La moral blanca y la moral negra

Transcripción a cargo de Albert Portillo de un artículo publicado originalmente en El Abolicionista el 18 de abril de 1875 en el que la pensadora, periodista, poeta, dramaturga y una de las precursoras del feminismo, Concepción Arenal, contrapone la moral abolicionista a la moral esclavista dando una vuelta de tuerca al leitmotiv de la obra de Proudhon titulada «¿Qué es la propiedad?»

Manifestación del 10 de enero de 1873 en Madrid — Le Monde Ilustré — Biblioteca Nacional de Francia
Manifestación del 10 de enero de 1873 en Madrid — Le Monde Ilustré — Biblioteca Nacional de Francia

Alabada por su concepción antipunitivista del derecho es mucho más desconocida la faceta antiesclavista de Concepción Arenal (1820-1893). Pionera del feminismo fue, además, una de las fundadoras de la Sociedad Abolicionista Española en 1864 y activa colaboradora de su revista: El Abolicionista. Arenal destacaría por sus críticas audaces contra la burguesía esclavócrata y su miserable tráfico de hombres y mujeres para las plantaciones esclavistas de las colonias españolas. Arenal destacaría, además, por ganar en 1866 el certamen organizado por la Sociedad Abolicionista con un poema implacable contra la esclavitud que sería publicado en una antología poética abolicionista: El cancionero del esclavo. En este artículo escrito ya bajo el régimen dictatorial de la Restauración, Arenal contrapone la moral abolicionista a la moral esclavista dando una vuelta de tuerca al leitmotiv de la obra de Proudhon titulada «¿Qué es la propiedad?» (1840). Si para Proudhon la propiedad es un robo, para Arenal —bajo el sistema esclavista— el robo mismo de personas es el acto creador de la propiedad. 


Cuando se roba una cosa, si aparecen el ladrón y la cosa robada ¿qué se hace? Devolvérsela a su dueño. El ladrón podrá negar que lo fue; empleará cuantos medios le sugiera su ingenio en prueba de que nada quitó; pero una vez convicto y confeso; nunca, ninguno, ni el más cínico y desalmado pretende quedarse con la cosa robada porque le viene bien, porque le haría mala obra el devolverlo. Los individuos, las corporaciones, los pueblos, quieren con frecuencia apropiarse lo que en justicia no les pertenece; emplean la astucia o la fuerza para conseguir su mal propósito; pero todo poseedor injusto se esfuerza por legitimar su posesión, por darle las apariencias de la justicia por convertir el hecho en derecho. Es preciso repetirlo; aunque ni decirlo debiere ser necesario, y cuando aparecen el ladrón y la cosa robada, esta se devuelve a su dueño y se tendría por loco el que alegase en favor del robador el bien que le resulta de poseer lo que no le pertenece y el mal que le causara restituirlo.

Esta es la regla por la conciencia, consiguiendo la ley aplicada por los tribunales. Esta es la justicia y el derecho entre los blancos, la moral blanca.

Veamos ahora lo que es la moral negra.

No hay ya opiniones con respecto a lo que pudiéramos llamar la teoría de la esclavitud. Todo el mundo conviene que es una cosa injusta, inicua, horrible, impía, un hecho sin derecho. La Iglesia la anatemiza en nombre de Dios, los filósofos en nombre de la razón, los juristas en nombre del derecho, los hombres de conciencia en nombre de la moral, los estadistas en nombre de la economía; y los poetas la cantan para hacerla odiosa, y las mujeres la lloran para hacerla imposible. El derecho aparece incontestable, incontestado, resplandeciente de justica y de paz proclamando las santas leyes de Dios, las leyes equitativas de los hombres, mientras el hecho en la oscuridad murmuró una blasfemia.

Nada de esto sería posible sin suscriptores

Los que quieren aplazar la abolición, que salgan de sus almacenes o de sus escritorios; que vengan al terreno de la justicia y de la conciencia, del deber y del derecho

¿Qué es la esclavitud? Apoderarse un hombre o muchos hombres, por fuerza, de la libertad de otro hombre, privarle por fuerza y contra derecho del más precioso de los bienes que había recibido de Dios, del medio de cultivar sus facultades intelectuales, de utilizar sus fuerzas físicas, de obrar según su conciencia y conforme a la ley santa. La esclavitud, pues es el robo de la libertad; los gobiernos mismos lo afirman al perseguir la trata. Si la trata es un crimen, si se castiga (en teoría) con penas severas, ¿cómo la esclavitud puede ser un derecho?

Puesto que nadie lo tiene para esclavizar a otro, podemos repetir: la esclavitud es el ROBO de la libertad. Y desde el momento en que así se reconoce, desde que aparecen el robador y la cosa robada, ¿por qué esta no se devuelve a su dueño? Aquí callan las reglas de derecho, la justicia, la lógica, el buen sentido, enmudece, en fin, la moral blanca para que hable la moral negra. ¿Y qué dice? ¡Oh! Cosas muy buenas como afirmaba la doña Mónica del Barón de Illescas. Lo primero, dice que la esclavitud (el robo = le conviene. Lo segundo que le viene bien. Lo tercero, que le acomoda. Lo cuarto, que le hace al caso. Lo quinto que le avía. Lo sexto, que le es útil. Lo séptimo, que le es necesaria, etc. Perfectamente: no se puede pedir más.

