Democracia atropellada

Lo que me quita el sueño es la impunidad de quienes están atropellando a diario a una democracia que lleva demasiado tiempo ultrajada en la Asamblea Regional

Hay varias cosas que me han sorprendido en mis cinco años como diputada. Quizá por ese optimismo irredento y esa huida de todo cinismo que nos caracteriza a las personas de izquierdas y que, a poco que una baje la guardia, se puede convertir en cierta credulidad. Hay varias, ya digo, pero una sobresale del resto. En este cruzar a diario las puertas de la Asamblea Regional, nada me ha impactado más que ver cómo la derecha elimina las fronteras entre el Gobierno regional y la propia institución. Cada decisión que se toma entre las paredes del edificio, hasta el trámite más insignificante, lleva el sello de esta apropiación de poderes. Una apropiación que, además, despliegan y exhiben como si fuera lo más normal del mundo. Con suficiencia. Como si usted o yo hiciéramos lo mismo en esa situación.

Ya digo que ese modus operandi se observa en cada uno de los mandatos que rigen el día a día de la Asamblea, pero tampoco hace falta observar con lupa. El señor López Miras se ha encargado de ello. Ya en el último curso de la legislatura pasada, cuando estos ojos vieron desfilar por la sede parlamentaria hasta siete tránsfugas, el presidente los mandó al Grupo Mixto. ¿Su objetivo? Arrancarme la portavocía. Silenciarnos. Al inicio de esta legislatura ya dejaron claro que su juego sería el mismo. Al poco de arrancar el curso político, el PP propuso en la Junta de Portavoces recortar el tiempo de intervención del Grupo Mixto. Se agarraron a un artículo del reglamento que nunca se había utilizado en los más de 40 años de historia de la Asamblea. Supongo que pensarían que como, de momento, no pueden cortarnos la lengua, se tendrían que contentar con torpedear las ruedas del único partido que les planta cara en esta Región.

Pero mi compañero Víctor Egío y yo seguimos como siempre. Pronunciando desde el atril las verdades que nadie pronuncia en esta Asamblea, dando voz a los que no la tienen, a los centenares de familias que sufrieron las consecuencias de la vuelta al cole peor gestionada de la historia, denunciando el hermetismo clamoroso con las listas de espera en salud o la masacre que se está perpetrando en nuestro Mar Menor. Con 15 minutos o con un segundo. Nos dio igual. Pasaron los meses. En todo el año no hemos tenido la oportunidad de preguntar a los consejeros. Sí, leen bien: ni un solo pleno de control en todo el curso. A lo que hay que añadir que nuestra sede parlamentaria es la que menos fiscaliza a su presidente. Que yo entiendo a López Miras, eh, llega el frío y apetece un puente en Sierra Nevada o 250 visitas a su gurú Ayuso. Llega el calor y apetece una Eurocopa. Y la Asamblea te parte la semana.

Y algunas pensábamos que el pastel recongelado de este curso político se acabaría sin su guinda. Qué ingenuas, de verdad. Hace poco más de un mes, el portavoz de la ultraderecha insultó a mi compañero Víctor. Le acusó de ausentarse durante más de seis meses de sus labores de diputado. La realidad era bien diferente, como pasa siempre que habla uno de Vox. Víctor acababa de ser padre y había solicitado ausentarse seis semanas por paternidad y ejercer el voto telemático. Ante semejante insulto a la verdad, levantó la mano. Amparándose en el artículo 93 del reglamento, pidió turno de réplica por alusiones personales. La presidenta, Visitación Martínez, no se lo concedió. Víctor reaccionó como cualquier mortal a una injusticia y Martínez lo expulsó del Pleno.

La semana pasada, ese mismo Pleno aprobó una sanción de empleo y sueldo durante un mes para mi compañero. Dicha sanción salió adelante en una comisión en la que figuraban el portavoz de Vox que le insultó y la propia Martínez, que no le dejó defenderse. Huele a lo que huele, no me digan. Por mi compañero Víctor no me preocupo. Sé de qué madera está hecho. Sé que seguirá dando el callo, inasequible al desaliento, dando caña a los caciques de esta tierra maltratada, a los políticos corruptos, a los xenófobos y a los fascistas. En la calle, que es de donde venimos. Lo que me quita el sueño es la impunidad de quienes están atropellando a diario a una democracia que lleva demasiado tiempo ultrajada en la Asamblea Regional.

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