Los dilemas del Frente Popular

Transcripción a cargo de Albert Portillo del discurso en el que, el diputado del Partido Obrero de Unificación Marxista, le da un buen repaso a Manuel Azaña explicándole la clave de la derrota electoral de las extremas derechas
Mitin del POUM en el Teatro Price, La Batalla, 17 de enero de 1936
Mitin del POUM en el Teatro Price, La Batalla, 17 de enero de 1936

En esta quinta entrega de la selección histórica para Diario Red saltamos a los años treinta para oír en el Congreso de los Diputados al fulgurante diputado del Partido Obrero de Unificación Marxista: Joaquín Maurín. El brillante marxista catalano-aragonés le haría un buen repaso a Manuel Azaña explicándole que la clave de la derrota electoral de las extremas derechas en las cruciales elecciones del 16 de febrero de 1936, ganadas por el Frente Popular, había sido por la movilización electoral de la clase obrera. Por lo tanto, la constitución del gobierno debía responder a esta fuente de poder que, además, tras las elecciones, se expresaba con una movilización en un sentido sindical con enormes huelgas volcánicas. Lo cual constituiría no solo una coherencia política sino el mejor remedio contra la extrema derecha fascista a juicio de Maurín.

La siguiente transcripción corresponde al discurso pronunciado el 15 de abril y luego reproducido en el semanario del POUM, La Batalla, el 24 de abril con notas de la redacción como la entradilla que sigue:

El día 15, constituida finalmente la Cámara, el Presidente del Consejo hizo la exposición del programa de Gobierno afirmando que se propone llevar íntegramente a cabo el programa sostenido en el Pacto del Frente Popular, firmado por los partidos obreros y republicanos de izquierda.

A continuación, hicieron uso de la palabra primeramente los representantes más destacados de las fuerzas reaccionarias, Calvo Sotelo, Gil Robres, Ventosa, Cid.

Hablaron luego los representantes de las fuerzas obreras: Llopis, por el Partido Socialista; Díaz, por el Partido Comunista; Maurín por el Partido Obrero de Unificación Marxista, y Pestaña y Pavón, por los sindicalistas.

Nada de esto sería posible sin suscriptores

Nos referiremos, en esta rápida impresión parlamentaria, solamente a la intervención de nuestro camarada.

El discurso de nuestro representante, que duró unos quince minutos, fue escuchado por toda la Cámara con una atención extraordinaria. Había cierta expectación por oír a la representación del P. O. U. M. en el Parlamento.

Cuando el camarada Maurín dijo que no habría calma posible mientras no se aplicara la ley del Talión, los representantes de las derechas, los asesinos de octubre, hicieron un gesto de risa que reflejaba su estremecimiento. Pero el camarada Maurín los clavó en los escaños, haciendo llegar hasta sus oídos el grito iracundo de la calle.

Después de estigmatizar a la contrarrevolución, disecó con palabra enérgica el Gobierno del señor Azaña, contrastando esta posición viril e independiente con la de otros representantes obreros.

Después se dirigió a los socialistas, diciéndoles: «Puesto que tenéis fe en el Frente Popular, formad un Gobierno de Frente Popular. Servirá para demostrar su esterilidad y llegaréis entonces a la conclusión de que no hay otra solución que la toma del poder por la clase trabajadora.»

Y luego, como contestando a Díaz, que había dicho que el dilema era «democracia contra la reacción», nuestro camarada terminó su discurso diciendo: «El dilema es fascismo o socialismo. Los que somos socialistas tenemos que votar, naturalmente, por el socialismo.»

Un murmullo de aprobación por parte de varios diputados acogió las palabras finales de nuestro representante.

Tomo parte en este debate, señores Diputados, ostentando una representación puramente unipersonal. Mi intervención por esta razón será muy breve y, además tendrá seguramente la virtud de no satisfacer a ninguno de los sectores de la Cámara.

