Abandonar las redes sociales, un privilegio político

Su pertenencia al sistema bipartidista —que le proporciona el apoyo y la ventana abierta en buena parte de los medios— no es el único privilegio político que permite a Collboni tomar la decisión que toma
El alcalde de Barcelona, Jaume Collboni —  Alberto Paredes / Europa Press / ContactoPhoto
El alcalde de Barcelona, Jaume Collboni — Alberto Paredes / Europa Press / ContactoPhoto

Este sábado, el alcalde de Barcelona, Jaume Collboni (del PSC), publicaba en su cuenta de X que ese mismo día abandonaba la red social. La razón, según el mensaje publicado por el regidor, es que X “se ha convertido en un lugar lleno de odio, intolerancia y mentiras”. En su publicación, también afirmaba que el propietario de X, Elon Musk, ha contribuido a esta degradación y reiteraba las mismas ideas señalando que “X se ha convertido en un pozo de 'fake news', falsedades e intransigencia, una amenaza para la democracia”. A continuación, Collboni indicaba cuál es a su juicio la receta política que se debe aplicar ante esta amenaza: “Tenemos que garantizar el derecho a una información independiente, veraz, rigurosa y honesta. Por ello, hay que denunciar y combatir la manipulación de la realidad”. Finalmente, reconocía que pierde un espacio para comunicarse con los ciudadanos de Barcelona pero que seguiría encontrándose con ellos en otras redes sociales y “sobre todo en las calles y los barrios”.

Esta decisión de nada menos que el alcalde de la segunda ciudad de España vuelve a avivar el debate sobre qué es lo que debe hacer la gente de izquierdas, progresista en este caso, o simplemente demócrata, ante la infestación de bulos, de odio y de tácticas espurias que la extrema derecha está introduciendo en las redes sociales. El problema es que la decisión personal de Collboni —y de otros que han venido antes que él— se toma desde una posición muy concreta y, a nuestro juicio, consigue exactamente lo contrario de lo que pretende.

Lo primero que hay que decir es que el problema que señala el líder del PSC en Barcelona es un problema real y muy grave

Lo primero que hay que decir es que el problema que señala el líder del PSC en Barcelona es un problema real y muy grave. Es absolutamente evidente para todo el mundo que la mayoría de las redes sociales —y muy especialmente X— han evolucionado desde su nacimiento en una dirección claramente reaccionaria. Estos lugares de encuentro digital que, hace ya casi dos décadas, aparecieron en Internet como ágoras infinitas donde se podía conversar tranquilamente con cualquiera y donde las personas corrientes tenían la posibilidad de hacer llegar su voz hasta la otra punta del mundo, con el pasar de los años se han visto colonizadas por las fuerzas más reaccionarias del capitalismo y han sido utilizadas en repetidas ocasiones para intentar manipular la opinión pública, generar odio e incluso violencia. Al mismo tiempo y tal y como señala el alcalde, es también cierto que estas herramientas están en manos de multimillonarios con tendencias sociopáticas y sin ninguna querencia por el bien común, el interés general o la democracia. Todo esto es verdad y es igualmente correcto que urge buscar y aplicar soluciones a estos peligrosos problemas. Pero es sumamente dudoso que la solución óptima sea abandonar las redes sociales.

Nada de esto sería posible sin suscriptores

Porque esta es la primera contradicción que exhibe Jaume Collboni. Si es un problema la degradación de X como lugar donde florece la mentira y el odio bajo la tutela de un multimillonario irresponsable, entonces, ¿a qué red social sugiere el alcalde que nos desplacemos? ¿A Facebook, propiedad de Mark Zuckerberg vehículo principal del escándalo de Cambridge Analytica de utilización de datos privados de sus usuarios para segmentar los mensajes, aumentar la polarización y favorecer a Donald Trump? ¿A Instagram, propiedad del mismo multimillonario y que tiene serias contraindicaciones, reconocidas por él mismo y con graves efectos en la salud mental de los jóvenes? ¿A TikTok, propiedad de una empresa china y cuyo algoritmo parece basado en los mismos criterios de captura de la atención y producción del máximo beneficio más allá de los efectos personales y políticos perjudiciales que esto pueda tener en la sociedad? ¿A una de las múltiples alternativas que se anuncian como libres de estos defectos, pero en las que todavía hay poquísima gente y, por lo tanto, no sirven para mantener una verdadera conversación global (además de que nadie nos garantiza que no se vayan a llenar de mentiras y odio en el futuro próximo)? En realidad, lo mismo que Collboni dice de X se puede decir de cualquier red social en la actualidad o en potencia. Por lo tanto, la conclusión lógica de su estrategia no es solamente abandonar X sino abandonarlas todas.

