Entre Netanyahu y Frasier

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Fin de semana de conflicto Israel-Palestina en vena. Ante la ausencia de Canal Red uno tiene que tirar de medios internacionales

Primer intento: CNN

Wolf Blitzer (ese hombre engreído al que conocí en la sala de prensa de la Casa Blanca hace siglos ante una visita de Felipe González a Bill Clinton) no para de hablar de la multitud de manifestaciones pro-Israel que inundan los Estados Unidos. Caso omiso a la multitud de manifestaciones pro-Palestina alrededor del mundo.

Segundo intento: BBC

La BBC casi nunca defrauda, piensas mientras tienes el corazón en un puño porque llega la hora exacta del ultimátum.

El presentador entrevista a un experto israelí y empiezan a hablar de geopolítica mientras uno sigue pensando: "Los van a borrar del mapa, se acerca la hora de la evacuación forzosa, ¿no vas a decir nada?"

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Tercer intento: Canal 24 horas de RTVE

La presentadora conecta en directo con un reservista del ejército israelí: el capitán Kaplan. Incluso aparece su cuenta de X en pantalla (@captainkaplan). Si no fuera porque estamos inmersos en una guerra parecería una broma pesada. ¿Captain Kaplan? ¿Marvel?

El militar, con un marcado acento porteño y ataviado con el uniforme militar (la bandera israelí bien visible en el hombro que da a la cámara) comienza a hacer un análisis de la situación en la zona justificando la inminente invasión del norte de Gaza. Sus referencias al pueblo palestino dan a entender que es un pueblo alienígena que ha aterrizado allí hace dos días procedente de más allá de Orión, de la puerta de Tannhausser.

La periodista le pregunta si le puede dar algún detalle de la operación. El capitán Kaplan, @captainkaplan para los amigos, se muestra firme y se sonríe con la pregunta.

—Entenderá que es una misión secreta. No puedo dar detalles.

No se preocupe captain Kaplan… aquí nadie va a llamar a la Autoridad Palestina, decir el famoso “que se ponga Mahmoud Abbas”. Que aquí estamos con Israel. Somos una tumba.

No aguanto ni diez minutos de este akelarre informativo y decido instalar en mi tele la app de Al Jazeera. Miro por la ventana de mi casa para asegurarme de que nadie me está mirando.

No es tan fácil como instalar Canal RED (jeje) pero lo consigo.

Uno de los enviados especiales en Gaza entrevista a un niño gazatí, hablando en inglés, explicando entre lágrimas cómo está su familia y cómo están sus amigos

Estuve cuatro horas pegado a Al Jazeera. Uno de los enviados especiales en Gaza entrevista a un niño gazatí, hablando en inglés, explicando entre lágrimas cómo está su familia y cómo están sus amigos. Agacha la cabeza y ya no sabe qué decir. Yo tampoco.

Otro compañero entrevista a un palestino/estadounidense que, en un perfecto inglés, denuncia a su país de acogida por no permitirle volver cuando sí lo están haciendo con ciudadanos israelíes.  El hombre tiene que cortar la entrevista porque se emociona. La gente que le rodea le mira con tristeza. La cámara de Al Jazeera le sigue mientras se pierde entre la gente. Vemos a un niño con una mochila escolar que se cuela en el plano y mira a la cámara fijamente, da media vuelta y también se pierde entre la muchedumbre. ¿A dónde irá?, pienso. ¿Qué llevará en esa mochila? ¿Sobrevivirá?

El canal con base en Catar empieza una ronda de conexiones a lo largo y ancho de los territorios palestinos y otras partes del mundo. Conecta con Ramala, con Rafah, con Jerusalén Oriental, con Líbano, Londres, Chicago y hasta Calcuta. 

Los reporteros hablan perfecto inglés, inglés con acento del Punjab, inglés con acento de Galilea, inglés roto por el dolor, pero todos y todas informan de lo que está pasando sobre el terreno porque están sobre el terreno.