En desacuerdo con Azaña

Empiezo por decir que por esta vez la representación del Partido Obrero de Unificación Marxista votará la confianza al Gobierno del señor Azaña. Sin embargo, he de evidenciar mi desacuerdo con las manifestaciones hechas por el señor presidente del Consejo. Ha dicho S. S. —fue el tono general de su discurso— que su objetivo fundamental, como hombre directivo cargado de gran responsabilidad para el futuro de España, es que haya calma. Ese deseo de calma mereció, señor Azaña, el aplauso de los hombres representativos del bienio negro. Pero el pueblo no se mantendrá en calma, no habrá calma en el país, a pesar de los factores psicológicos de que hablaba el señor Ventosa, a pesar de las invocaciones a los peligros comunistas de que hablaba el señor Calvo Sotelo, mientras no se haya hecho justicia; en el país no habrá calma mientras no se haya ventilado la represión de octubre de 1934, con sus tres mil muertos, los treinta mil encarcelados, el señor Azaña preso, el señor Companys preso, el señor Largo Caballero preso, don Indalecio Prieto emigrado, el señor González Peña preso, e igualmente otros hombres representativos de distintos sectores del movimiento popular que integran esta Cámara.

La pena del Talión

Todos ellos podrán, tal vez, sentirse personalmente satisfechos escuchando las palabras de la derecha; pero el pueblo, el verdadero pueblo que ha sufrido en octubre, y sufre ahora todavía, no podrá mantenerse en calma mientras no se haya hecho justicia, y justicia quiere decir, señores de la derecha, un desquite natural, quiere decir una expresión que vosotros utilizáis, puesto que la tenéis en la Biblia; quiere decir la ley del Talión. Quiere decir diente por diente, quiere decir ojo por ojo. Y el diente por diente y el ojo por ojo, que tal vez os haga reír a vosotros, no hace reír a los mineros de Asturias que han perdido tres mil de los suyos; no hacer reír a los hombres que han sufrido en las cárceles. Estos, intuitivamente, no por una simple venganza, quieren la ley del Talión, quieren la revancha, quieren el desquite, quieren el equilibrio, y solamente cuando este equilibrio natural se haya producido en el país, señor Azaña, podrá haber calma; hasta que esta justicia se produzca, no habrá calma en el país.

El señor Azaña tiene firmadas por todos nosotros en el manifiesto del Frente Popular la depuración de las responsabilidades por la represión de octubre; el señor Azaña lleva ya dos meses en el Poder y estas responsabilidades no las hemos vistas exigidas todavía: los asesinos de Sirval siguen aun en libertad. Yo sé que por parte de los familiares y de abogados representativos de los propios familiares se han hecho citaciones al Gobierno para que se hiciera justicia, para que fueran encarcelados los asesinos de Luis de Sirval, y, sin embargo, los asesinos están todavía en libertad.

Hay que hacer justicia; el proletariado no es nunca vengativo, el proletariado sufre como en la «Commune» francesa, el proletariado ha sufrido a través del siglo XIX y durante el siglo XX, y cuando toma el Poder hace la justicia, estrictamente necesaria, pero esta justicia hay que hacerla. Cuando esta justicia se haya llevado a cabo, entonces es cuando podrá haber calma, esa calma que desea el señor Azaña.

El fracaso inevitable de Azaña

Yo veo para el Gobierno del señor Azaña grandes peligros, que no se han señalado, pero que están flotando en el ambiente. El señor Azaña ocupa el poder por segunda vez. No podrá decirse que el Gobierno primero del señor Azaña fue un completo acierto. El Gobierno primero del señor Azaña se hundió en septiembre de 1933, y todo hundimiento politico, todo colapso político es, fatalmente, un fracaso. Fracaso, ¿por qué? Fracasó porque el Gobierno del primer bienio no había hecho la política radical en el orden social que precisaba llevar a cabo. Y es por eso por lo que las derechas, vencidas el 12 y el 14 de abril de 1931, reaparecieron de una manera lenta, pero progresiva, y en septiembre de 1933 arrollaban al Gobierno republicano-socialista y tomaban, de una manera vertiginosa, el Poder en noviembre-diciembre de 1933.

