Las reglas del juego

Los presentadores Ana Pastor y Vicente Vallés durante una rueda de prensa del 'Cara a Cara. El Debate', en Atresmedia, a 7 de julio de 2023, en Madrid (España). Atresmedia ha desvelado algunos de los detalles clave del debate electoral ‘cara a cara’ entre Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, el único de cara a las elecciones generales del 23 de julio, que se emite el próximo 10 de julio. En las pantallas se señalizarán los distintos bloques y secciones del debate. Los presentadores de televisión Anaa Pastor y Vicente Vallés se situarán en un atril conjunto, desde donde lanzarán las cuestiones que introduzcan los bloques y propicien el debate. Además, ninguno de los líderes podrá acceder al plató con teléfonos móviles, tablets, relojes inteligentes, pinganillos o cualquier dispositivo electrónico.,Image: 787695161, License: Rights-managed, Restrictions: , Model Release: no, Pictured: ANA PASTOR,VICENTE VALLÉS, Credit line: Eduardo Parra / Europa Press / ContactoPhoto
Ana Pastor y Vicente Vallés en un debate electoral a dos — Eduardo Parra / Europa Press
Una izquierda con voluntad de transformación no puede limitarse a participar mientras los de arriba imponen y aplican las reglas del juego

No pocas veces, desde algunos sectores progresistas, se ha dicho que las izquierdas no pueden pensar ―y, menos aún, decir― que mucha gente vota en contra de sus propios intereses. Según este discurso, el votante siempre tiene la razón. Culpar a los medios de comunicación o, en general, a la desigualdad de recursos con que parten las distintas fuerzas políticas no sería más que una excusa de perdedores, cuando no una posición paternalista o elitista.

Es cierto que no siempre será conveniente, desde el punto de vista comunicativo, analizar los resultados electorales con absoluta crudeza, por ejemplo, limitándose a culpar a los medios de comunicación de una derrota. Incluso las personas más sinceras no critican el horrible outfit de sus compañeros de trabajo. La sinceridad es compatible con un mínimo de habilidades sociales.

El problema es que, si no ponemos el foco en los aspectos estructurales de la dinámica electoral, corremos el riesgo de resignarnos. ¿Cuáles son las razones por las que no conviene impugnar el rol manipulador de los medios de comunicación? Si es por miedo a que los medios traten a la izquierda aún peor, a modo de represalia, deberíamos ser conscientes de que ninguna injusticia se erradicó con sumisión. Si es porque no queremos que se perciba a la izquierda negativamente por tener muy mal perder, estaríamos incurriendo es un prejuicioso paternalismo, como si asumiéramos irrevocablemente que el electorado no es capaz de comprender el funcionamiento real de la política y el poder mediático.

Otro riesgo que asumen quienes no quieren politizar el poder mediático es el de autoengañarse. Como no hay que criticar a los medios de comunicación por corrección política, estos analistas y sectores progresistas acaban por creerse sus mantras, como el de la necesidad de hacer más y más autocrítica, asumiendo como propio lo que no es sino un discurso de cortesía para el gran público, cuando no una sucia estrategia en la disputa interna. Huelga decir que es del todo inmoral dejarse instrumentalizar por el poder mediático para operar en la dinámica interna del espacio político de la izquierda.

Todavía hay quien considera que la izquierda no debe hablar de los medios porque, aun reconociendo que son un factor que opera en la contienda política, en realidad no influyen tanto en los resultados electorales. Esta conclusión solo puede tildarse de ingenua. Afortunadamente, cada vez más personas son conscientes de la enorme magnitud del poder mediático, de su capacidad para marcar la agenda, persuadir o adulterar los deseos e intereses del electorado. Y nadie está a salvo de sus estrategias de manipulación. Los grandes medios de comunicación son agentes imprescindibles para instalar en el debate público las narrativas que permiten perpetuar la desigualdad y los privilegios de los de arriba. Los ricos no malgastan su dinero invirtiendo en medios de dudosa rentabilidad contable.

Nada de esto sería posible sin suscriptores

Junto a los medios de comunicación, emergen hoy las plataformas digitales de gran tamaño. Todavía mandan los medios clásicos, que amplifican o moldean lo que ocurre en las redes sociales y las plataformas de mensajería instantánea, pero no hay que despreciar la capacidad de manipulación del emergente poder digital. Necesitamos democratizar el poder mediático al mismo tiempo que debemos ir descifrando la economía política de las plataformas digitales. Ningún oligopolio tecnológico es políticamente neutral. Una izquierda con voluntad de transformación no puede limitarse a participar mientras los de arriba imponen y aplican las reglas del juego.