Perros Atados; turbocapitalismo o barbarie

La obra del autor sevillano Irra es una cosa bastante seria. Palos de Ciego, No te Serviré y Amor de Hombre fueron comics que ya nos situaban, pese a sus diferentes ambientaciones y ambiciones, en un universo propio y decadente, no apto para un público especialmente sensible

Con estos tebeos nos adentramos en una atmósfera pesimista y desoladora que se hacía preguntas sobre la naturaleza y los impulsos del ser humano, su tendencia al “sálvese quien pueda” y a la anomia colectiva. Irra nos abría caminos incómodos de tratar por violentos, profundos y desoladores. Y es que en la industria del cómic Irra es un auténtico rara avis que vuela libre, más a gusto en los márgenes de la industria que en sus habituales tejemanejes. Y ahí sigue, tozudo y feroz, en su particular y sempiterno vía crucis.

El tormento de Irra vuelve a flote con el primer volumen de Perros Atados, editado por el nuevo sello Mondo Cane books, la primera parte de una sórdida distopía que señala con furia los peligros del turbocapitalismo. Ese inmisericorde sendero que transitamos hacia una sociedad alienada, individualista, descreída, deprimente y sumisa ante el mejor postor. Irra teje un relato sobre perdedores situado en una urbe colonizada, segregada, sucia y cutre a más no poder. El futuro pinta más a esta deshumanización global que a la utopía socialdemócrata que nos quiso vender la generación de nuestros mayores.

Con su peculiar estilo de dibujo grueso, rudo e hiperrealista en tres tonalidades, Irra vuelve a cruzar elementos pop con otros más bien castizos (y autobiográficos) para retratar una península ibérica desprovista de esperanza. Aunque realmente no sabemos si la tendrá, pues este relato inicial de Perros Atados nos deja con el corazón encogido con un desenlace abierto (al más puro estilo Conan) que huele a rape & revenge. Conociendo la obra del autor, que no admite concesiones, es iluso esperar conclusiones halagüeñas, pero lo que tendremos, a buen seguro, es un cierre íntegro y honesto. A veces, la mejor forma de reaccionar ante la injusticia y la adversidad es que te peguen dos buenas tortas.

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