Angélica Liddell señala a la prensa con nombre y apellidos ante más de dos mil personas

Angélica Liddell, en una escena de 'Dämon. El funeral de Bergman — Christophe Raynaud de Lage / Festival d'Avignon
Angélica Liddell, en una escena de 'Dämon. El funeral de Bergman — Christophe Raynaud de Lage / Festival d'Avignon

La artista y directora de escena española pone en evidencia a periodistas franceses durante el estreno de “Dämon” en la apertura del 78º Festival de Aviñón

Angélica sí se atreve. Saca su ametralladora llena de magias, de belleza, de poesía. Angélica sí se atreve a “disparar” contra Stéphane Capron, el responsable de la sección de espectáculos en France Inter y fundador del sitio de información cultural Sceneweb.

Angélica sí que es capaz de sacar su altavoz imaginario que retumba sin importarle en el Patio de Honor del Palacio de los Papas, el más importante y “prestigioso” del mundo; y pregunta:

¿Está Capron en la sala?

Y se acaba el alboroto. Y empieza su tiroteo con la valentía cogiéndole de la yugular. Y empieza a recitar como sólo ella es capaz de hacerlo. Y lo hace. Porque “el terrorismo de la belleza” es la única arma posible ante tanta barbarie, ante tanta falsedad. Porque el arte de Liddell trasciende, pega. ¿Si no nos vamos de la sala con un cross en la mandíbula después de un espectáculo suyo, entonces para qué? Y lo hace citando algunos artículos sobre su último espectáculo y se dirige directamente por su nombre y apellidos a los periodistas que escribieron los textos, algunos de los cuales estuvieron presentes en el estreno. Así es Angélica y, a mi modo, así tiene que ser.

Armelle Héliot, de "Le Figaro", de Philippe Lançon, de "Libération", o de Fabienne Darge, de "Le Monde" -en este último caso, en silencio-, mostrando el culo al público.

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Ahí está su palabra, de pie frente a la muerte, de pie frente a los hipócritas. Porque según la artista “hemos creado una sociedad en la que le hemos hecho todo el trabajo a la ultraderecha", mostrando una clara preocupación y, especialmente candente durante este festival por las elecciones legislativas anticipadas en Francia, con la primera vuelta del pasado domingo y el partido ultraderechista de Marine Le Pen en el centro de la escena.

Ahí está la Liddell, mandando a todo el mundo al rincón de reflexionar, invitando con espejos afilados a una crítica cada vez más al servicio de los grandes poderes mediáticos. Fusilando la hegemonía de los monopolios dominantes con una obra de teatro. Ella sí se atreve, al igual que ocurriera en el Congreso de los Diputados en España por parte de Ione Belarra, dando nombres y apellidos de periodistas, jueces, casos de lawfare y otros asuntos. Por eso existe la cultura. Por eso existe Angélica Liddell, por eso es tan necesaria su obra.

Y ahí sigue su palabra, haciendo de la homofonía un arte perfecto para sacar a bailar al “cabrón” de Capron. Por eso habla de la hipocresía atroz que reside en los discursos, por eso grita que hacer un discurso políticamente correcto, lo hace cualquiera.

Y ahí está Bergman, “educándola estéticamente, poniéndole nombre a todo aquello que la atormenta. Porque hubo un tiempo en que Liddell desayunaba cada mañana viendo una película de Bergman para sentirse mejor, para ver reflejados sus sentimientos en aquellos seres frágiles y extraños. Porque ella era una de aquellas criaturas agónicas. Y porque Bergman le ha salvado la vida con la fuerza de su podredumbre”.

Y porque todo esto que ha pasado es por Bergman, por “El funeral de Bergman". Porque es el segundo espectáculo de una trilogía que Liddell consagra a la muerte y a la belleza. Y porque sabe dónde hacerlo y ante quiénes. Por eso es tan lúcida. Por eso reflexiona sobre el universo del cineasta sueco que había imaginado y diseñado cuidadosamente su propio funeral después de haber visto las exequias del papa Juan Pablo II en la televisión.

Y por eso dijo en sus declaraciones: “Mi obra es una bofetada a los críticos y de hecho me gustaría poder dar físicamente esta bofetada a todas esas personas que, impunemente y de manera banal, me han hecho daño. No puedo hacer eso físicamente. Me gustaría incluso dar un puñetazo como hizo Bergman, pero no sería posible porque la gente presentaría una denuncia contra mí y terminaría en la cárcel”

Y por eso la crítica llorona se ha querellado contra ella, y por eso yo seguiré pensando que es porque no quieren entenderla. Allá ellos.


DÄMON: El funeral de Bergman, de Angélica Liddell, es el nuevo montaje de la artista que abrió el 78º Festival de Aviñón de artes escénicas, en la ciudad papal del sur de Francia. (29 de junio-21 de julio)