Bolivia en la encrucijada del proceso de cambio

Las tanquetas desplegadas frente al palacio de gobierno parecen haber dado la última voz de alarma. Lo que es seguro es que la oligarquía boliviana, de acceder de nuevo al poder del Estado, consumará una revancha histórica que no distinguirá entre arcistas y evistas

January 27, 2020, City Of Buenos Aires, City of Buenos Aires, Argentina: INT. WorldNews. Archive Picture. EVO MORALES, Former President of Plurinational State of Bolivia, and LUIS ARCE CATACORA, candidate for President for MAS-IPSP (Movimiento al Socialismo-Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos) and former Minister of Economy....Former President of Plurinational State of Bolivia, Evo Morales, and the candidate for President for MAS-IPSP (Movimiento al Socialismo-Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos) and former Minister of Economy, Luis Arce Catacora, at press conference in Buenos Aires, Argentina on January 27, 2020.,Image: 564377762, License: Rights-managed, Restrictions: , Model Release: no, Credit line: Julieta Ferrario / Zuma Press / ContactoPhoto
Evo Morales y Luis Arce — Julieta Ferrario / Zuma Press / ContactoPhoto

Por varios motivos, el proceso de cambio iniciado en Bolivia en el año 2005 puede ser considerado como el más radical de la historia contemporánea de América Latina y el Caribe: el inédito protagonismo indígena y campesino en la conducción de los destinos del país, la nacionalización de los hidrocarburos y otros bienes comunes estratégicos, la construcción de un modelo económico exitosísimo que tuvo mucho de planificación y poco de “milagro”, la reducción notable de la pobreza, la desigualdad y la exclusión social, la sanción de una de las constituciones más avanzadas del planeta en términos de derechos y garantías, la novedosa redefinición plurinacional del Estado, así como la construcción del MAS, un partido-movimiento único en su tipo, alcanzan para sostener esta tesis.

Sin embargo, la asonada militar del día miércoles volvió a evidenciar la crisis de un modelo que, salvo durante el interregno abierto por el golpe de Estado en 2019, moldeó los destinos de la república a lo largo de las últimas dos décadas. Otra vez, como sucedió hace poco menos de cinco años, una tentativa golpista reveló la fragilidad de la «Revolución Democrática y Cultural» y demostró que sus conquistas, como todos los avances sociales, pueden ser revertidos. Al fin y al cabo, como supo decir Isabel Rauber, no fue hace tanto tiempo que los indígenas que hoy ocupan las más altas responsabilidades al frente del Estado tenían prohibido caminar por las mismas veredas que los blancos.

Lo curioso del caso boliviano es que, pese al inevitable desgaste acumulado en cuatro períodos de gobierno, y aún con una crisis económica en ciernes, la izquierda sigue siendo imbatible. Imbatible en términos electorales, dado que se impuso en todas las elecciones celebradas desde el año 2005 (con la salvedad del referéndum constitucional de 2016) y conserva aún hoy los mayores índices de aprobación social; e imbatible también en términos políticos y sociales, porque conduce a las principales organizaciones del país y cuenta con una gran capacidad de movilización callejera, lo que le permitió estrangular el golpe de Estado de 2019 en apenas un año, y recuperar la democracia en tiempo récord.

Sólo la división de las clases populares, sus liderazgos y sus organizaciones podría permitir el retorno de las oligarquías al poder en las elecciones generales previstas para el año 2025. Ni lenta ni perezosa, ésta ha sido exactamente la apuesta de la derecha local y trasnacional, impotente en los últimos años frente al abroquelamiento de las mayorías indígenas y campesinas del país. Ahora, las élites tradicionales parecen haber hecho suya la máxima del estratega militar chino Sun Tzu: “si tu enemigo está cometiendo un error, no lo interrumpas”.

La interna a cielo abierto desatada entre los dos sectores del MAS, hoy fracturado de hecho, dividió al movimiento popular entre “arcistas”, seguidores del presidente Luis Arce, y “evistas”, partidarios del liderazgo histórico de Evo Morales. Ambos, Arce y Morales, antes estrechos aliados, buscan competir por la presidencia en 2025. Para colmo, el Tribunal Constitucional echó más leña al fuego al negar la posibilidad de Morales de volver a postularse, haciendo una interpretación amañada de la Carta Magna que ha sido muy discutida por los juristas. Desde hace meses, la interna escaló hacia niveles inimaginables, incluyendo acusaciones de proscripción y hasta de tentativas de asesinato. E incluye hoy, en un nuevo capítulo, interpretaciones muy diferentes sobre el carácter, los objetivos y los responsables del motín del miércoles.

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Con estas relaciones tan destempladas, no son pocos los analistas que como Álvaro García Linera, ex vicepresidente de Bolivia y uno de los intelectuales más lúcidos del país y la región, auguran una derrota política casi segura si la izquierda se presentase dividida a las urnas.

Nada está escrito, y aún queda tiempo para dar un viraje antes de llegar al dramático punto de colisión. Las tanquetas desplegadas frente al palacio de gobierno parecen haber dado la última voz de alarma. Lo que es seguro es que la oligarquía boliviana, de acceder de nuevo al poder del Estado, consumará una revancha histórica que no distinguirá entre arcistas y evistas.