El Cierre

Sánchez siendo Sánchez #ElCierre

Tenemos al Pedro Sánchez de siempre, al que conocemos bien. Pero que no sólo no cumplirá, sino que no va a intentarlo siquiera y dirá que la culpa es de ese bloque reaccionario contra el que no termina de ponerse firme

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El discurso presidencial de Pedro Sánchez ayer en el Instituto Cervantes no deja lugar a dudas: Pedro Sánchez sigue siendo el mismo Pedro Sánchez. No hay razón para la sorpresa. Es antes bien la performance de un personaje conocido en una película que hemos visto demasiadas veces. Pedro Sánchez al estilo Pedro Sánchez significa, lo sabemos, hablar hacia la izquierda mientras gobierna hacia la derecha. Una táctica que, dentro de la lógica del mal menor, le resulta muy rentable. Ese es también el problema del malmenorismo como paradigma político, que nos obliga a bajar la valla a unos estándares tan ridículos que mentir empieza a salir gratis porque preferimos que nos mienta un Pedro Sánchez a que nos mienta un Feijóo, pero lo cierto es que, en términos prácticos, en cuestiones concretas, las diferencias sean muy pocas. 

Es verdad que el factor de la confianza en política lleva a elegir entre uno u otro candidato. Pero, la política no se construye sobre la base de confianzas construidas en abstracto, sino sobre las garantías que nos dan las evidencias, los precedentes y la memoria. Por eso, es importante no sólo el qué, sino el quién. Porque sabemos que los discursos y los papeles aguantan todo, pero que son los hechos los que garantizan que lo que se dice es posible. Hagamos el ejercicio. Si oyes la frase “vamos a invertir en la paz” en boca de José María Aznar, sí, el Aznar de los azores, ¿le creerías? En cambio, si la oyes en boca de Ione Belarra, por ejemplo, ¿cuál es tu reacción? Del mismo modo, si oyes la frase “lucharemos por los derechos de todas las mujeres” en boca de Carmen Calvo, ¿le creerías? Si la oyes, en cambio, en boca de Irene Montero, ¿qué pasaría? Incluso si no te gustan estas opciones, incluso si no estás de acuerdo, lo cierto es que quién enuncia los discursos define los mismos discursos. Y ayer, los anuncios del presidente Pedro Sánchez han tenido este pequeño problema: el enunciador. ¿Por qué? Porque, como decíamos al inicio, Pedro Sánchez es muy Pedro Sánchez.  

Es el Sánchez que en 2018 recibía al Aquarius con los brazos abiertos para mostrar que su gobierno sería un gobierno defensor de los derechos humanos de todas las personas y en las fronteras, pero que a la vez nombró a Fernando Grande-Marlaska en el ministerio del Interior. Un ministro al que mantiene luego de la masacre en Melilla, de las devoluciones en caliente o de las infiltraciones policiales en movimientos sociales. Es el Sánchez que durante las campañas electorales de 2023 puso a la vivienda en el eje central de su campaña y afirmó que se haría cargo de garantizar el derecho a acceso a la vivienda. Lo vimos hasta sacarse viviendas de los bolsillos en cada mitin electoral. 10 mil, 100 mil, 200 mil. Y ese mismo Pedro Sánchez es el que da la bienvenida y agradece a los grandes fondos buitre que quiebran el derecho de vivienda, el que nombró a Isabel Rodríguez como ministra en la materia para que dé tranquilidad a los propietarios —no tanto a los pobres inquilinos— y que tuvo a un ministro como Ábalos que afirmó sin rubor que la vivienda era también un bien de mercado. Es el Sánchez que reconoció el estado de Palestina en pleno genocidio cometido contra el pueblo palestino por parte de Israel, pero a la par siguió comerciando armas con el estado genocida. De hecho, en agosto, Defensa concretó dos contratos de armas con ellos. Pero ahora nos dice que le creamos que la cumbre bilateral Palestina-España lo convierten en el adalid de la defensa del pueblo palestino al que siguen masacrando con las armas que su gobierno comercia.

Por eso el anuncio presidencial ha de ser valorado no por el qué sino por el quién. Porque un discurso, repito, lo aguanta todo. Incluida la hipocresía de un presidente que sabe hablar muy bien desde la izquierda, aunque gobierne hacia la derecha y acuerde CON la derecha.

Pero hay un detalle más. ¿Cómo piensa hacer todo esto que promete Pedro Sánchez si no es capaz de gobernar hasta ahora? Más de un año en el gobierno y las únicas grandes iniciativas que ha podido sacar adelante son la Ley de Amnistía —de lo que dependía su investidura— y el acuerdo del CGPJ, donde vimos nuevamente que el acuerdo se hace con las derechas y no con las izquierdas. Si antes podíamos tener legítimas dudas de que Sánchez cumpliera lo que prometía, porque conocemos los precedentes, ahora hay que añadirle que además no cuenta con los números ni para mentirnos en condiciones. No es capaz de aprobar presupuestos, ¿cómo financiará el estado del bienestar que dice que va a reforzar? No es capaz de plantarse contra el bloque reaccionario ni para modificar un mísero artículo de la ley de extranjería, ¿cómo va a garantizar los derechos humanos de las personas migrantes como señala, por cierto, luego de haber dicho que había que deportar a los “irregulares”? No es capaz ni de que su propio partido apoye unánimemente el acuerdo de financiación con Catalunya, ¿cómo va a lograr aumentar el reparto a todas las CCAA? No ha sido capaz de desbloquear el CGPJ garantizando que nunca más sea bloqueado, sino regalándole capacidad de veto y bloqueo al PP, ¿cómo va a garantizar que no siga habiendo jueces prevaricadores que vaya contra leyes como la ley de amnistía y sigan gozando de impunidad pese a subvertir la democracia? No es capaz ni de iniciar una verdadera lista de acciones para acabar con el abuso mediático y el contubernio con cloacas del estado y jueces corruptos para interferir en la democracia mediante la técnica del lawfare, ¿cómo va a garantizar entonces el respeto absoluto de la democracia?

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Y es por ello que, de todo lo dicho por Pedro Sánchez, se infiere que tenemos al Pedro Sánchez de siempre, al que conocemos bien. Pero que no sólo no cumplirá, sino que no va a intentarlo siquiera y dirá que la culpa es de ese bloque reaccionario contra el que no termina de ponerse firme garantizando así que sigan y sigan creciendo. 

Tal vez lo único que sí queda claro tras su discurso es que hace más falta que nunca una izquierda que sea capaz de plantear una alternativa a un malmenorismo que es mediocre porque ya ni plantea determinadas acciones, sino simplemente discursos para luego mantener un piloto automático que, como decíamos el lunes, nos lleva necesariamente a la extrema derecha. Si Pedro Sánchez es muy Pedro Sánchez, necesitamos una izquierda que sea muy de izquierda. Y que vuelva a forzar a Sánchez no sólo a “hablarle” a la izquierda, sino a “seguir” a la izquierda porque si no sus días también estaban contados. La oportunidad está ahí. Sánchez ayer lo ha dejado claro.


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