El Cierre

El racismo como estrategia para dividir y vencernos #ElCierre

El racismo es un mal estructural y lo estamos sintiendo a diario en esos platós de televisión donde hablan de migrantes sin voces migrantes, en las instituciones donde representantes políticos vinculan criminalidad e inseguridad con la migración y siguen hablando de ella como si fuera un problema cuando es un derecho

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“Hay demanda, pero hay muchísimo marroquí o gente con hijos, pero perfiles buenos cuesta encontrarlos” o “yo tampoco alquilo a marroquíes por si me quieres meter en ese saco”. Estos son sólo dos de los mensajes de ese grupo de Telegram llamado “Inversión de alquiler de habitaciones” que bien ha detallado el Sindicato de Inquilinas de Madrid, como un espacio donde quedan claras varias de las aristas que explican también el problema del acceso a la vivienda en este país, como a otros derechos me atrevo a decir. 

Cuando hablamos de racismo no hablamos sólo de expresiones de odio específicas al andar por la calle o en un determinado espacio, que ya es decir mucho, por cierto. Cuando hablamos de racismos hablamos de prácticas en todos los ámbitos de la vida. Ya es terrible la situación de los y las españolas que intentan acceder a una vivienda digna en estos tiempos. La pesadilla de pagar el alquiler es algo en lo que ustedes que me ven y todas en esta mesa podemos entender. Nos identificamos. Imagina si tuvieras que añadir a la pesadilla de no saber cómo pagar mensualmente un alquiler a la par que vivir comiendo todos los días, que puede que incluso si tuvieras a duras penas el dinero para ello tampoco pudieras acceder a una vivienda porque quien alquila decida que tu color de piel no le gusta.

Que si eres “un marroquí” como decían en los mensajes, no eres alguien que sea digno de una vivienda. Porque ese es el mensaje de fondo en estos intercambios que he comentado al inicio de este cierre. Es un mensaje que resultado del discurso deshumanizador que desde el racismo nos repiten representantes políticos de derechas y de fuerzas progresistas que al deshumanizar a alguien no sólo lo privan de estar en igualdad, sino que justifican desde un pogromo contra estas personas como comentábamos el lunes, hasta que se les prive de derechos. Si un negro, un marroquí, una gitana, una sudamericana no somos “humanos”, ¿por qué tendríamos derechos? Ese es el tema de fondo y del que no quieren que hablemos, precisamente, porque si bien las opresiones que sufrimos algunos cuerpos son distintas y todavía más fuertes que las opresiones que sufren otros cuerpos, hay aspectos que nos unen y deberían permitirnos aliarnos entre clases y entre razas para apuntar al verdadero adversario. Eso es lo que quieren evitar.

Es verdad que el racismo hace todavía más imposible el acceso a la vivienda en este país. Y también es verdad que el acceso a la vivienda en general es un problema. Pero la ultraderecha se encarga de que creas que el problema del acceso a la vivienda es ese cuerpo migrante o racializado que viene a “ocupar” tu casa, o al que le tienes que “temer” si vive en tu edificio o en tu calle, del que tienes que “desconfiar” si vas por la calle como ha afirmado la mismísima Presidenta Racista de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso… todo para que nos enfoquemos en estas personas en situación de vulnerabilidad en lugar de en aquellos verdaderos responsables de que no seamos capaces de dormir tranquilos por tener que pagar alquileres exorbitantes o porque nos echen de nuestros barrios con ese modelo de especulación, pero también con ese modelo turístico que a los especuladores les hace agua la boca. 

Sí, quieren que pongas el foco en el vulnerable que está igual de jodido que tú. Créeme tienes más en común con alguien que no puede acceder a una vivienda que con alguien que tiene diez, ¿no? Tienes más en común con alguien que tiene que trabajar a veces más de 8 horas diarias para llegar a fin de mes que con algunos familiares de la señora Ayuso que desde que ella preside la Comunidad de Madrid han logrado algunos contratos que les permite llegar holgadísimos a fin de año, ¿o no?

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Tienes más en común con quien teme por lo que pasará mañana porque si se enferma no sabe cuánto tendrá que esperar por ser atendido o incluso si será atendido, como ocurre con tantos migrantes, que con aquellos que tienen seguros privados y un médico de cabecera, pero en la clínica privada donde una cita cuesta casi lo mismo que tu alquiler, ¿o no? Pero ¿por qué quieren que te enfoques en ese que se parece a ti? ¿Por qué quieren que te alejes de él, que le temas y que le odies? Porque si no lo haces, te vas a unir a él. Te vas a identificar con él o con ella. Te vas a sentir respaldado porque sus sufrimientos son como los tuyos y sus pesadillas son muy parecidas a las tuyas. Tal vez él o ella lo pasaron peor para llegar aquí y tienen miedos que tú no tienes, pero tienen otros miedos que son plenamente compartidos. Iguales. Vivienda, salud, educación, la factura de la luz, el precio del aceite que los supermercados encarecen como si fuera un deporte hacerlo, etcétera… 

El racismo es un mal estructural y lo estamos sintiendo a diario en esos platós de televisión donde hablan de cuerpos racializados sin cuerpos racializados, de migrantes sin voces migrantes, en las instituciones donde representantes políticos vinculan criminalidad e inseguridad con la migración y siguen hablando de ella como si fuera un problema cuando es un derecho. Pero el racismo además de ser un mal estructural —muy propio de Europa, por cierto— es también una estrategia. Una estrategia perfecta utilizada políticamente para que los subalternos, la clase trabajadora, los oprimidos, los vulnerables de todas las razas, los que más padecemos este sistema capitalista bestializado, los que llevan sobre sus hombros la gran carga que supone hacer andar este país cuando una minoría muy privilegiada se permite ni pagar impuestos aquí, no nos unamos contra quienes abusan de nosotras. Para que no hagamos política juntas. Es decir, para que ellos salgan ganando. Nada funciona mejor que el “divide y vencerás” para garantizar la estabilidad de los Roig, los Florentino Pérez, los Amancio Ortega, las Ayuso, los Botín, etcétera. Nada funciona mejor que hacernos creer que el problema no es ellos, sino nosotros mismos. 

Pregúntate, cuando oigas a la derecha, la ultraderecha y hasta al PSOE hablando del “problema de la migración” si se refieren a NUESTRO problema o al suyo. Porque es verdad que, si somos más, a lo mejor, los días de sus privilegios y de su sistema construido para las minorías y no para las mayorías, están contados. Piénsatelo.


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