10 años de Felipe VI, una monarquía en crisis y una oligarquía sin proyecto

Juan Carlos le pone a Felipe la faja de capitán general el día de la coronación — YouTube

El último Borbón sigue la vieja estrategia del búnker -aguantar pase lo que pase- y ajustó cuentas con su padre con ayuda del bipartidismo para sostener el Régimen del 78

Vivimos días de celebraciones de vasallos, lacayos y bufones de la Corte festejando cómo hace diez años un Borbón volvió a burlar las urnas y se encaramó de nuevo a la jefatura del Estado. Felipe V fue el primero y Felipe VI, el último.

Uno más de los Borbones que no se someterá a las urnas y que, desde el ejercicio de la irresponsabilidad propia de su cargo de monarca, podrá saltarse la legalidad sin que pueda tener consecuencias al amparo del artículo 56 de la constitución vigente. Es extraño: después de los escándalos sonados de su padre “el campechano” solo nos dicen aquello de “fue un buen rey y una mala persona”, como si los escándalos conocidos no hubiesen sido la consecuencia de una arquitectura institucional que tenía en la impunidad del rey y en su jefatura de las Fuerzas Armadas la clave de bóveda de una democracia limitada por la Corona, que representa en el Estado los intereses de una rancia oligarquía patrimonial extractiva y la cúpula de las empresas privatizadas.

La crisis financiero-inmobiliaria de 2008 supuso el desmantelamiento por la vía de los hechos del proyecto de acumulación de la oligarquía basado en la especulación inmobiliaria, en la privatización de los servicios públicos, la desvalorización del trabajo y en la protección fiscal del poder económico concentrado.

El hecho de que fondos vinieran al rescate de las principales empresas del Ibex 35 ha dejado a las más importantes firmas españolas a merced de grandes monopolios financieros como BlackRock. Los viejos dueños del país, reunidos en el Consejo de competitividad a modo de tabla redonda del rey Juan Carlos para afrontar el desastre, perdieron buena parte de su poder con la crisis de 2008 y la caída del rey Juan Carlos.

Francisco Correa, cabecilla de la trama Gürtel, afirmó en el juicio para quien quiso escucharle que compartió cuenta con Juan Carlos en Suiza y eso no está acreditado. Lo que sí está acreditado es que compartió gestor financiero, Arturo Fasana, que aprovechaba sus viajes a Madrid para ver a estos dos clientes ilustres. Quizás por eso el PP quiere que vuelva porque siempre le quiso como a un socio, puede cometer errores pero siempre serán del mismo club.

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Felipe VI sigue la vieja estrategia del búnker de aguantar, pase lo que pase. Soltando lastre en un ajuste de cuentas dinásticas contra su padre en el que contó con la colaboración del bipartidismo de la época en un intento desesperado por sostener el Régimen del 78 frente a la emergencia de los nuevos movimientos populares.

Felipe VI exhibió la garrota del despotismo ilustrado de Carlos III frente desafío catalán en el discurso del 3 de octubre de 2017 legitimando la emergencia de una extrema derecha del “a por ellos” que se reivindica “V.E.R.D.E” (“Viva El Rey De España”) y que está enquistada en las entrañas del Estado. Juan Carlos se reafirmó ante la ciudadanía como el Capitán General de las Fuerzas Armadas capaz de mantener al ejército en los cuarteles. Felipe VI, el 3 de octubre, habló como el jefe de los jueces. Calificó los hechos, y los jueces del Tribunal Supremo dictaron la sentencia en su nombre como manda la Constitución, que recoge una contradicción in terminis: “La justicia emana del pueblo y se administra en nombre del rey”. Los juzgados y tribunales de nuestro país se encuentran presididos por su retrato, vestido de juez. Por eso la amnistía escuece tanto a la derecha, porque no solo enmienda a los jueces, enmienda al Rey en cuyo nombre se dicta justicia en el Reino llamado España. Por eso los jueces quieren elegir a los jueces, porque se creen representantes del Rey y entienden la oposición como una suerte de derecho de conquista de un poder del Estado no sometido a la soberanía popular. Así se llega al esperpento que supone ver a jueces con toga y con puñetas manifestándose contra una ley que está discutiendo el Parlamento, atentando contra la más mínima apariencia de imparcialidad y respeto por la separación de poderes.

La república contra la guerra

La crisis de la monarquía es la crisis de un proyecto oligárquico que compra tiempo contra sus monstruos, los que vinieron de fuera en jets privados y se quedaron con las joyas de la corona del Ibex 35 y los escuadristas representantes de la fracción delincuente del capital. La guerra es su salida, nunca fueron demasiado creativos. Por eso siempre en España la lucha contra la monarquía llevaba en su identidad la lucha contra la guerra. La Primera República llevó como bandera la abolición de las quintas que condenaban a morir a los hijos de las clases populares en la guerra de Cuba. Y la Segunda República constitucionalizó la renuncia de España a la guerra como resultado de la sangría en el Rif.

¿Por qué hay tantos intelectuales de derechas que dicen aquello de que “no soy monárquico pero tenemos mucha suerte de tener a Felipe VI de Rey”? Porque les da vergüenza decir que creen que es una buena idea tener un jefe de estado irresponsable de sus actos por ser hijo de un señor al que puso Franco.

¿Por qué será que los mismos intelectuales de izquierdas que dicen que no toca cuestionar la monarquía son los mismos que creen que lo que ahora toca es mandar muchas armas a Ucrania y no les importa aumentar el gasto militar porque España gasta poco? Porque saben que no necesitan la vergüenza cuando están protegidos por el poder mediático concentrado.

Hoy más que nunca la lucha por la abolición la monarquía es también la lucha contra la guerra. La monarquía es la negación del derecho al autogobierno del pueblo frente al privilegio nacido de la guerra, el genocidio, la dictadura y el derecho de conquista.

10 años después, la crisis de la Corona no se ha cerrado. Hoy empujan las fuerzas reaccionarias y eso nos llama a defender la democracia frente a los monstruos, y hoy toca recordarles que el auge de los monstruos es la consecuencia de la guerra y de la falta de democracia en el Estado y en la sociedad.

Este domingo pasado, 16 de junio, más de 30.000 personas marcharon reclamando monarquía no, democracia sí. La iniciativa popular fue impulsada por un manifiesto firmado por más de 4.500 personas y apoyada por 146 entidades. La gente allí reunida llamó a marchar hasta que se vayan. La marcha de 2025 ya tiene fecha, el 15 de junio. “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”. 

Abajo la guerra, viva la paz, monarquía no, democracia sí.