Lo inexplicable: la aceleración del estímulo infoneuronal y el acto sin motivación

Istubalz: Fragil — Il disertore
Istubalz: Fragil — Il disertore
El tiempo necesario para la elaboración mental se ha debilitado enormemente y la realización del acto se ha reducido al instante

Tan solo exigimos un poco de orden para protegernos del caos. Nada más doloroso, más angustioso, que un pensamiento que se escapa de sí mismo, que ideas que huyen, que desaparecen apenas bosquejadas, ya erosionadas por el olvido o precipitadas en otras que ya no logramos dominar. Son variabilidades infinitas, cuya aparición y desaparición coinciden [...]. Tan solo pedimos que nuestras ideas se encadenen siguiendo un mínimo de reglas constantes. (Gilles Deleuze y Felix Guattari, Qu'est-ce que la philosophie?, París, Les Éditions de Minuit, 1991, p. 189.)

En 1919 Sandor Ferenczi dijo que el psicoanálisis no poseía las herramientas para comprender y curar la psicosis de masas. La política tampoco poseía esas herramientas y lo mismo puede decirse hoy, cien años después. Qué ocurrió después de 1919 lo sabemos. Qué ocurrirá durante los próximos años únicamente podemos imaginarlo. Pero los instrumentos conceptuales y terapéuticos parecen faltar hoy todavía más que hace un siglo.

Pero, ¿qué significa «psicosis de masas»? La cita de Deleuze y Guattari nos acerca a la comprensión del significado de la palabra psicosis: cuando el pensamiento se escapa de sí mismo, cuando la acción ya no puede remontarse a una elaboración mental coherente. Cuando todo empieza a ir demasiado rápido para que podamos comprender y guiar la acción de manera coherente. Deleuze y Guattari relacionan esta condición con la vejez en el curso de la cual perdemos la capacidad de elaborar en el tiempo estímulos neuroinformativos, que van demasiado rápido para nuestro cerebro ralentizado por la senilidad. En cierto sentido, la aceleración electrónica contemporánea de los estímulos infoneuronales produce un efecto de senectud generalizada de la mente. La generación que ha crecido en un entorno en el que la estimulación infoneuronal es hiperveloz desarrolla sin duda una capacidad de elaboración más rápida de los estímulos procedentes del entorno electrónico conectivo. Pero una modalidad de elaboración rápida consiste precisamente en la eliminación de lo que ralentiza: la emoción y la racionalización. La empatía y la interpretación coherente del estímulo. El acto tiende así a quedar desprovisto de espesor emocional y desprovisto de motivación racional.

En nuestra época convergen dos fenómenos: el envejecimiento de la población (con el efecto de confusión mental del que el Alzheimer no es sino la manifestación extrema) y la emergencia de una población joven a la que se ha privado de la posibilidad de procesar en el tiempo la emoción y las consecuencias de la acción. Si bien es cierto que cada vez más a menudo el comportamiento político de la mayoría resulta inexplicable con las categorías de la política moderna (pensemos en un fenómeno como el trumpismo, esto es, el apoyo entusiasta de una población de mentecatos a un idiota agresivo incapaz de conectar razonamientos sensatos pero perfectamente capaz de despertar sentimientos de frustración dirigiéndolos hacia objetivos imaginarios), también la psicología parece inadecuada para explicar lo que está sucediendo con la mente y el comportamiento contemporáneos.

Cada vez ocurren más acontecimientos que la ciencia psicológica es incapaz de explicar con sus instrumentos conceptuales. Basta pensar en los episodios, cada vez más frecuentes, de violencia destructiva perpetrados por personas muy jóvenes. Especialmente significativo es el caso ocurrido en Paderno Dugnano, municipio lombardo situado al norte de Milán, la noche del 31 de agosto de 2024: un triple homicidio perpetrado en pocos minutos por un chico al que todo el mundo califica de normal. El chico, de 17 años, mató con un cuchillo de cocina primero a su hermano de 12, luego a su madre y después a su padre, en rápida sucesión. No hay explicación alguna por su parte de las motivaciones. No hay motivaciones. Lo ha hecho, porque se ha encontrado en medio de una acción que no correspondía a una ideación. Si se busca una explicación psicológica a tales sucesos, quizá la psicología no nos diga gran cosa. Son chicos normales, demasiado, suponiendo que esta expresión signifique algo (no significa nada, lo sé, pero todo el mundo repite esta frase).

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Avanzo la hipótesis de que el problema no es psicológico, sino en realidad cognitivo. Cada vez con mayor frecuencia asistimos a actos que no pueden explicarse con las categorías de las que dispone la psicología, el psicoanálisis o la psiquiatría, en definitiva, todas aquellas disciplinas que se ocupan del comportamiento psíquico. Creo que la razón reside en el hecho de que las categorías con las que describimos el funcionamiento de la mente humana ya no se corresponden con la realidad de la mente formada en un entorno técnicamente modificado. Las modalidades cognitivas (percepción, verbalización, ideación, actuación) han sufrido una mutación, que debe ser analizada.

