El caso Toti-Liguria y la corrupción sistémica en Italia

Si se mira a Toti, encarnación del poder político en Liguria, se corre el riesgo de no ver el poder económico y mediático. La corrupción no es ni mucho menos característica de un solo partido político o de territorios específicos
Giovanni-Toti
Giovanni Toti, presidente de la región de Liguria, arrestado el pasado 7 de mayo — Giovanni Toti / X (Twitter)

En 1963, Francesco Rosi llevó a las pantallas Le mani sulla città, una película que denunciaba la corrupción y la especulación inmobiliaria en la Italia de principios de la década de 1960.

La película terminaba con una toma aérea de un polígono de bloques de viviendas horrendos, fruto del pacto criminal entre el poder político y el económico.

Pero sobre todo se cerraba con una advertencia muy significativa: “Los personajes y los hechos aquí narrados son ficticios; la realidad social y medioambiental que los produce es auténtica”.

Dicho de otra manera, Rosi quiso subrayar que, más que los personajes y más que el caso concreto, lo que importa es el sistema que los “produce”.

Partiendo de esta lección, podemos adentrarnos en el último caso de corrupción que ha pasado a ser de dominio público, el que en la madrugada del pasado martes 7 de mayo de 2024 llevó al arresto domiciliario del mismísimo Presidente de la Región de Liguria.

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Giovanni Toti, ex periodista de Mediaset y protegido de Berlusconi, está acusado de corrupción: según el juez de instrucción, habría concedido favores a varios empresarios a cambio de partidas financiación electoral ilícita.

Toti (así como el Presidente de la Autoridad Portuaria de Génova, Paolo Emilio Signorini) se habrían beneficiado sobre todo de los favores de dos grandes empresas: la empresa de logística propiedad de Aldo Spinelli, el “zar” del puerto de Génova; y de Esselunga, el gigante del sector de la gran distribución.

Se han abierto varias líneas de investigación y los delitos imputados comprenden desde la corrupción al cohecho electoral y el intercambio de votos.

El poder tiene varias dimensiones. La política es solo una de ellas

Los titulares de los principales periódicos italianos del pasado 8 de mayo, 24 horas después de la operación llevada a cabo por la Guardia di Finanza, dan fe de la interpretación que los medios de comunicación hacen del asunto.

El principal diario italiano, el Corriere della Sera, titulaba: “Toti detenido, conmoción en Liguria”; La Repubblica: “Sobornos, el sistema Toti se derrumba”; La Stampa, “Toti detenido, (el ministro de Justicia) Nordio contra los fiscales”.

Ni siquiera los periódicos de ultraderecha pudieron evitar abrir con esta noticia. Los tres periódicos propiedad del diputado de la Lega y gran propietario de clínicas privadas, Angelucci, abrían así: Libero: “Toti detenido. Lo que no cuadra y quién sale ganando”; Il Giornale, “Toti, detención desconcertante”; Il Tempo, “Todo como de costumbre. Toti bajo arresto domiciliario 30 días antes de las elecciones”. Dejando caer la idea de que el poder judicial habría puesto en marcha una “justicia de relojería” para golpear políticamente a la derecha pensando en las elecciones municipales y europeas de los próximos 8 y 9 de junio en Italia.

Con independencia de la orientación política, el rasgo común es que toda la atención se centra en el Presidente de la Región de Liguria, Giovanni Toti.

Sin embargo, de este modo se hace exactamente lo contrario de lo que Francesco Rosi “sugería” en Le mani sulla città: la personalización extrema hace que la realidad social y medioambiental que el personaje ha producido desaparezca. Se mira el árbol y se corre el riesgo de no ver el bosque.

Si se mira a Toti, encarnación del poder político en Liguria, se corre el riesgo de no ver el poder económico y mediático.

De hecho, leyendo las 654 páginas del auto de la jueza instructora Paola Faggioni, el poder político aparece no como el vértice de una pirámide, sino como uno de los tres vértices de un triángulo.

