Frank Farian: el empresario sinvergüenza detrás de Milli Vanilli

Todo el planeta se burló de los falsos cantantes, pero como cuenta el documental Milli Vanilli, el artífice del fraude musical más sonado de la historia se fue de rositas

 

Uno de mis más nítidos recuerdos de infancia son las actuaciones musicales Boney M en Televisión Española, entonces la única televisión. Recuerdo bien al “cantante” Bobby Farrell vestido con trajes horteras, a pecho descubierto, sudando a mares y bailando como una lagartija al ritmo de pegadizos temas como Rasputin, Daddy Cool o Rivers of Babylon, auténticos exitazos de aquellos años (vendieron en todo el mundo 171 millones de discos). También recuerdo escuchar por primera vez la palabra playback. “Eso es playback, hijo, no cantan de verdad”. Y ese “no cantan de verdad” fue uno de esas decepciones y traiciones que acumulas en la infancia. Esa gente que aparecía en nuestro Telefunken estaba engañando a millones de personas.

Pero el primero que engañaba era el productor alemán Frank Farian, creador de Boney M. A pesar de que Farrell fingía ser el cantante masculino de Boney M, era Farian el que cantaba en el estudio. Farrell no cantó una sola nota en las grabaciones, solo en algunos espectáculos en lo que nos les permitían cantar con playback. Únicamente las cantantes (Liz Mitchell y Marcia Barrett) junto a Farian habían cantado en las grabaciones que los hicieron famosos en todo el mundo. Y Farrell vivió con ello hasta que el 30 de diciembre de 2010 fue encontrado muerto, por un ataque al corazón, en una habitación de un hotel de San Petersburgo, ciudad en la que se encontraba de gira. ​

En 1988, Frank Farian, en busca de nuevas caras y nuevos grupos, firmó un contrato con dos bellos bailarines (el alemán Rob Pilatus y el francés Fabrice Morvan) y los llamó Milli Vanilli. Al escuchar sus espantosos gallos en el estudio, Farian decidió que volvería a las andadas: doblaría a Rob y a Fabrice. Girl I'm Gonna Miss You, Baby Don't Forget My Number y el exitazo Girl You Know It's True fueron grabadas por otros cantantes como John Davis, Charles Shaw y Brad Howell.

La gente se volvió literalmente loca con Milli Vanilli, con su belleza, sus apretadas mallas de corte pirata, sus hombreras, sus rastas y sus coreografías. No cantaban ellos, pero eso nadie lo sabía, solo el golfante Farian y alguno de sus vasallos en el estudio de grabación. Y el resultado fue que Farian dejó la industria musical en pelotas: desde el estudio hasta la distribución de copias, nadie chequeó que estos dos muchachos fuesen realmente los vocalistas del disco superventas, un álbum que fue número uno en 26 países y que se convirtió rápidamente en número dos en USA, solo superados por el Eternal Flame de las Bangles. De hecho, en los créditos de la contraportada del disco, Rob y a Fabrice ¡ni aparecían! 

Mientras la discográfica Ariola seguía con la farsa, Farian llamó a Charles Shaw, la verdadera voz, y le dijo que estaba largando demasiado. “Te dije que cerraras el pico”. Estaba despedido. Inmediatamente, llamó al cantante John Davis, que aceptó 10.000 marcos alemanes por un engaño que continuó como siempre: Farian hacía entrar a Davis por el sótano, grababa con él a parte y los músicos no se enteraban. O eso decían.

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Olfateando el dinero, apareció en escena Clive Davis, dueño de Arista Records y productor de Whitney Houston, Annie Lennox, Aretha Franklin, Toni Braxton y el insufrible Kenny G. El resultado de la entrada en la producción de Davis fueron seis discos de platino en Estados Unidos, país que reclamó enseguida al dúo, los quería en sus programas, en directo. Y es ahí cuando Farian intuyó el tremendo peligro: no podía dejarles ir a América, serían descubiertos.