El sacrificio de la clase trabajadora

¿Cómo ha sido posible ahora reconquistar las posiciones perdidas? Las posiciones perdidas se han reconquistado gracias al sacrificio de la clase trabajadora, gracias a esos tres mil muertos, a esa pirámide de cadáveres, gracias a los treinta mil encarcelados, gracias a los sufrimientos de las treinta mil familias. Todo eso es lo que ha permitido ahora un Gobierno republicano, con una mayoría del Bloque Popular. Pero es que, señor Azaña, la experiencia hecha por el proletariado de esos tres mil muertos y esos treinta mil encarcelados ¿podrá repetirse indefinidamente? ¿Es que el proletariado es materia prima para sufrir estas represiones crueles, inicuas, como nos recuerda la historia de nuestro país?

Generalmente no suceden nunca las cosas por segunda vez de una manera exacta. La «Commune» francesa fue el aplastamiento del movimiento obrero y tuvieron que pasar muchos años para que la clase trabajadora francesa pudiera resurgir y presentar nuevamente batalla. Tal vez si la actuación del Gobierno del señor Azaña fuera ahora una repetición de lo que fue en 1931 a 1933, conduciría, inevitablemente, a un triunfo de la contrarrevolución, a una victoria de los hombres que se sientan en los escaños de las derechas, que tienen la osadía, después de todo lo que han hecho durante el bienio negro, de venir aquí a pedir explicaciones a la mayoría de la Cámara. Reconquistando el poder esta gente —no os quepa duda, señores republicanos de izquierda, camaradas socialistas y comunistas—, se iría directamente al fascismo. El señor Gil Robles ha dicho, de la manera jesuítica que emplea al pronunciar sus discursos —y en esto no crea que haya ofensa para que se pida la lectura de un artículo del Reglamento—, lo siguiente: «Yo no sé si podré controlar las fuerzas que me siguen; esas fuerzas, si no ven un Gobierno fuerte que imponga el orden, tal vez marchen por derroteros que no son los míos». Es la amenaza implacable, inexorable, de que el señor Gil Robles, que tuvo, y no ha perdido nunca, grandes simpatías por el movimiento fascista —el de Italia y el de Alemania—, llevara todo su partido hacia las filas del fascismo.

Y no hay duda, la disyuntiva es terminante: o triunfará el socialismo o triunfará el fascismo. La democracia en el siglo XX, después del triunfo de la Revolución rusa, en esta época de convulsiones sociales, de cataclismos políticos, de guerras imperialistas, es un simple momento de transición entre dos etapas antagónicas. El dilema es: fascismo o socialismo.

¿Qué hicieron, camaradas socialistas, los socialdemócratas alemanes y austriacos, creyendo que podrían estabilizar la República democrática, sino dar tiempo a la organización fascista, para que, preparándose, pudiera después conquistar el Poder? Si nosotros vamos a repetir exactamente lo mismo en España, dentro de un año, de dos, de tres —yo no puedo decir la fecha exacta—, tendremos, como en Italia, como en Hungría, como en Alemania, como en Portugal, como en una muchedumbre de países, un régimen fascista, que será presidido o por Gil Robles o por Calvo Sotelo o por otro aspirante a «führer» o a «duce». La gran responsabilidad del proletariado y de los hombres representativos del movimiento liberal está precisamente en impedir ese movimiento ascendente del fascismo que representan todas las derechas coaligadas, apoyando en este momento al Gobierno del señor Azaña, si el señor Azaña, en realidad, se propone llevar a cabo el pacto del Frente Popular.

¡Ah! Pero es que el señor Azaña se encuentra con que no podrá llevar a cabo el pacto del Frente Popular.

