Elecciones francesas

“Los extremos”: la fórmula mediática para demonizar la izquierda y normalizar la ultraderecha en Francia

Los grandes medios franceses tienen un rol preponderante en el confusionismo ideológico que consiste en equiparar la Reagrupación Nacional con la Francia Insumisa

Peng Ziyang / Xinhua News / ContactoPhoto
Peng Ziyang / Xinhua News / ContactoPhoto

Incluso Kylian Mbappé lo tiene más claro. La estrella de la selección francesa se posicionó el jueves respecto a las inciertas elecciones legislativas en Francia del domingo. “Más que nunca, hace falta ir a votar. Es realmente urgente. No podemos dejar el país en manos de esa gente”, dijo el flamante delantero del Real Madrid en la rueda de prensa del partido previo de su selección en la Eurocopa. Unos minutos más tarde aclaró a lo que se refería el 16 de junio cuando pidió votar “contra los extremos”. Cuando un periodista le dijo que le hacía la pregunta “desde la izquierda, la extrema izquierda”, Mbappé respondió bromeando “afortunadamente no estás en el otro lado”.

La izquierda y la ultraderecha no son lo mismo. Mbappé lo tiene claro, pero no es el caso de toda una parte del aparato mediático. Los grandes medios y sus tertulianos de cabecera han ejercido un rol preponderante en el confusionismo ideológico que ha marcado esta campaña electoral en Francia. Esta consiste básicamente en un duelo entre la Reagrupación Nacional (RN) de Marine Le Pen y el Nuevo Frente Popular, una alianza unitaria del conjunto de las formaciones progresistas, desde la Francia Insumisa hasta el Partido Socialista, pasando por los verdes y los comunistas. Se trata de dos opciones antagónicas por su ideología e historia, pero a menudo equiparadas a través del tópico de los “extremos”.

La ultraderecha resulta la gran beneficiada de esta confusión. Sus aspiraciones a lograr la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional —un escenario que no prevén los últimos sondeos, pero nada se puede descartar— no se entienden sin su normalización. Un momento significativo en ese proceso tuvo lugar el 28 de junio, dos días antes de la primera vuelta. Invitados en el programa Quotidien de la cadena TMC, uno de los más vistos durante las tardes, dos de los presentadores más conocidos expusieron sus motivos alambicados por los que se niegan a calificar de “extrema derecha” al partido de Le Pen.

“Estudiando a las ultraderechas en Europa, he visto lo que propone Geert Wilders en Países Bajos, lo que propone AFD en Alemania… He constatado lo que separa a esos partidos de RN”, declaró David Pujadas, el expresentador del telenoticias noche de France 2, la principal cadena pública. “No tengo ningún problema con eso, pero entonces tenemos que hablar de extrema derecha y de extrema izquierda”, sostuvo, por su lado, Apolline de Malherbe, presentadora del matinal en RMC, una de las principales emisoras de radio privadas. Por ese motivo, dijo que prefería referirse a cada partido con sus siglas.

La galaxia mediática del ultracatólico Bolloré

A diferencia de España, donde la normalización de Vox se produjo con gran celeridad, en Francia ha sido el fruto de un proceso histórico y progresivo para este partido de ultraderecha, fundado en 1972 por exmiembros de las SS y simpatizantes de la Argelia francesa. “Hasta los años 1980 lo consideraban como una formación de extrema derecha y marginal. Pero a partir de entonces los medios empezaron a mirarla de manera distinta y tratarla como un partido normal. Hasta el punto de que su normalización mediática empezó antes de que Marine Le Pen impulsara en 2011 esa estrategia”, explica a Diario.Red el periodista Sylvain Bourmeau, director del digital AOC.

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Ese proceso vive ahora un momento álgido. A la ultraderecha lepenista no solo la tratan en los platós como un partido cualquiera y se entrevista a sus dirigentes como si fueran políticos como el resto, sino que dispone de todo un aparato mediático que rema a su favor. El empresario ultracatólico Vincent Bolloré ha construido en la última década una galaxia de medios con una línea editorial claramente neoconservadora, con la emisora de radio Europe 1, el diario Journal du Dimanche o la cadena CNews, conocida como la Fox francesa.

