Cuando nosotras les nombramos, "ellos sufren de cojones" #ElCierre

No hay nada más sencillo en estos tiempos que definir quiénes son los periodistas corruptos, que tienen nombres y apellidos, salarios jugosos y altos cargos en las cadenas mediáticas en las que trabajan. Pero, sobre todo, gozan de una red de complicidades de otros periodistas que, lamentablemente, han decidido no serlo
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Ya lo decía Kapuściński, “el periodismo es una herramienta fundamental para la construcción de la democracia”. He de decir, que a esta frase le añadiría “y también para su destrucción”. Durante los últimos años hemos presenciado cómo desde las tribunas mediáticas, ya sean televisivas, radiales o impresas, hay quienes han utilizado al periodismo, un oficio fundamental, y lo han destruido en vivo y en directo. Porque el periodismo no tiene por objetivo informar, sino informar con la verdad. No tiene por objetivo brindar voz, sino brindarla a todos y a todas, sobre todo a quienes nunca la tienen. No tiene por objetivo asimilarse al poder y a quienes lo ostentan, sino fiscalizarlo. Es decir, que incluso cuando suena muy bonito eso del “cuarto poder”, el deber del periodismo es ser un contrapoder. Algo de lo que muchos se han olvidado convenientemente y se enfadan con quienes no padecemos dicha amnesia. 

Es precisamente porque el periodismo es fundamental en la construcción y destrucción de una democracia, que el periodismo de verdad tiene un deber que no es sólo informar con verdad y brindar voz a todos y a todas. En estos tiempos de golpes de estado orquestados con los tanques judiciales y mediáticos, los y las periodistas tenemos también el deber de informar sobre los periodistas que destruyen la profesión cuando la ponen al servicio de quienes buscan subvertir la democracia. Es decir, tenemos el deber de denunciar al periodismo corrupto. Pero el periodismo corrupto no es una abstracción, un ente en el cielo medio deforme que cuesta distinguir. No hay nada más sencillo en estos tiempos que definir quiénes son los periodistas corruptos, que tienen nombres y apellidos, salarios jugosos y altos cargos en las cadenas mediáticas en las que trabajan. Pero, sobre todo, gozan de una red de complicidades de otros periodistas que, lamentablemente, han decidido no serlo. Porque si no cuidas la profesión, no estás ejerciendo periodismo. Hay que ser contrapoder también dentro del periodismo, porque el periodismo es un espacio de poder donde quienes más mandan, están demostrando ser unos corruptos y unos golpistas.

Decir nombres y apellidos tiene costes, pero también dignidad, y por eso hay que aplaudir la valentía de quienes se atreven. Desde Ione Belarra en la tribuna del Congreso de los Diputados hasta los gestos de periodistas como los compañeros de El Salto que decidieron colectivamente no sentarse con un corrupto como es Antonio García Ferreras. La valentía cuesta, sin duda, pero si fuéramos muchas las valientes, la factura no sería tan cara. 

Antonio García Ferreras, Ana Rosa Quintana, Susana Griso, Vicente Vallés,  Ana Terradillos o Eduardo Inda no son periodistas, son corruptos. Falsean información y mienten a sabiendas. No se equivocan —porque es legítimo equivocarse si se corrige y se enmienda—, lo hacen a sabiendas. Mienten a sabiendas, no por deporte, sino por proyecto político. Porque se encuentran ejerciendo golpismo disfrazado de información. ¿No debería ser un deber democrático nombrarlos y denunciarlos con nombre propio? Me parece que sí.

Cuando ayer Ione Belarra se atrevió a nombrarlos, no sólo causó estupor y mucha incomodidad en las filas socialistas, también en ese Presidente que se toma cinco días de reflexión después de denunciar la máquina del fango para luego ir al epicentro de esa máquina, es decir, sentarse con Antonio Garcia Ferreras. Uno de los mandamases del fango. El de “es burdo pero voy con ello”, el de “tres programas incómodos”, el de “nosotros somos los que matamos a Monedero”, y, también el de “cuando nosotros les damos una hostia, ellos sufren de cojones”. Ione Belarra logró algo aún más importante, evidenciar el contubernio entre el poder político golpista y el fango mediático. Es por eso que Miguel Tellado del Partido Popular fue quien inmediatamente pidió que se retiraran las palabras de Belarra del diario de sesiones. Dice mucho que sea el partido que se ha escorado a la ultraderecha, el que es indistinguible de VOX, el de la Ayuso que financia con nuestro dinero a cloacas mediáticas y panfletos, el que sigue repitiendo bulos y hace de los bulos una forma de hacer política, el que utiliza por ejemplo bulos contra la esposa del presidente para hacer oposición, el que haya salido rápidamente en defensa de los corruptos del periodismo. Fango mediático y fango político son el mismo fango al final del día. 

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El problema está en que ese fango sigue contando con quienes le tienden la mano o, mejor dicho, se sientan en él. Eso es lo que hace Pedro Sánchez, el presidente de este país, y eso es lo que hace también esa izquierda de régimen que es Sumar y que entiende que necesita de ese fango para existir, aunque con ello estén legitimando día sí y día también a la corrupción más perversa en este país, la de los medios de comunicación. Si no se ataja a los periodistas corruptos, ni el PSOE ni Sumar tienen ninguna legitimidad para hablar de lucha contra la corrupción. Porque la corrupción no está sólo en el PP o en VOX. La corrupción está en ese lawfare construido desde los platós de televisión donde luego estos políticos que se dicen muy limpios van a hacer dúplex, entrevistas y brindan hasta sonrisitas cómplices con estos operadores. 

La democracia en España no está amenazada sólo desde los escaños de un parlamento donde hay quienes han decidido burlarse del resultado de las urnas, sino también —y desde hace años— desde los platós de televisión de quienes han operado para variar el resultado de las urnas atacando con mentiras y sacando de juego a partidos políticos y perfiles políticos incómodos, independentistas catalanes o a Podemos por ejemplo. Cuando piden autocrítica al independentismo o a Podemos habría que decirles, «¿Autocrítica? La que tienen que hacer ustedes por no denunciar el golpismo mediático y haber cedido ante él. Lecciones, vuestras, cero.» 

Hoy que sabemos que en este país se encarcela a chavales por ser antifascistas y protestar, que se persigue a activistas acusándolos de ecoterrorismo, se infiltran policías en movimientos sociales para desarticularlos por dentro, se reprime a sindicalistas sólo por su acción sindical o se deshumaniza a las vidas migrantes, cabe recordar que en la demonización de cada uno de estos cuerpos está también la mano de estos operadores del fango mediático. Sepamos distinguir a quienes lo denuncian de verdad, de quiénes han aceptado sus normas mugrientas. 

Aunque les pese, el tabú de nombrarlos se ha acabado, Ana Rosa Quintana, Susana Griso, Vicente Vallés, Eduardo Inda, Ana Terradillos, Antonio García Ferreras… acostúmbrense a que cada día seamos más los periodistas decentes que cuidaremos esta profesión de los corruptos como ustedes. Hasta mañana.


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