Francia: un alivio que no durará

La partida entre democracia popular y régimen de guerra sigue abierta en Francia y será inevitablemente feroz
July 7, 2024, Paris, Ile-De-France, France: On July 7, 2024, the group Antifa Paris Banlieu called on people to wait for the results of the second round of the French elections at 8 p.m. at the Republique and to react depending on the outcome. Tens of thousands of people responded to this call and after the Nouveau Front Populaire won, the celebrations continued well into the night. There was hardly any violence, only briefly interrupted by a group of right-wingers.,Image: 888082902, License: Rights-managed, Restrictions: * Germany Rights Out *, Model Release: no, Credit line: Max Ludwig / Zuma Press / ContactoPhoto
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Alivio, soulagement, es la palabra más pronunciada en Francia desde la noche de ayer. A pesar de haber obtenido sus mejores resultados en unas elecciones legislativas, la segunda vuelta se ha traducido en una derrota de la extrema derecha de Agrupación Nacional, que ha quedado en tercer lugar con 143 escaños, y en una victoria justa del Nuevo Frente Popular con 182 representantes, lejos de la mayoría absoluta de 289. Por su parte, la coalición macronista Ensemble se ha beneficiado del llamado “barrage républicain” en la segunda vuelta y ha mejorado sus resultados y evitado el desplome que había dejado servido la primera vuelta, terminando en segundo lugar con 168 escaños. No obstante, el primer ministro macronista en funciones, Gabriel Attal, no ha tardado en presentar su dimisión como primer ministro, que puede ser rechazada por el presidente de la República.

La victoria del Nuevo Frente Popular es un dato histórico en la historia de la V República francesa. Ha conquistado una mayoría relativa con un programa de rechazo conjunto del neoliberalismo macronista y del apartheid lepenista. Dentro de la coalición electoral, La France Insoumise ha sido la fuerza más votada y su líder, Jean-Luc Mélenchon, ha sido de los primeros en comparecer y ha exigido la formación inmediata de un gobierno del NFP que aplique “su programa, nada más que su programa, pero todo su programa”. La proclamación temprana de la victoria y la reivindicación del gobierno y del programa electoral es un acierto por parte de LFI. Sin embargo, es poco probable que el NPF forme un gobierno y/o que pueda llevar a cabo los puntos más importantes de su programa, como la subida del salario mínimo a 1600 euros, la retirada de la Ley de Inmigración, la abrogación del decreto de reforma de las pensiones, de la reforma del seguro de desempleo, la reintroducción de un impuesto ecológico sobre las grandes fortunas o el reconocimiento del Estado palestino y el apoyo a la instrucción de la Corte Penal Internacional contra el genocidio perpetrado por el Estado de Israel contra la población palestina. Como ya hemos comentado en el editorial escrito tras la primera vuelta electoral, con la consigna de “frente republicano” las oligarquías políticas y mediáticas de la V República han querido conservar las riendas del poder al mismo tiempo que han querido marginalizar a LFI bajo la consigna de “los dos extremismos”. Esa tensión hacia el “extremo centro” se ha visto reforzada ayer, no solo por el resultado de la coalición macronista, sino por la actitud de distintos portavoces del Partido Socialista, como el ex presidente François Hollande o el eurodiputado Raphaël Glucksmann, que ya han dejado clara la “voluntad de entendimiento” con los partidos de la derecha macronista para formar un gobierno que recoja algunas de las medidas del programa del NFP. Desde Ensemble o desde la derecha postgaullista de Les Républicains las declaraciones han ido en el mismo sentido, pero por su parte han dejado claro que la condición para una mayoría de gobierno en la Asamblea Nacional con partidos del NFP pasa por la exclusión de La France Insoumise.

