Lo que no se nombra no existe

Traspaso de carteras — Eduardo Parra / Europa Press / ContactoPhoto
El feminismo de Ana Redondo se ha quedado anclado en ese feminismo de la igualdad socialista, hecho por y para mujeres blancas privilegiadas

Seguro que recordaréis alguna de esas clases de universidad que te hacen pensar tanto que se mantienen en tu recuerdo incluso años después. Me paso con una clase del Máster de Estudios Feministas en la que hablamos de la potencia del lenguaje para construir realidades, pero, sobre todo, para construir pensamientos. Si no podemos pensarnos de otra forma, será muy difícil que seamos capaces de transformar nuestra realidad patriarcal.

La primera comparecencia de la Ministra de Igualdad, Ana Redondo, del segundo Gobierno de Coalición, ha sido una comparecencia de no nombrarnos. La Ministra habló principalmente en masculino, en sus casi 60 minutos de intervención no pronunció la palabra feminismo. Hablaba de “nosotros” y de familias “monoparentales”, aunque luego especificaba que esas familias están principalmente encabezadas por mujeres. Habló de paridad, una paridad que debe garantizar la presencia del 40% de cada uno de los sexos, una paridad que también incluye a los hombres, pero no a las personas trans o no binarias. La portavoz del grupo socialista llegó a hablar de emancipación, un concepto que nos lleva a tiempos en los que las mujeres no tenían acceso al mercado laboral. Tiempos, sin duda, ya pasados.

La mayoría de las medidas que se propusieron eran redistributivas, medidas laborales, de acceso al trabajo, de brecha salarial y de romper techos de cristal. Ni una palabra a las que barren los cristales rotos desde los suelos pegajosos. Se habló ayer de medidas redistributivas, pero ninguna medida que vaya a la raíz del problema y que plantea transformarlo todo. Se pasó de puntillas sobre el tema de la libertad sexual o del derecho al aborto. En definitiva, atendimos ayer a una clase magistral de feminismo de la igualdad, de ese que aspira a repartir el pastel que ya hay, pero poco más.

Le preocupa tan poco el discurso que, de hecho, cuando se le pregunta cómo puede mantener en el cargo a una mujer que ha participado de los discursos de odio contra las mujeres trans, esparciendo transfobia desde sus redes sociales, la Ministra resta importancia al tema porque ella atiende al currículum laboral y no al digital. Esto en la misma comparecencia en la que habla de tomar medidas contra la violencia digital y elaborar un pacto de estado contra los discursos de odio. Debe ser que si lo dice su directora del Instituto de las Mujeres ni es transfobia, ni discurso de odio.

A este feminismo de la igualdad le preocupa, como no podía ser de otra manera, la violencia contra las mujeres. El problema radica en que para intentar erradicarla no van a la raíz del problema. Sabemos que, a largo plazo, la educación es la única capaz de cambiar el orden simbólico patriarcal en el que vivimos, ese orden que justifica y permite las violencias contra las mujeres y que también permite las desigualdades sociales y laborales, que son fruto de la concepción de inferioridad de las mujeres que sigue estando presente en la sociedad, aunque nadie lo diga abiertamente (o casi nadie). Seguimos viviendo en un mundo patriarcal que justifica la violencia, lo hace con productos culturales y también con discursos. Estas narrativas que nos hemos contado siempre sobre las mujeres son las que conforman ese orden simbólico que sigue siento patriarcal, la cultura de la violación es una de estas narrativas. Contra esto, lo que tenemos que hacer es crear un orden simbólico feminista, tenemos que crear discursos y cultura feminista que cambie la manera de pensar, ahora. Por eso es tan importante nombrarnos, por eso es tan importante dar los debates que tocan, ir a la raíz del problema, hablar de libertad sexual, de consentimiento, de deseo, de derecho al aborto. No habrá reacción patriarcal contra una medida de igualdad salarial, porque nadie está en contra de la igualdad, pero sí del feminismo.

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El discurso que escuchamos en la comparecencia de ayer fue como retroceder a finales de los 90, principios de los 2000. Las diferencias con el anterior Ministerio de Igualdad de Irene Montero, son enormes. El discurso del Ministerio de Montero cuidó muchísimo las referencias, se acordaba de nombrar a todas, todos y todes, era un discurso que no tenía miedo de dar los debates necesarios, como el de la libertas sexual, era un discurso que hablaba de feminismos y de feministas, que agradecía al movimiento feminista el empuje social que estaba realizando. Un discurso feminista que nombraba a las trans, a las bisexuales, a las lesbianas, a las precarias, a las racializadas, a las migrantes, a las personas no binarias. El feminismo transformador de Irene Montero bebe de la cuarta ola que en España estalló en 2018. El feminismo de Ana Redondo se ha quedado anclado en ese feminismo de la igualdad socialista, hecho por y para mujeres blancas privilegiadas. El retroceso es evidente, estemos preparadas.