La base falsa del Gobierno de Azaña

En el Gobierno del señor Azaña hay dos contradicciones fundamentales: la primera es que en 1936, en época profundamente revolucionaria, que aterroriza a los hombres de la derecha, el Gobierno del señor Azaña, es de tipo más conservador que el Gobierno de 1931-33. Dentro del Gobierno había entonces tres representantes socialistas, que le daban un tono más avanzado del que podía estar representado solamente por republicanos. Y la segunda contradicción es creer que haya triunfado el 16 de febrero un momento republicano en sí. Es el movimiento de octubre, son las masas trabajadoras, es el movimiento obrero, representado por Largo Caballero, por Indalecio Prieto, por González Peña, por los hombres encarcelados en octubre, lo que ha triunfado.

El señor Calvo Sotelo ha dicho, y dicho bien, que en el país había una mayoría de tipo marxista, que los republicanos están en evidente minoría. Esto, aunque lo diga un representante caracterizado del fascismo, como lo es el señor Calvo Sotelo, es tan cierto como dos y dos son cuatro. Hoy existe en el país una mayoría socialista o comunista y, sin embargo, hay aquí un Gobierno de tipo republicano. Esta es la segunda contradicción. Esto nos lleva a esta ofensiva que realizan las derechas subrepticiamente, conspirando contra la República, apoyándose, como en tiempos de la monarquía, en ciertos sectores, en «determinados momentos», a través de la finanza internacional, de la Prensa internacional, y por todos estos medios se lleva a cabo la ofensiva contra la situación actual.

Como en Francia e Inglaterra anteriormente

No os quepa duda (yo al menos tengo plena convicción) de que el Gobierno Azaña es exactamente el mismo del Gobierno Herriot en 1924. En las elecciones de mayo de 1924 triunfo en Francia, a través del «cartel», el Bloque Popular, que subió al Poder entusiasmado, embriagado de Republica. Al cabo de unos meses, el Gobierno Herriot se encontró la ofensiva de la Banca, y Herriot tuvo que ir a llamar a las puertas de Poincaré para que acudiera a salvar el franco. Al Gobierno laborista inglés le ocurrió lo mismo en el período 1929-31. Cuando la burguesía inglesa se cansó del Gobierno laborista, emprendió la ofensiva financiera, cayó la libra esterlina y MacDonald quedó anulado en las elecciones siguientes, en las que alcanzó un triunfo jamás obtenido el partido conservador de Baldwin.

La ofensiva financiera contra Azaña

Aquí se está preparando lo mismo. La peseta tiene ya, de hecho, hoy una devaluación del 12 o 15 por 100 de su valor. La finanza internacional no está a las órdenes del Gobierno pequeño burgués, republicano y liberal que hoy tiene España; la finanza está movida por los representativos de la gran burguesía española. Esta ofensiva se lleva a cabo, y cuando venga el «crack», vendrá al mismo tiempo el hundimiento de la actual situación del Frente Popular.

En un determinado sector obrero hay la concepción de que el desgaste del Gobierno Azaña no es al mismo tiempo el desgaste de los partidos que lo sostienen. El desgaste del Gobierno Azaña será el desgaste de los partidos obreros que lo sostengan. Por eso la situación para los representantes obreros es enormemente delicada.

Yo he dicho que una vez agotada la confianza al señor Azaña, no sé si podrá hacerlo otra vez, porque discrepo del modo de entender la política tal como se lleva a cabo por algunos sectores obreros con relación al Gobierno del señor Azaña. Yo creo que en este momento no hay que consentir el desgaste del señor Azaña, inevitable, porque todo Gobierno se desgasta, y el desgaste simultaneo de las fuerzas obreras.

Gobierno del Frente Popular

A mi entender, lo que procede es que aquellos partidos obreros que creen en la eficacia del Frente Popular (y yo no creo en su eficacia) formen con los republicanos de la izquierda un Gobierno del Frente Popular. Este Gobierno del Frente Popular se desgastará también; pero en tanto se desgaste este Gobierno del Frente Popular, no habrá habido tiempo para que la reacción pueda prepararse. Y entonces los obreros deben ir más del Gobierno del Frente Popular: a la formación de un Gobierno obrero que solucione los problemas de la Revolución española.

La disyuntiva —repito— es fascismo o socialismo; los socialistas tenemos que pronunciarnos, naturalmente, por el socialismo. Nada más.