Economía de Guerra en tiempo de recorte

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La ministra de Defensa, Margarita Robles, felicita a los instructores que han formado a los combatientes ucranianos en el manejo del Leopard — Ministerio de Defensa

PSOE, PP, Vox y Sumar votan suspender el Tratado de Armas Convencionales

Soy consciente de que hay que discutir de que un presidente histrión ha dado un concierto en Luna Park y se ha dedicado a insultar a la esposa de otro presidente. Supongo que esto es de la máxima importancia, no cabe duda.

Pero, discúlpenme ustedes, en los últimos días ha cambiado toda la política armamentística del estado español de las últimas tres décadas. Y todo ello en medio de una guerra en suelo europeo y de un genocidio televisado en Palestina. Quizás, sólo quizás, se debería prestar un poco de atención a esto. Más que nada porque nos va la vida en ello.

Primero los hechos: el pasado jueves se votó en el Congreso de los Diputados, a propuesta del Gobierno, la suspensión de Tratado de Fuerzas Armadas Convencionales en Europa. Estamos hablando de un tratado suscrito en 1990 entre los estados europeos de la OTAN y los del Pacto de Varsovia. A favor de la suspensión PSOE, Sumar, PP, Vox y PNV. En contra Podemos, EH Bildu y ERC.

Este tratado suponía dos cosas fundamentalmente: establecer una limitación sobre el volumen de capacidad militar instalada en cada uno de sus países miembros (carros de combate, vehículos acorazados de combate, piezas de artillería, aviones de combate y helicópteros de ataque)  y el establecimiento de protocolos de control y supervisión para todos los estados. Una unidad especializada del ejército español realizaba dicha supervisión a otros países, que, en reciprocidad, inspeccionaban la nuestra.

Se trataba, por tanto, de una apuesta por el desarme y de una garantía de convicencia pacífica entre estados. Derivado de este tratado, según datos publicados por el Ministerio de Defensa Español, se han reducido 58.000 piezas de armamento convencional y se llevaron a cabo más de 2.500 inspecciones además la reducción de efectivos en 1,2 millones de soldados”.

Nada de esto sería posible sin suscriptores

Es cierto que Rusia suspendió la aplicación del Tratado en 2007, pero el mismo ha seguido funcionando casi dos décadas y ha supuesto un elemento central en el freno de la escalda armamentística.

Pero tenía, claro, un problema: era un obstáculo para los objetivos de Estados Unidos y la OTAN. El objetivo del estado central de esta esta alianza es que sus socios empiecen a tener mayor protagonismo en el desarrollo militar, llegando a establecer que cada estado (no la OTAN en su conjunto, que hace mucho que lo hace) dedique a la industria militar al menos el 2 % de su Producto Interior Bruto.

En el caso de España eso implicaría un incremento del gasto militar de algo así como el incrementar entre 7.500 y más de 10.000 (las cifras que ni siquiera son del todo transparentes) millones de euros anuales sobre la ya elevadísima cifra de gasto del año 2023.

Las órdenes fueron claras: el 9 de noviembre la OTAN anunció que el tratado se iba a suspender (sin ningún tipo de debate en los parlamentos nacionales) y en febrero el gobierno cumplió el mandato de trasladarlo al Congreso. Por lo tanto, a partir de ahora, España tiene la manos libre para alcanzar el volumen de gasto exigido por la OTAN.

Pero esto no pasa en el aire, es simultáneo a que la Comisión Europea tras los avances dados por Nadia Calviño retomó el pasado mes de marzo las reglas fiscales. Los países que tengan una deuda superior al 90 de su PIB (España está por encima del 100) deberán afrontar un ajuste equivalente a un 1 % anual del PIB. Esto son aproximadamente 15.000 millones de euros anuales. En un contexto donde el BCE ha llevado los tipos de interés a máximos históricos con lo que se encarece la deuda y la parte del presupuesto que vaya a pagar intereses sin que los estados puedan pedir prestado al Banco Central y tengan que lucrar con dinero público al sector financiero (ese tipo de cosas que cuando las dice Milei nos echamos las manos a la cabeza, pero que llevamos en ello en vigor desde Maastrich).

Así que la votación del otro día fue trascendental. Hemos puesto sobre la mesa que gran parte de nuestros recursos van a ir a armamento y que a este ámbito no le va a afectar el recorte impuesto. Si en Washington deciden que España tiene que gastar más (en armamento) y en Bruselas que tiene que gastar menos (en todo) aquí decimos que Sí a Todo y nos preparamos para apretarnos el cinturón mientras cada día queda más claro que el envío cada vez mayor de armamento a Ucrania sólo ha supuesto la cronificación del conflicto.

Soy consciente de que el discurso de los partidos que han apoyado esto es muy diverso. Incluso, en algunos casos, antitético. Pero parece ser que en el gran problema del momento, que es la apuesta por una economía de guerra en un momento de recorte están absolutamente de acuerdo.

Y ahora se puede seguir discutiendo sobre las burradas que diga el presidente de Argentina. Pero no olvidemos que, mientras tanto, alguien le está dando una patada a nuestro modelo de convivencia y desarrollo. Y no lo olvidemos el próximo 9 de junio. Porque de esto y no de otra cosa, van las elecciones europeas.