Si queremos ver estas elecciones conforme a una tendencia histórica, comprobamos que, desde finales de la década de 1980, la vida política y social francesa lleva sufriendo un desplazamiento hacia la extrema derecha de las políticas y los lenguajes. Un primer punto de inflexión fueron las elecciones presidenciales de 2002, donde el fundador del Frente Nacional, Jean-Marie Le Pen, consiguió disputar la segunda vuelta contra el candidato de la derecha Jacques Chirac. Desde entonces, el neoliberalismo “democrático”, el “extremo centro” se ha impuesto como política de régimen como mal menor frente a la amenaza de la extrema derecha. En esa tendencia histórica, siempre han sido las formidables luchas políticas de las clases populares francesas las que han conseguido detener o ralentizar ese curso hacia el neoliberalismo autoritario y la aceptabilidad de la extrema derecha. Empezó con las Marchas por la Igualdad y el Racismo de 1983 y siguió con las huelgas estudiantiles y de los ferroviarios en 1986-87, las Coordinaciones de la Enfermeras de 1989, las huelgas generales del otoño de 1995 contra el Plan Juppé, las protestas masivas contre el Contrat de Première Embauche que precarizaba aún más el empleo juvenil en 2006, hasta llegar a las protestas de los Chalecos Amarillos en 2018-2019 y las huelgas y protestas masivas contra la reforma de las pensiones en 2023, los contrapoderes creados en las luchas han sido el verdadero factor de contrapeso de ese corrimiento hacia el neoliberalismo autoritario y el apartheid en Francia. Esa dialéctica antagonista ha creado un vaivén entre movimientos reaccionarios del sistema político y patronal y contrapoderes de resistencia, donde la resultante final ha sido siempre un paso adelante, menor pero efectivo, en la destrucción de los derechos democráticos, laborales y sociales y en la violencia antipopular procedente del régimen republicano. Sin embargo, la creación en 2017 de La France Insoumise consiguió romper con la separación entre ciclos de resistencia y de protesta y representación política en las instituciones. Desde entonces, la descomposición autoritaria de la V República no ha hecho más que acentuarse. Tenemos que recordar que solo el legado de la presidencia de Macron y sus gobiernos ha realizado buena parte del programa de RN, con la Ley de Seguridad Interior y de Lucha contra el Terrorismo de 2017, la supresión del Impuesto sobre las grandes fortunas, la Reforma del Seguro de Desempleo de 2019 y 2022, la Ley para una Seguridad Global de 2021 (respaldada por los sindicatos policiales), la Ley de Prevención de Actos de Terrorismo del mismo año, la Ley de Respeto de los Principios de la República (dirigida contra el “separatismo islamista”) y la Reforma de las Pensiones de 2023 y recientemente la declaración del estado de urgencia en el departamento colonial de Nueva Caledonia a raíz de las protestas de los movimientos populares kanaks. En el plano de las libertades civiles, en la práctica distintos grados de aplicación de ese mismo estado de urgencia han sido la constante de la presidencia de Macron, unida a un grado inaudito de impunidad policial que se ha saldado con miles de personas heridas, treinta personas mutiladas y una mujer muerta.

Desde 2022, este curso histórico ha cristalizado en y se ha adaptado al régimen de guerra global en el que se han adentrado los regímenes liberales occidentales desde febrero de 2022. El “extremo centro” vive desde entonces, no ya en el malmenorismo autoritario, sino en una dinámica activa de introducción de la distinción amigo-enemigo, de la lógica de la guerra, en las relaciones domésticas e internacionales como resorte de las políticas de acumulación de poder y capital. Esto nos lleva a pensar que la necesaria reivindicación del cambio de gobierno por parte de Jean-Luc Mélenchon no va a encontrar un buen recibimiento por parte de las fuerzas del régimen de la V República. Más bien lo contrario. En su lugar, se abren ahora distintos escenarios. Para empezar, Macron no puede disolver la Asamblea y convocar nuevas elecciones hasta dentro de un año. Las combinaciones de gobierno entre los tres grandes grupos parlamentarios se antojan imposibles. En la hipótesis poco probable de un gobierno hegemonizado por el NFP, este podría recurrir a un gobierno mediante decretos, conforme al artículo 49.3 de la Constitución francesa. Sin embargo, habría de enfrentarse tanto al Consejo de Estado como al Consejo Constitucional, así como a una moción de censura en la Asamblea si esta se presenta antes de que se cumplan 24 horas del decreto. Cabe pensar más bien que, mediante la prolongación del gobierno en funciones, las discusiones en la Asamblea y en los medios de régimen para la formación de una mayoría de gobierno se tornen encarnizadas en las próximas semanas. A día de hoy, una alianza entre RN, Les Républicains y tránsfugas del macronismo parece muy improbable. Lo más probable es que el rechazo de la propuesta de formación de una gobierno en minoría por parte de Mélenchon dé paso a una campaña de división interna del NFP al objeto de que el PS, Los Ecologistas e incluso el PCF se abren a una fórmula de “gobierno republicano” con la minoría macronista y el apoyo y/o la participación de Les Républicains. Pero el éxito de la maniobra dista de estar garantizado. La tercera posición de RN hace menos creíble la urgencia del malmenorismo frente a un éxito inesperado del recién formado NFP. La realidad del régimen de guerra podría pagar demasiado barato el ansia de protagonismo recobrado del PS y Los Ecologistas, devolviendo a LFI la legitimidad y el apoyo electoral que habían perdido hasta la creación de la Nouvelle Union Populaire Écologique et Social por iniciativa de LFI en 2022. Sería estúpido despreciar la fuerza que se ha expresado en las calles francesas contra el macronismo y el lepenismo y pretender devolver la legitimidad al neoliberalismo autoritario de la coalición presidencial. Sin embargo, las fuerzas del extremo centro en el régimen de guerra han demostrado sobradamente que su comportamiento es idéntico al del famoso escorpión que, a costa de su propia muerte, no pudo impedir picar a la rana que generosamente había accedido a ayudarle a cruzar el río. Por ello el alivio y la tregua serán efímeros. La partida entre democracia popular y régimen de guerra sigue abierta en Francia y será inevitablemente feroz.

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