En efecto, existe el vértice económico, encarnado en este caso por los representantes de dos grandes empresas y el director general de la mayor autoridad pública portuaria de Italia.

Spinelli, jefe de una empresa de logística que domina el puerto de Génova, y Francesco Moncada, que forma parte del consejo de administración de Esselunga, un gigante del sector de la gran distribución, habrían sido los grandes corruptores que, a cambio de dinero, habrían pedido favores al poder político para obtener nuevas concesiones públicas o renovaciones de las existentes para privatizar una playa pública y poder construir resorts turísticos de lujo con un precio de venta de 11.000 euros por metro cuadrado, así como para desbloquear el proceso de autorización para la construcción de dos supermercados.

Está también el directivo de la empresa pública, Paolo Emilio Signorini, nombrado por Toti al frente de la mayor autoridad portuaria de Italia. Sería, según la documentación de los jueces, uno de los corruptos en la trama.

Y está el vértice mediático, personificado aquí por Maurizio Rossi, director de Primocanale, la principal televisión de la región de Liguria. A él le corresponden los esfuerzos que buscan el uso de las prerrogativas del poder mediático para favorecer el entrelazamiento entre el poder político y el económico: de hecho, según el auto de la jueza, él es el padre de la idea de cómo realizar el presunto intercambio de favores entre Toti y Esselunga.

Hubo hasta 50 pases diarios de anuncios electorales para Toti pero pagados por Esselunga en la megapantalla de la Terrazza Colombo, en el rascacielos más alto de Génova, visible desde toda la ciudad. No se corren riesgos, no hay verificación ni necesidad de conservar documentación. A diferencia de lo que sucedería si se tratara de anuncios electorales en televisión.

Y si alguien se da cuenta de que algo va mal, Rossi ya tiene pensada la vía de escape: “Si alguien siembra dudas sobre algo, ya tengo a quién echar la culpa: tengo a un programador estúpido al que le caería la culpa; es uno que se equivoca todo el tiempo y al que no puedo despedir por una cuestión de números”.

No hay una situación en la que una persona obligue a la otra a tener un comportamiento delictivo. Hay una relación de complicidad, no de subalternidad.

El motor de la dinámica corruptora es el poder económico. Este el sujeto que pone en marcha la máquina, con las peticiones de favores, la intermediación de la política y la cobertura mediática.

El móvil es el enriquecimiento, la obtención del mayor grado posible de poder económico. Tanto para disfrutarlo y eventualmente dispendiarlo —los comportamientos de Signorini son los más interesantes desde el punto de vista de los hábitos— como para acumularlo, probablemente buscando deshacerse de cualquier competidor.

El capitalismo italiano solo vive y prospera a la sombra del poder político del Estado

Siguiendo el hilo surge otro rasgo típico del sistema: el capital privado vive y prospera gracias al abrazo protector de los poderes públicos.

En las escuchas telefónicas, los empresarios implicados en el asunto judicial de Liguria piden tanto a Toti como a Signorini una intervención directa, rápida y decisiva en su favor.

Eso es la corrupción: en la competencia capitalista, suele considerarse la forma más fácil y rápida de asegurarse cuotas de mercado y aumentar los beneficios, es decir, la última instancia de cualquier empresa porque, como decía Nottola, uno de los personajes de Le mani sulla città, “el dinero no es un coche que tienes parado en un garaje, sino que es como un caballo, que tiene que comer todos los días”.

La corrupción no es solo un hecho moral

En efecto, la corrupción no es inherente a una presunta “naturaleza humana” que haría de todos nosotros unos “ladrones”, ni se debe a la escasa moralidad de los individuos implicados (que desde luego no andan sobrados de ella).

La corrupción no es un mero hecho recurrente en la historia de Italia, sino que es su nervadura omnipresente, ya se trate de la Italia monárquica, de la Italia fascista o de la Italia republicana. Porque, más que a la moral de la época o al régimen político, está unida al sistema económico y de poder.

La corrupción es un fenómeno transversal del poder político y un rasgo común de las clases dirigentes

La corrupción no es ni mucho menos característica de un solo partido político o de territorios específicos.