Por supuesto, un miembro destacado de uno de los dos partidos dinásticos del sistema del turno bipartidista no solamente se puede permitir perfectamente una vuelta a ese mundo antiguo, sino que, incluso, puede desearla

Y aquí ya nos empezamos a acercar al lugar de privilegio desde el cual el alcalde de Barcelona toma su decisión personal. Su propuesta de volver a un pasado en el que solamente podíamos hablar entre nosotros bien bilateralmente por teléfono o bien en reuniones pequeñas o en la calle es una propuesta que devuelve el monopolio de la comunicación masiva a los grandes medios de comunicación, mayoritariamente en manos de la oligarquía (medios que, por cierto, contienen un porcentaje de bulos y de odio que poco tiene que envidiar a las redes sociales). Por supuesto, un miembro destacado de uno de los dos partidos dinásticos del sistema del turno bipartidista no solamente se puede permitir perfectamente una vuelta a ese mundo antiguo, sino que, incluso, puede desearla. Al fin y al cabo, cuando la oligarquía española tenía el control prácticamente absoluto de la comunicación era mucho más fácil mantener la ficción bipartidista y evitar la aparición de nuevos actores políticos que puedan cambiar el tablero. Sin embargo, para cualquier persona de izquierdas que aspire a una transformación económica y social que empodere a los de abajo recortando los privilegios de los de arriba, renunciar a las redes sociales es simplemente un suicidio político. Es algo que la gente trabajadora no se puede permitir.

Sin embargo, para cualquier persona de izquierdas que aspire a una transformación económica y social que empodere a los de abajo recortando los privilegios de los de arriba, renunciar a las redes sociales es simplemente un suicidio político

Pero su pertenencia al sistema bipartidista —que le proporciona el apoyo y la ventana abierta en buena parte de los medios de comunicación de masas— no es el único privilegio político que permite a Collboni tomar la decisión que toma. Detrás de la misma, también se halla el privilegio burgués de evitar el conflicto. Una persona que pertenece cómodamente a las clases integradas, que no teme por su seguridad económica ni la de su familia, incluso aunque esté en primera fila de la política, se puede permitir una existencia carente de conflicto. Mediante acuerdos civilizados con el resto de las élites puede conseguir sus objetivos, avanzar su agenda, hacer una buena parte de su voluntad y, al mismo tiempo, vivir tranquilo y no confrontar con nadie. Sin embargo, las personas que son desahuciadas por un banco, explotadas laboralmente por una gran empresa, machacadas económicamente por una hipoteca que no para de subir, por un alquiler o por los precios de la compra, las personas que tienen una pequeña tienda cuya continuidad se ve amenazada por una gran superficie o por Amazon, los taxistas que ven cómo los buitres de las VTC van extendiendo sus tentáculos, los pequeños agricultores a los que los grandes capitales del agronegocio quieren dejar sin futuro, las familias de las zonas más despobladas que no tienen pediatras en la atención primaria, las personas trans que reciben un odio brutal a derecha y a izquierda, los migrantes que son objeto del odio y la discriminación, todos ellos y muchos más, no tienen el privilegio burgués de poder llevar una vida libre de conflicto. La única manera que tienen de salir del pozo, la única forma que existe de mejorar materialmente sus vidas, pasa inevitablemente por establecer un conflicto con los oligarcas y las élites políticas y mediáticas a su servicio. Renunciar a ese conflicto es renunciar a sus vidas y a su futuro.

Por último, incluso para un progresista inserto en el sistema burgués la táctica de abandonar espacios ante el avance de los reaccionarios no es en absoluto recomendable. Y no lo es porque las derechas y las extremas derechas tienen la determinación feroz de ocuparlo todo, precisamente para echar a todos los demás. “Como las redes sociales están llenas de reaccionarios, abandonemos las redes sociales. Como la judicatura es mayoritariamente de derechas, abandonemos la judicatura. Como las instituciones están inclinadas por diseño hacia los intereses de los de arriba, abandonemos las instituciones. Como los medios de comunicación están controlados por la oligarquía, abandonemos los medios de comunicación. Como las calles y el espacio público cada vez están siendo ocupadas más y más por los que odian, abandonemos las calles y el espacio público quedándonos en casa.” No es difícil ver donde acaba la lógica aplicada por Jaume Collboni en una época en la que los ejércitos reaccionarios no paran de avanzar. Obviamente, para pararlos, hay que hacer todo lo contrario a lo que ha hecho el alcalde: hay que estar en todos los espacios, hay que dar la batalla en todos ellos y no hay que permitir que nos expulsen a los demás.