Me llama la atención que incluso entrevistan a gente (sí, a gente). Reporteros que no solo entrevistan a autoridades o hablan de no sé qué mientras pasan por detrás carros de combate. Reporteros y reporteras que de repente se pasan por un hospital en Gaza y entrevistan a un médico palestino mientras cura a varios heridos. No hay nada como escuchar a los que nadie acerca el micrófono.

Hospital, médico, heridos. El protagonista no es tu chaleco antibalas ni tu casco militar ni tus historias del abuelo cebolleta que luego contarás a tus amigotes cuando vuelvas a la cantina de tu pueblo. Los protagonistas son ellos, son ellas, the people. 

Porque un mal día un tercer país te va a meter en una celda durante 23 horas al día, sin juicio alguno y el medio que te puso como un Geyper Man para ir a la guerra va a pasar de ti y de tu familia. Incluso el ministro de Exteriores de tu país va a darte una patada en el culo, y en sus corrillos de embajada y reuniones que no conducen a nada reirá mientras te acusa de ser un espía o de trabajar para la Stassi.

A lo que iba. Estos reporteros de Al Jazeera (al menos los que vi este fin de semana) no van incrustados como paracaidistas entre las tropas de nadie. Están entre la gente. Tienen visión panorámica, tienen un rabillo en el ojo y saben dónde dirigir el micrófono en caso de la suma de conflicto bélico y población civil.

Siempre que veo a un corresponsal en un país extranjero pienso: “gira la cámara, quiero ver a la gente de ese lugar, no quiero ver tu traje de Emidio Tucci, ni tu dicción perfecta, ni tu acento de Valladolid, quiero gente, dame gente”.

Al Jazeera también emite declaraciones del ministro de defensa israelí, de Netanyahu, habla de las manifestaciones pro-israelíes por todo el mundo. Sin calificarlas, simplemente las da.

No sé quién es el dueño de este canal. No sé si está metido Roures. Lo único que sé es que este fin de semana fue lo único que pude ver para informarme de lo que está sucediendo en ese territorio/polvorín.

Porque lo otro… la defensa constante del hombre blanco y sus tropelías lo veo en el resto de los canales del mundo mundial. Y sí, todas sabemos lo que hizo Hamás el sábado 7 de octubre. No se nos va a ir de la cabeza en la vida. 

Pero cómo dijo ese ciudadano palestino/estadounidense que se iba cariacontecido: "No puedes castigar a toda la clase por la fechoría de un alumno."

Después de tantas horas pegado a las imágenes del terror que acecha al pueblo palestino decidí apagar la app de Al Jazeera y ponerme a ver una serie que me sacara a empujones de Gaza, esos 41 kilómetros de largo y 10 de ancho.

De repente me topé con el estreno en Paramount+  de la nueva etapa de la serie Frasier. Tras 11 temporadas y un desierto (sigo pensando en Gaza) de por medio vuelve este maravilloso doctor que se hizo popular por la serie Cheers y remató su carrera con ese gran personaje que cada noche desde su estudio de radio en Seattle decía: "I am listening."

En la nueva entrega no están ni Niles ni Daphne, ni siquiera el padre (Martin) ni su perro (Eddie) pero permanece la ironía y la torpeza del doctor Frasier Crane.

Ese mismo que tras sufrir estos nueve días de terror en Israel/Palestina volvería a decir: “I am a humane man, but right now I could kick a kitten thru a electric fan” (soy humano, pero en este preciso instante le metería una patada a un gatito y lo estamparía contra el ventilador).

Aunque seguramente a las dos partes (ó más) del conflicto les soltaría su ya famoso: “I am listening”.

Y ojalá no escuchara el ruido de las bombas sino el de las sillas acercándose a una mesa de negociación permanente.

Entonces Eddie se subiría feliz a ese sofá desvencijado parcheado por cinta americana y se echaría a dormir sin que hubiera un mañana.