Apulia, Sicilia, Piemonte: son las tres regiones que han saltado al primer plano de la actualidad judicial y política desde 2023, antes que Liguria, por casos de corrupción que han destapado un entramado de poder en el que también se han visto implicados destacados políticos de los territorios.

De derechas en Sicilia y ahora en Liguria; de “izquierdas” en Apulia y Piamonte. Dos regiones del Norte y dos del Sur. La corrupción no solo es un fenómeno transversal entre los dos grandes polos políticos italianos, sino que también es un rasgo “unitario” de las clases dirigentes del Norte y del Sur.

El auto de la jueza instructora revela asimismo que uno de los presuntos corruptores, el empresario Mauro Vianello —que habría realizado pagos en efectivo a Signorini para asegurarse su nombramiento en algunos consejos de administración (una operación finalmente frustrada) y obtuvo un aumento de las tarifas de 23 a 26 euros por hora para su empresa de extinción de incendios— es presuntamente cercano al PD genovés. Una circunstancia no desmentida por el secretario regional del PD, Davide Natale.

Este es un dato bastante elocuente, porque confirma que, cuando se trata de una posibilidad de negocio, las pertenencias de clase y al mundo de los negocios cuentan más que las aparentes diferencias ideológicas.

De esta suerte, cambian las personalidades, los partidos políticos, los nombres de las empresas e incluso los de las organizaciones criminales implicadas en algunos de estos casos judiciales (la mafia siciliana y la 'ndrangheta calabresa en estos casos ocurridos en Liguria).

Lo que permanece idéntico, como dice Francesco Rosi, es “la realidad social y medioambiental que los produce”.

Una realidad que no es solo “nacional”. Porque no es una cuestión de la “pequeña Italia”, como si la corrupción fuera típica del capitalismo en salsa mediterránea. Desde Siemens en Alemania hasta el caso Jack Abramoff en Estados Unidos, pasando por las “comisiones ilegales” de la FIFA, los Paradise Papers, etc., la historia del capitalismo está repleta de “escándalos” que muestran cómo la corrupción es inherente a este modo de producción, tanto en los modelos atrasados como en los avanzados.

Derrotar a la corrupción exige cambiar la realidad que la alimenta

Volviendo a Génova, ¿Cuál es la realidad a la sombra de la Linterna (símbolo de la ciudad)? Si hablamos de Génova hablamos de su puerto. De hecho, el puerto de una ciudad de menos de 600.000 habitantes mueve aproximadamente el 50 por cien de las mercancías del país de la bota.

Una infraestructura tan importante que el ex alcalde de centro izquierda, Pericu, solía decir que en Génova había dos alcaldes, uno elegido por los ciudadanos, y otro, el presidente de la Autoridad Portuaria, nombrado por el gobierno de la región.

Asimismo, la situación en los puertos (no solo en el de Génova) ha cambiado en las últimas décadas, con un retroceso de lo público y el avance triunfal, gracias a su vez a las alfombras rojas tendidas por el poder político, de unos cuantos megagrupos empresariales.

Los trabajadores portuarios de Génova afiliados al Coordinamento Porti USB dan en el blanco cuando escriben: “En estos momentos hay 4 ó 5 grandes grupos empresariales de terminales compitiendo por los muelles de todos los puertos italianos. Los que pueden ejercer más presión (¿o pagar sobornos?) consiguen lo que quieren. [...] Solo hay una forma de evitar todo esto, favoreciendo el bien público y no la ganancia de unos cuantos agentes privados. Volver al uso de los muelles públicos. Las concesiones deben ser la excepción (como lo fueron en el pasado) y no la regla”.

Estas palabras vienen bien para contrarrestar la opinión predominante conforme a la cual la corrupción —tal como deja ver esta enésima investigación— se combatiría con más transparencia, más competencia, más “mercado real”.

Al contrario. La corrupción no puede atajarse con más capitalismo en su versión liberal. A lo sumo este es el problema, y no desde luego la solución.