Pero el dúo quería, a pesar de la farsa, triunfar en América y logró desembarcar en Estados Unidos, lo que supuso el principio del fin. Una noche, a finales de 1989, cuando actuaban en Connecticut, mientras ellos hacían sus piruetas el playback se jodió y el estribillo de Girl You Know It's True comenzó a sonar en bucle. La gente empezó a abuchearlos, acababan de descubrir la farsa. Además, en las entrevistas la pareja mostró un inglés macarrónico y sus voces no se parecían en nada a las de su disco. Finalmente, Rob, el más quebradizo de la pareja, quiso decir la verdad de una vez, pero se le adelantó el vocalista fantasma Charles Shaw, que el 14 de diciembre de 1989 descubrió el pastel por televisión.  

A pesar del bombazo, el caradura de Farian, que ya acumulaba un patrimonio de 500 millones de dólares, lo negó todo. También Clive Davis, de Arista Records calló, todavía había demasiado dinero en juego. Pero la puntilla llegó cuando un representante los presentó, sin permiso de Fabian ni de Davis, a los Grammy, donde, para colmo, la regla era cantar era directo. Y fueron nominados, la reunión más importante de la industria musical iba a ser testigo de cómo una gran farsa llegaba a lo más alto de esa misma industria. De hecho, y como sugiere el documental Milli Vanilli, muchos de los asistentes a la gala, entre ellos Paul McCartney o Billy Joel, sabían que el grupo era una gigantesca farsa.

Y el 21 de febrero de 1990 ganaron el Grammy al Mejor Artista Nuevo y la estúpida soberbia (“Somos mejor que los Beatles”) y el abuso de alcohol y drogas culminó en el penúltimo gran giro de esta historia: ante el chantaje del dúo, que le pedía mucho más dinero a cambio de no revelar el gran fraude, el mismo Frank Farian reconoció ante los medios que Rob Rob y Fabrice no cantaban y que todo había sido fabricado por él. La noticia, otro bombazo, abrió todos los informativos americanos y de medio mundo.

A pesar de la tremenda gravedad del asunto, el embaucador Farian se lo tomó a chufla. “¿En qué consistió la traición? ¿Alguien en Estados Unidos creía que los Village People o los Monkees realmente cantaban ellos mismos? ¿Los Archies? Por favor. Todo el mundo lo hace desde hace 25 años”. Y lo más demencial: fue perdonado por la industria.

Pero Rob y Fabrice no, ellos pagaron con el escarnio público, se vieron obligados a renunciar al Grammy (primera vez en la historia de los premios) y fueron, junto con Arista Records, parte de una demanda colectiva relacionada con el fraude a los consumidores estadounidenses. Además, el 20 de noviembre de 1990 Rob y Fabrice cometieron el tremendo error de organizar una rueda de prensa para pedir perdón. Mientras la prensa no tocó a la industria (a Farian o a Davis), no demostró piedad alguna con la pareja. Se los merendaron.

Lo más rocambolesco de todo es que Farian no había acabado de ordeñar lo que quedaba de la vaca, guardaba su última engañifa: The Real Milli Vanilli, nuevo grupo creado en 1991 con los que habían colaborado en el monstruo de Frankenstein Milli Vanilli: Brad Howell, John Davis, Charles Shaw, Jodi Rocco y Linda Rocco. Fue el colmo del cinismo.

Frank Farian, que no aceptó ser entrevistado para el documental Milli Vanilli (que podéis ver en Movistar Plus+) fallecido en enero de este año a los 82 años. Murió inmensamente rico, pero en su obituario los medios titularon con la gran estafa por la que será siempre recordado.

El peor parado de este gran escándalo, eso sí, fue Rob Pilatus, que murió en 1998 por una sobredosis de pastillas y alcohol en un hotel cerca de Fráncfort. Solo tenía 32 años.