A eso se le suman históricos medios conservadores como el casi bicentenario Le Figaro o la revista Le Point que ven cada vez con mejores ojos a Le Pen. “Los medios no inventaron al RN, pero sí que contribuyeron a institucionalizarlo y cambiaron la mirada que muchos franceses tienen sobre esa formación”, afirma Bourmeau, quien considera que “esto no solo se debe a que haya cada vez más propietarios de medios y periodistas que simpatizan” con sus ideas ultranacionalistas y xenófobas.

En el paisaje mediático galo tienen un gran peso las cadenas de información 24 horas. Hay hasta cuatro, tres de ellas privadas. BFM TV, la líder en audiencia, ha derechizado su línea editorial al estar inmersa en una competición con CNews. El modelo de esa cadena de ultraderecha, basado en dar una gran relevancia a los sucesos y las tertulias con una omnipresencia de voces de derechas, ha repercutido en el resto de las cadenas. Hasta el punto de que en el inicio de esta campaña la dirección de BFM TV pidió a sus programadores que invitaran a más tertulianos afines a la derecha radical para “dirigirse a todos los franceses”, según reveló el diario digital Mediapart.

“Las críticas más duras han sido contra la izquierda”

A la presencia creciente de tertulianos cercanos a la ultraderecha —o directamente vinculados a ella— se le suma la de los opinadores mainstream. Muchos de ellos han allanado el camino a la posible victoria de Le Pen “reproduciendo la retórica de los extremos, utilizada por el presidente de la República. Esta consiste en poner al mismo nivel la extrema derecha y la izquierda”, explica el periodista Yunnes Abzouz, del digital Mediapart y especializado en la crítica de medios.

“Las críticas más duras han sido contra la izquierda. La principal preocupación de los tertulianos ha sido impedir la llegada al poder del Frente Popular”, añade sobre la cobertura mediática. Esta ha sido bastante indulgente con la ultraderecha. Pese haber presentado más de un centenar de candidatos (en un total de 577 circunscripciones) que hicieron en el pasado declaraciones racistas, antisemitas o conspiranoicas, los grandes medios prácticamente no se hicieron eco de ello hasta la última semana de la campaña.

En el caso del Frente Popular, en cambio, no solo su programa ha sido presentado como imposible de aplicar, a pesar de contar con el respaldo de economistas prestigiosos, como Thomas Piketty o Gabriel Zucman, sino que también han demonizado a algunos de sus principales referentes, como Jean-Luc Mélenchon, líder de la Francia Insumisa (afines a Podemos o Sumar). “Han convertido a Mélenchon en el equivalente de Jean-Marine Le Pen hace 25 años”, explica Abzouz mencionando al líder histórico del lepenismo, condenado hasta seis veces por antisemitismo. Según recuerda este periodista, “sin pruebas ni hechos, ahora se acusa de antisemita a Mélenchon”, tras su condena contundente del genocidio en Gaza perpetrado por Israel y la torpe negativa de su partido de tachar como “terrorista” a Hamás.

“Hay una parte de la izquierda que se ha aliado con el equivalente de Jean-Marie Le Pen sobre el antisemitismo”, dijo Étienne Gernelle, director de Le Point, en un programa de debates en France 5. El filósofo Raphaël Enthoven, un habitual de los platós, acusó a Manuel Bompard, mano derecha de Mélenchon, de llevar el clásico pin antifascista en el primer debate televisivo al tratarse de “un símbolo de Hamás”. “Es una llamada al asesinato de judíos”, afirmó en la red social X.

Toda esta campaña repercutió en los resultados de la primera vuelta. El Frente Popular resistió al avance de la ultraderecha (33% de los votos) y quedó segundo con el 28%, relegando el macronismo a una frágil tercera posición. Pero cuenta con muy pocas opciones de lograr la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional, aunque todavía puede terminar como primera fuerza. Sería todo un éxito teniendo en cuenta a la hostilidad mediática a la que se ha enfrentado.