ayuso es estrictamente interno.

La clave es entender las dinámicas de poder que quedan en evidencia con determinados acontecimientos y con determinadas declaraciones. Cuando Pablo Casado, el líder del Partido Popular tuvo la osadía de enfrentarse a Isabel Díaz Ayuso lo comprobó con creces. No se enfrentó nunca a ella únicamente, sino al poder del que ella gozaba. Un poder que se expresa mucho más en la cantidad de medios de comunicación que domina, en la cantidad de panfletos que financia y por tanto salen siempre en su defensa o le regalan bulos para que pueda utilizarlos en su argumentario, en la cantidad de personajes del mundo económico, empresarial y judicial que apuestan por ella, etcétera. Casado pensó que la disputa era con Ayuso y no con lo que la sostiene y, como sabemos, fue borrado del mapa.

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Por eso las declaraciones de Ayuso ayer resultan relevantes para entender por dónde van los tiros no solo de la presidenta madrileña, sino de sectores con mucho poder que entienden que elevar el tono contra Pedro Sánchez no solo es una necesidad, sino que es una práctica política necesaria para ganar la batalla ideológica a la que el mismo PSOE muchas veces renuncia al comprar los discursos y marcos de la derecha que, como sabemos, ya está extremada. Me refiero a la del PP, por supuesto.

Cada vez que el PSOE asume sus marcos en materia de migración, o renuncia a reformas reales en materia judicial o mediática y hace exactamente lo mismo que el PP en materia económica, no solo pierde la batalla, sino que les pone una alfombra roja a las Ayuso y a los Abascal. Por cierto, ambos bastante indistinguibles. Pero Pedro Sánchez no quiere entenderlo. Se enfrenta a Ayuso al nombrarla en su discurso, pero no al aplicar políticas que de verdad frenen su avance. Las palabras al final del día son muchas veces garantía de marear la perdiz.

No olvidemos que Ayuso es Puerta del Sol, pero también La Razón, Jiménez Losantos, OkDiario, Estado de Alarma, Ana Rosa Quintana o Vicente Vallés. Ayuso es también los jueces que siguen usando las togas para saltarse las leyes que emanan de la institución que tiene esa competencia, como es el Congreso de los Diputados. Ayuso es ese Aznar recordando que “el que pueda hacer que haga” y por eso ella hace y marca la ruta de la disputa ideológica al margen de Feijóo que es, en realidad, sólo la dirección del PP. Y Ayuso es también el espectro reaccionario, desde los nazis de Desokupa hasta los de JUSAPOL. Porque Ayuso representa bien ese punto de encuentro evidente entre el PP y VOX que no está sólo representado en las instituciones, sino desde antes en la tesis de un PP que hace mucho no es derecha, sino ultraderecha por más que algunos señores del partido socialista sigan añorando los viejos tiempos en que podían ser compañeros de viaje, pese a las diferencias.

Y por todo esto es tan importante no renunciar a dar la batalla ideológica, porque desde el otro lado lo tienen clarísimo. Mientras algunos llaman a bajar “el ruido”, o moderar “el tono”, vemos a una ultraderecha con poder en distintos espacios y con liderazgos dispuestos a sostener esa disputa porque saben que es ahí donde se juega hoy todo. El PSOE puede no aprender esta lección y continuar tendiendo la mano hasta que se fracture el brazo al PP, pero las izquierdas, las de verdad, nunca deberían olvidar que esa es nuestra labor en estos tiempos. Batalla ideológica para que las Ayuso tengan realmente un freno del otro lado, en lugar de un cómplice que desde su pasividad en Moncloa les permite, como diría Aznar, “hacer porque pueden” lo que haga falta.


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