Kursk y la cara ‘B’ de la propaganda otanista

La cacareada ofensiva ucraniana en Kursk fue, en esencia, de un gran valor propagandístico. Sin embargo, sus consecuencias en el campo de batalla de Donetsk se empiezan a ver, desvelando el riesgo que entrañaba una aventura de esas características cuando Kiev necesitaba concentrar recursos en otros frentes
Cuenta X — Volodímir Zelenski
Cuenta X — Volodímir Zelenski

Las portadas de periódicos de tirada europea, los grandes titulares de sus editoriales y los informativos de las televisiones en el Viejo Continente corearon al unísono la bravura y, sobre todo, inteligencia estratégica, que subyació a la ofensiva ucraniana en Kursk. Aquella aventura puesta en marcha por Kiev a inicios de agosto del 2024 envalentonó al enjambre otanista. La penetración de efectivos del bando ucraniano en suelo ruso a través de este óblast no solo reflejaba la gallardía del aliado, sino que evidenciaba, a ojos de cualquier entusiasta de la OTAN, un cambio de rumbo en una guerra que, sobre el terreno, hace unos meses que transita una tendencia innegable: Rusia avanza, lenta pero consistentemente, en el decisivo óblast de Donetsk.

Aquel aliado que, probablemente, atacó a Alemania (que sí es miembro de la OTAN) afectando críticamente su sistema de aprovisionamiento energético, cuenta con el aval del eje Europa-Washington para sus incursiones en territorio ruso. De hecho, son Francia, Alemania, Estados Unidos, el Reino Unido y el resto de grandes actores del esquema del imperialismo colectivo los que enquistan una guerra de la que se benefician en lo general ─desgastando las capacidades militares y la economía rusa─ y en lo particular ─asegurando la primacía de sus monopolios energéticos en detrimento de los rusos, en el caso concreto de Estados Unidos─.

En efecto, el primer mes de la incursión ucraniana en Kursk ha cosechado algunos aciertos inmediatos, como la toma de varias decenas de localidades rusas en un ataque relámpago que, esta vez, sí pilló al ejército ruso a contra pie. Ciertamente, este éxito en el corto plazo era esperable

Como tétrico “efecto colateral” del envalentonamiento y la propaganda belicista, las muertes de ucranianos y rusos y el desplazamiento de ciudades enteras. Da lo mismo; el propio Volodímir Zelenski, consciente de la imperiosa dependencia que su país y su ejército tienen hoy de las ayudas occidentales, aviva la bilis: “Estamos avanzando en la región de Kursk, uno o dos kilómetros en varias zonas desde el comienzo del día. Hemos capturado a más de 100 militares rusos durante este período. Estoy agradecido a todos los que han participado; esto acelerará el regreso de nuestros muchachos y muchachas a casa”, escribía en su perfil de “X”.

En efecto, el primer mes de la incursión ucraniana en Kursk ha cosechado algunos aciertos inmediatos, como la toma de varias decenas de localidades rusas en un ataque relámpago que, esta vez, sí pilló al ejército ruso a contra pie. Ciertamente, este éxito en el corto plazo era esperable: Moscú no tenía desplegadas sendas defensas en esta frontera, lo que sumado al gran volumen de recursos que Kiev envió para su avanzada, posibilitó que se tomasen rehenes y se capturasen núcleos poblacionales.

Nada de esto sería posible sin suscriptores

Probablemente, el objetivo inmediato de Ucrania era mandar un mensaje a sus aliados en Occidente para mostrarles que, aun maltrecho tras dos años y medio de conflicto, su ejército todavía puede dañar a Rusia si se le brindan las herramientas y la financiación para hacerlo. No obstante, era cuestión de tiempo que se hiciera evidente la contracara de este arriesgado movimiento de Kiev: el frente de Donetsk se vio limitado en sus recursos y los rusos han podido acelerar su avanzada en él.

Estratégicamente hablando, la decisión militar del gobierno de Zelenski ha sido muy riesgosa

Si bien el triunfo de los objetivos primarios del operativo relámpago ucraniano es evidente ─dar un “susto” a Rusia, forzarle a desviar recursos de otros frentes hacia Kursk e insuflar de oxígeno la propaganda belicista en Europa─, también lo es que dicha ofensiva era difícilmente sostenible. El control ucraniano del territorio conquistado en Kursk es débil y, aún más grave, su aventura ha limitado las capacidades defensivas de Ucrania en Donetsk.

En efecto, Rusia ha tenido que movilizar recursos hacia el óblast atacado, pero no lo ha hecho principalmente desde Donetsk, sino desde otros puntos menos críticos, por lo que su capacidad para avanzar allí y, eventualmente, alcanzar Pokrovsk, se ha visto reforzada. En este sentido, también la “victoria” propagandística fue pírrica y cortoplacista: Occidente celebró la sorpresiva incursión ucraniana como una muestra de que Kiev tenía capacidades estratégicas para obtener grandes triunfos en el frente… pero puede convertirse en una mera ilusión temporal si los acontecimientos en torno a Pokrovsk se desenvuelven como, a priori, parece que lo van a hacer.

Estratégicamente hablando, la decisión militar del gobierno de Zelenski ha sido muy riesgosa. La relativa escasez de recursos y hombres fortalece un análisis que la propaganda pro ucraniana (en realidad, pro guerra) insiste en negar: que Kiev no puede, salvo un incremento notable de ayuda occidental o un involucramiento directo sobre el terreno de los ejércitos europeos, vencer en esta guerra de desgaste que Rusia ha diseñado y que Europa ha aceptado como vía para el enfriamiento y el debilitamiento relativo de la industria de Moscú.

Kiev no puede sostener en el tiempo su aventurismo en Kursk y, en simultáneo, impedir que el ejército ruso llegue hasta el enclave crítico de Pokrovsk, en Donetsk; simplemente no salen las cuentas. No obstante, las cuentas reales de la guerra nunca han parecido importar al eje otanista. Ni la situación de la economía ucraniana, de facto un estado insostenible en la actualidad si los actores europeos y Washington le sueltan la mano, ni la todavía indefinida cifra de muertos y desplazados que esta guerra ha dejado en un lapso de 30 meses.

La propaganda de guerra por parte de buena parte del ecosistema mediático de la industria de la guerra y la OTAN sostendrá insistentemente que “la guerra todavía se puede ganar”

El desgaste de las capacidades militares de Rusia por medio de la prolongación del conflicto es un hecho funcional a los intereses de dominación que la OTAN tiene para el este de Europa y para otros enclaves. Si Moscú se debilita en Ucrania, será más fácil para Occidente tomar posiciones en un Asia-Pacífico en el que China es el principal rival, pero dentro del cual Rusia estaba llamada a jugar un papel clave.

La propaganda de guerra por parte de buena parte del ecosistema mediático de la industria de la guerra y la OTAN sostendrá insistentemente que “la guerra todavía se puede ganar”, a pesar de que esta afirmación no sea más que un acto de fe (salvo que se pretenda que los ejércitos europeos acudan formalmente a poner boots on the ground). Ciertamente, el desenlace de la guerra cada vez parece importar menos, así como su balance humanitario (nunca importó…), por cuanto el verdadero objetivo se está cumpliendo. Rusia saldrá debilitada en relación a Occidente del escenario ucraniano incluso si se cumpliesen sus condiciones y la conflagración terminase mañana, y ello justifica la destrucción de Ucrania.