El canutazo del juez García Castellón

Cuando los regímenes formalmente democráticos están fuertes, lo habitual es que los operadores más poderosos —que siempre son los que mandan sin presentarse a las elecciones— no se sometan prácticamente a ningún tipo de escrutinio público o periodístico
Garcia Castellon dando un canutazo
Garcia Castellon dando un canutazo

La propia presentadora del telediario de las 15:00 de La 1 de TVE lo reconocía ayer al arrancar la pieza informativa: "No es habitual que un juez haga declaraciones, pero, hoy, el magistrado de la Audiencia Nacional, Manuel García Castellón, ha atendido a los medios". Tras este inicio no exento de asombro, la periodista continuaba con la información: "El instructor que investiga por terrorismo a Marta Rovira en el caso Tsunami ha restado importancia a que la justicia suiza no le dé la información sobre la dirigente de Esquerra al no ver un delito de terrorismo". A continuación, el telediario daba paso al juez, quien, con varios micrófonos delante, decía lo siguiente mirando a cámara: "Cada uno que diga lo que quiera. En la legislación suiza, opinan eso y, en la española, otra cosa y, por lo tanto, cada uno sigue su camino".

Más allá de que García Castellón se refiriese a sí mismo como "la legislación española", el corte del telediario causa cierta sorpresa, fundamentalmente, porque es muy poco habitual, por no decir prácticamente inédito, ver a jueces en ejercicio —especialmente a aquellos que están en el centro del huracán mediático por la importancia de los casos que están instruyendo— dando declaraciones sobre sus decisiones a los medios de comunicación. Por si esto fuera poco, el formato elegido por el juez aumenta el nivel de extrañeza. Muy rara vez, pero en algunas ocasiones, hemos podido ver a jueces siendo entrevistados en periódicos de papel o incluso haciendo afirmaciones en el marco de un debate o unas jornadas. Pero el formato elegido por García Castellón ayer —lo que se denomina en la jerga un "canutazo" y consiste, básicamente, en una rueda de prensa breve que se lleva a cabo de pie y con los periodistas delante en vez de hacerlo desde un atril— es al que los políticos tienen acostumbrada a la ciudadanía cuando quieren llevar a cabo algún tipo de posicionamiento. Al principio o al final de un acto, en la cabecera de una manifestación o en los pasillos del Congreso, cada vez que un representante público quiere lanzar un mensaje político y someterse a unas cuantas preguntas por parte de los periodistas, lo que hace es "convocar un canutazo".

Puede parecer que estamos hablando de una anécdota, pero nada más lejos de la realidad. Los códigos mediáticos son quizás uno de los elementos más importantes en la política mediatizada del siglo XXI. De hecho, cuando los regímenes formalmente democráticos están fuertes, lo habitual es que los operadores más poderosos —que siempre son los que mandan sin presentarse a las elecciones— no se sometan prácticamente a ningún tipo de escrutinio público o periodístico. Por eso, el rey no da entrevistas y se comunica enviando fotos o dando discursos sin preguntas. Por eso, los dueños de las empresas del Ibex 35 prácticamente nunca atienden a los periodistas y, de hecho, de la mayoría de ellos ni siquiera conocemos sus caras aunque manden más que muchos ministros. En la misma clave, mientras el régimen del 78 estuvo fuerte, era muy raro ver a un operador judicial exponerse públicamente como hizo ayer el juez García Castellón. A la inversa, el hecho de que, cada vez más, veamos en abierto a grandes oligarcas como Juan Roig haciendo afirmaciones ideológicas en abierto, que nos encontremos con vocales del CGPJ dando entrevistas en los periódicos de la derecha o que el juez instructor de algunos de los casos de lawfare más graves que se han puesto en marcha en los últimos años para adulterar de forma espuria el proceso democrático ahora se ponga a dar canutazos, todo ello, revela la debilidad progresiva del bloque de poder. Como es evidente, cuando uno detenta el verdadero poder duro, el que se puede ejercer de forma firme, automática e impune sin necesidad de recurrir a la persuasión, lo que menos le interesa es que la opinión pública conozca su cara —o incluso su nombre— y, desde luego, no tiene ningún interés en exponerse a las preguntas de los periodistas. Es obvio que a los verdaderos poderes fácticos les conviene mucho más trabajar en las sombras que hacerlo bajo los focos. Por eso, cuando salen a la luz, como hizo ayer García Castellón, no es tanto por voluntad propia como obligados por unas circunstancias que los han sobrepasado (en este caso, el ridículo espantoso que está haciendo el juez en el nivel europeo con su persecución cuasi-prevaricadora de los líderes del independentismo catalán).

Es obvio que a los verdaderos poderes fácticos les conviene mucho más trabajar en las sombras que hacerlo bajo los focos. Por eso, cuando salen a la luz, como hizo ayer García Castellón, no es tanto por voluntad propia como obligados por unas circunstancias que los han sobrepasado

Buena parte del poder duro español ha descansado durante las últimas décadas en el relato hegemónico, propagado por los poderes políticos y mediáticos del régimen, que venía a decir que la totalidad de los magistrados del Poder Judicial son personas intachables, sin ideología propia, completamente independientes de todos los demás poderes y que aplican el derecho de una forma matemática e incuestionable que no admite reproche ni lugar a la interpretación. La repetición incesante de esta fábula por parte de los políticos y los periodistas de la Corte junto al control mayoritario de la carrera judicial por parte de los sectores sociológicamente conservadores garantizaban no solamente la impunidad sino también la efectividad de uno de los poderes duros más fuertes que existen. Si, ahora, empezamos a ver a los magistrados dando entrevistas, ruedas de prensa y canutazos para justificar sus decisiones y emitir mensajes políticos, y no digamos ya si los periodistas se atreven a hacerles preguntas difíciles, entonces la fábula no podrá mantenerse en pie más allá de unos cuantos meses.

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Al mismo tiempo, esto es precisamente lo que todos los demócratas deberíamos desear. Para que, en algún momento del futuro, podamos tener algo parecido a una democracia plena, es indispensable que no se trasladen a la ciudadanía relatos falsos sobre la operativa de los diferentes poderes del sistema. Claro que los jueces tienen ideología, claro que interpretan —y, a veces, retuercen— las leyes en base a esa ideología, claro que muchos de ellos escuchan a Federico Jiménez Losantos y algunos menos a Àngels Barceló, claro que la mayoría pertenece a las clases acomodadas y claro que todavía falta entre ellos formación de género. El que diga lo contrario miente. Y, por supuesto que, en democracia, las actuaciones de los jueces tienen que estar sometidas al escrutinio público y a la crítica política. Básicamente, porque, en democracia no puede haber absolutamente ningún poder que se sustraiga de ambas cosas.

Por ello, desde aquí, queremos animar a García Castellón y también a todos los demás jueces y juezas de España a que se animen a continuar la senda iniciada en el día de ayer y atiendan habitualmente a los medios de comunicación para contestar a sus preguntas. Puede que, al principio, para los magistrados, sea un mal trago. Pero puede ser, también, un paso importante hacia un sistema democrático que sea digno de tal nombre.