La psicología en general y el psicoanálisis en particular se refieren al marco cognitivo en el cual la ideación precede al acto y de algún modo lo motiva. Así, para explicar el comportamiento estamos acostumbrados a interpretar las motivaciones, conscientes e inconscientes, los razonamientos y las emociones. Pero esta explicación ya no funciona: el acto ya no está necesariamente precedido por la ideación, y el concepto de ideación y motivación probablemente ya no hacen referencia a nada.

Ha surgido una generación que ha adquirido más palabras de una máquina que de la voz de un ser humano y que ha adquirido sus competencias cognitivas en un entorno en el que la acción carece de consecuencias físicas

El modelo cognitivo que interactuaba con un entorno tecnosemiótico secuencial ha sido sustituido en las últimas generaciones por un entorno tecnosemiótico instantáneo, simultáneo. En el entorno comunicativo alfabético, en el ámbito de la familia tradicional, de la vida en el pueblo o de la vida socializada en la ciudad, el niño aprendía el lenguaje de la voz de la madre o, al menos, de un interlocutor humano. En consecuencia, la disposición cognitiva se manifestaba a través de una sucesión de estímulo y respuesta, de ideación y actuación. Pero cuando el secuencial alfabético es sucedido por el secuencial simultáneo electrónico, entonces la velocidad del estímulo infoneuronal acorta el tiempo de elaboración ideativo del acto. En un videojuego no hay tiempo para pensar, sólo para reaccionar instantáneamente al estímulo.

Además, cuando al aprendizaje materno del lenguaje le sucede el aprendizaje homologado por un dispositivo tecno-lingüístico desrealizante, el lenguaje deja de tener el carácter de singularidad afectiva y el acto tiende a perder la conciencia de sus consecuencias físicas. En un videojuego, los hombrecillos verdes que eliminas pulsando el botón son una entidad incorpórea, nunca mueren, o si mueren es sólo por un momento, porque luego se levantan y vuelven a agitarse en la pantalla. Estas dos reconfiguraciones de la relación existente entre ideación y ejecución han alterado tan radicalmente el funcionamiento cognitivo que el comportamiento de nuestros congéneres (congéneres hasta cierto punto) tiende a parecernos cada vez más inexplicable. Lo que debemos comprender es la mutación cognitiva que ha acabado por estructurar un modelo psicocognitivo incompatible con los modelos de que dispone la ciencia psicológica. Ha surgido una generación que ha adquirido más palabras de una máquina que de la voz de un ser humano y que ha adquirido sus competencias cognitivas en un entorno en el que la acción carece de consecuencias físicas.

Hemos de suponer que esta generación ha perdido la capacidad de percibir en profundidad el efecto físico de una acción que no tiene lugar en la pantalla, sino en la cocina, en el dormitorio o en la escuela, como atestigua el caso del chaval de 14 años, alumno de la Apalachee High School de Winder, Georgia, que disparó a sus compañeros, matando a dos estudiantes y dos profesores el pasado 4 de septiembre. Nos topamos con toda una nueva fenomenología del acto psicológicamente inexplicable. En 2023 se produjeron treinta y ocho casos de tiroteos en diversas escuelas de Estados Unidos, por no hablar de los cientos de tiroteos masivos que tuvieron lugar en otros escenarios de la vida cotidiana, carentes de motivación alguna.

Estamos asistiendo a los efectos de la contracción del tiempo mental de elaboración (estímulo-respuesta instantánea) y a los efectos de la desensibilización a las consecuencias físicas (virtualidad de la experiencia percibida)

Yo diría que estamos asistiendo a los efectos de la contracción del tiempo mental de elaboración (estímulo-respuesta instantánea) y a los efectos de la desensibilización a las consecuencias físicas (virtualidad de la experiencia percibida). Estas dos reconfiguraciones de la percepción-proyección de lo real reconfiguran la proyección mental misma del acto. El tiempo necesario para la elaboración mental se ha debilitado enormemente y la realización del acto se ha reducido al instante. Al mismo tiempo, se contrae la profundidad que hace perceptible el efecto físico y emocional de un acto instantáneo que la mente registra como virtual.


Recomendamos leer Franco Berardi, Bifo, «Thomas Matthew Crooks», Diario Red, El tercer inconsciente (2022), La segunda venida (2021) , Futurabilidad (2019), Fenomenología del fin (2017) y Quarant’ anni contro il lavoro (2017).

Artículo aparecido originalmente en Il disertore y publicado con permiso expreso del autor.