El voto masivo de la derecha y la ultraderecha contra el peronismo moderado llevan a Milei a la Presidencia de Argentina

El shock del 19 de noviembre de 2023 se parece al de las elecciones del 7 de octubre de 2018 en Brasil, cuando el ultra Jair Bolsonaro se hizo con el poder en Brasil

El anarcocapitalista y ultraderechista —se verá en qué orden— Javier Milei es de facto el nuevo Presidente de la República Argentina. Los más de de seis millones de votos que hace un mes arroparon a la candidata del centroderecha Patricia Bullrich han respaldado sin fisuras al economista y le dan carta blanca para ejecutar sus propuestas más polémicas: liquidar la moneda propia, acabar con el Banco Central, permitir la libre venta de órganos y armas, reducir drásticamente el gasto social, acabar con la gratuidad de la educación y la salud, u otras muchas reformas profundas formuladas irregularmente —y muchas veces rectificadas— por el autoproclamado libertario.

El elevado componente de voto antiperonista y la crisis económica que machaca Argentina desde 2018 con la losa de la deuda de 45.000 millones contraída con Macri ante el FMI, no convencieron a ningún votante de centro, a la vista de los resultados. Esa era la idea central del candidato del peronismo, Sergio Massa, actual ministro de Economía y ganador el pasado 22 de octubre con 9,8 millones de votos contra los 8 millones de Milei: animar al electorado menos extremo aireando lo que podría suceder si La Libertad Avanza tomaba las riendas de la nación con propuestas temibles. No funcionó: el anti-peronismo, como el peronismo, es historia de Argentina, y muy letal jugando a la contra con una inflación próxima al 140%

La estrategia fue un fracaso absoluto, porque Massa apenas recibió 1,4 millones de votos del resto de rivales frente a Milei, que incorporó los 6,2 de Juntos por el Cambio, una barbaridad. Al final, 11,5 puntos de diferencia, 55,7% frente a 44,2%. Catorce millones frente a once. Fue tal la derrota que Massa se apresuró a hablar una hora antes de la publicación de las primeras —y definitivas— estimaciones. En los barrios selectos de Recoleta y de Palermo Chico, feudos de Juntos por el Cambio de Mauricio Macri, atronaban los cláxones y los oé-oé-oé-oé.

La humillación termina con la carrera del peronista federal. Massa empezó su carrera como alcalde justicialista de Tigre, fue jefe de gabinete de Cristina Fernández de Kirchner, se fajó en escisiones contra el kirchnerismo —al igual que su predecesor al frente del gabinete de CFK y de Néstor, Alberto Fernández, con el que se juntó—, y ocupó la Presidencia del Congreso de los Diputados a la vuelta del peronismo al poder hace cuatro años. Hace un año y medio, en julio de 2022, asumió la cartera de Economía.

Cuando Macri sucedió al kirchnerismo, el tipo de cambio paralelo con el dólar se situaba por debajo de 15 pesos. Alberto Fernández se encontró con un dólar blue que cotizaba a 70 pesos. El pasado viernes, por encima de 900 con Massa de ministro. Una economía cuyos trabajadores no tienen la capacidad de ahorrar.

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A pesar de este cuadro, el kirchnerismo, que gobernó de 2003 a 2015 a lomos de una economía por la que una mayoría aplastante firmaría volver, ha sido el gran proscrito de las elecciones

A pesar de este cuadro, el kirchnerismo, que gobernó de 2003 a 2015 a lomos de una economía por la que una mayoría aplastante firmaría volver, ha sido el gran proscrito de las elecciones: Massa se alejó toda su carrera de esta corriente, y especialmente durante la campaña; Milei promete erradicarlo y la propia Cristina, ausente, está condenada a seis años de cárcel por “administración fraudulenta en perjuicio de la administración pública” pero ha apelado ante la Cámara de Casación porque dice que el fallo carece de pruebas y porque no ha robado un peso en la Causa Vialidad.

El shock del 19 de noviembre de 2023 se parece al de las elecciones del 7 de octubre de 2018 en Brasil, cuando el ultra Jair Bolsonaro se hizo con el poder en Brasil. Y rompe el ya de por sí precario tablero político austral. El abrazo de Patricia Bullrich con Javier Milei propiciado por Macri somete al centroderecha a la ultraderecha libertaria, que además de todas las promesas de corte neoliberal apunta también a cerrar símbolos por la Memoria como la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), lugar de tortura y crímenes donde 4.500 personas fueron asesinadas y desaparecidas.

La que va a ser nueva vicepresidenta del país, Victoria Villarruel, ha propuesto convertir la ESMA, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, en una “escuela”. Milei también heredará con estupendas expectativas en la exportación de gas y con el preciado litio disponible para ser extraído del norte, en la frontera con Bolivia y Chile, lo que puede incrementar el interés de las grandes empresas extranjeras por las que implora Milei.

Un Gobierno de Milei con el macrismo tiene pocos visos de convencer a la histórica Unión Cívica Radical (UCR), miembro destacado de JxC, de cabalgar en paralelo. Con ellos y con las brasas del massismo se abre un delicado espacio en el centro. Y una apertura más grande por la izquierda peronista: la que encarnan el humanista marxista Juan Grabois, pero sobre todo el gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof.

Aún es muy pronto para definir esta reconfiguración. En su discurso triunfal, un Milei mucho más moderado que de costumbre habló de un “gobierno limitado”, “respeto a la propiedad privada” y “gobierno libre”. “Sabemos que hay gente que se querrá resistir. A todos ellos, quiero decirles lo siguiente: dentro de la ley, todo, fuera de la ley, nada”. Un augurio de lo que puede pasar en este salto al vacío. Las tres grandes crisis contemporáneas se manifestaron tras brutales ajustes económicos: el Rodrigazo (1975), el corralito de 2001 y la crisis cambiaria de 2018. Milei trae una nueva dosis con el aval de los votos.