Hablemos en razón, escuchadla al menos los de la moral negra basta de escarnio.

Os decimos:                                                                          Nos respondéis:

Dios                                                                                           Azúcar

Justicia                                                                                    Café

Derecho                                                                                  Algodón

Humanidad                                                                          Añil

Así ni más ni menos, porque cuando os hablamos de la abyección, del embrutecimiento, de las torturas, de los dolores, de todas las desdichas de la raza oprimida, de toda la iniquidad de las razas opresoras, nos decían que si en la Martinica, que si en la Guadalupe, que si en Santo Domingo, que si en la isla de Borbón disminuyeron las exportaciones después de abolida la esclavitud. ¿Qué nos importan vuestras exportaciones después de abolida la esclavitud?, ¿qué nos importan vuestras exportaciones ni qué tiene que ver con el asunto que tratamos? Tenedlas en cuenta para una estadística mercantil porque al tratar una cuestión de justicia y de humanidad, de conciencia de honor, es el colmo del absurdo alegar como razones tales datos. ¿En qué discusión habéis visto aducir argumentos enteramente extraños al objeto de ella?, ¿qué diríais si se combatiese el libre cambio con las propiedades del cuadrado, el monopolio con las afinidades químicas y la inmortalidad del alma con la ley de Mariotte? ¿Y sois vosotros más razonables cuando al tratar de una inmensa iniquidad, que cuesta tantas lágrimas y tanta sangre, que embrutece y desmoraliza a oprimidos y opresores, cuando se trata de cuestiones del orden religioso y moral aducís argumentos sacos de mercancías? Y no es que nosotros deseñemos los frutos de la tierra, no; todo lo que Dios ha dado es bueno si de ello hacemos buen uso; no es que tengamos en poco la prosperidad material; pero no la admitimos contra la justicia, ni podemos consentir que sus condiciones se aleguen para combatir los deberes y motivar las iniquidades. Los bienes como los males, tienen cada uno su lugar, y el de las cosas gratas y convenientes está muy por bajo del de las cosas santas. Si existe una planta, la más productiva, que no puede cultivarse sin una iniquidad, perezca la planta y no comamos su fruto. Aunque no sea este el momento de tratar esta cuestión, debemos decir, siquiera de paso, que esa planta no existe, que todas, gracias sean dadas a Dios, crecen más y fructifican mejor cuando el que las cultiva canta, que cuando llora y se desespera.

Rechazamos, en nombre de la lógica y de la justicia, cuando se trata de esclavitud, todos los argumentos que no sean del orden religioso, moral y jurídico. Los que quieren aplazar la abolición, que salgan de sus almacenes o de sus escritorios; que vengan al terreno de la justicia y de la conciencia, del deber y del derecho; que cierren sus libros de caja y abran el de la ley de Dios; que acudan a defender su causa en este campo, cerrado a las armas que se sacan del arsenal del interés; si aquí no acudieren, es que no se atreven a sustentar lo que afirman; es que se dan por vencidos. Ya sabemos que el interés bastardo penetra en todas partes, que irá a donde se discuta la ley; pero que vaya sin disfraz y sin careta, que no tome el nombre de conveniencia y de prosperidad pública; que entre con la frente baja y por lugares inmundos, y no con la cabeza erguida y por las grandes puertas que se abren para la razón y la justicia.

Es preciso que los sostenedores del hecho de la esclavitud nos demuestren como lo que es absurdo en Europa es razonable en América; como lo que es aquí inicuo, será allá equitativo

La esclavitud es una iniquidad; nadie se atreve a sostener lo contrario.

La esclavitud es el robo de la libertad. Una vez reconocido, así como lo está por todos, ¿qué razones hay para que no se devuelva a su dueño la cosa robada? Aléguense estas razones que deben ser, que es preciso que sean, como hemos dicho, del orden religioso, jurídico y moral. Bastante ha durado el vergonzoso escándalo de que a la justicia y al deber se responda con azúcar y cacao. ¡Cómo! ¿Una iniquidad, reconocida como tal por todos se sostendría un día, ni una hora, porque es conveniente, porque es útil para alguno? Si la utilidad de algunos debe prevalecer contra la justicia de todos, ¿con qué derecho tenemos en presidio miles de hombres que se han apoderado de los bienes ajenos por la misma razón que se han apoderado de los bienes ajenos por la misma razón que se priva al negro de su libertad, porque así les convenía?

Es preciso que los sostenedores del hecho de la esclavitud nos demuestren como lo que es absurdo en Europa es razonable en América; como lo que es aquí inicuo, será allá equitativo. Es preciso que nos pongan de manifiesto esos nuevos principios de equidad, esas reglas de derecho, por las cuales la utilidad, en vez de armonizarse y confundirse con la justicia, la combate, la vence, y después la niega. Es preciso que nos inicien en el secreto de esta moral que no está en la conciencia de los hombres honrados, ni en la ley de los cristianos. Es preciso que la discusión venga al terreno en que debe estar. Proudhon ha dicho: La propiedad es el robo. Nosotros preguntamos: ¿El robo es la propiedad?